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Acta de dolor contra el olvido
MANUEL VAZQUEZ PORTAL
Miami es para mí algo así como Morón, pero sin
libreta de abastecimientos. Aquí hallo lo que descubrí
en mi pueblito provinciano cuando era un niño, jugaba feliz
y no se hablaba de Fidel Castro. En cada esquina un guajiro campechano
y lépero, en cada barbería un bromista gárrulo
y gesticulante, en cada patio un árbol umbroso, en cada sábado
una fiesta con olor de masas de cerdo.
Sin embargo, manejar por el downtown me atormenta. Ya eso es cosa
de ciudades, y yo, a la verdad, me aferro al arique. Pero a pesar
de que no me gusta conducir por el downtown, dos amigos me impulsaron
a irme el lunes pasado hasta allí. Uno de los amigos está
muerto, y no lo conocí personalmente. El otro está empeñado
en no morirse, por lo menos, hasta que Cuba vuelva a sonreír.
El muerto se llama Carlos Victoria. Sólo lo vislumbré
a través de sus libros y alguna que otra llamada telefónica
que nos cruzamos, y supe que éramos amigos porque teníamos
muchas cicatrices comunes. Y en sus libros yo sé que no se
va a morir. El vivo se llama Pedro Corzo y tiene con Carlos Victoria
el parentesco de la honestidad, la nobleza y la decencia, además
de la manía de escribir. Ambos me convocaron esa noche a que
fuera al downtown. Carlos me invitó para que escuchara a sus
amigos devolverlo a la vida escapada, irrecuperable de los recuerdos
y las soledades. Pedro me convidó para que presentara su libro,
Cuba: Perfiles del Poder, recientemente publicado por el Instituto
de la Memoria Histórica contra el Totalitarisno.
De Carlos hablé muy poco. Sólo una vieja, angustiosa
anécdota que mi otro amigo, Wilfredo Cancio, hizo reflotar.
Preferí escuchar a Alejandro Ríos y a Andrés
Reynaldo mientras lo ponían a rondar por el salón que
la Feria Internacional del Libro de Miami preparó para ello.
De Pedro Corzo dije lo siguiente:
Presentar el libro Cuba: Perfiles del Poder es para mí una
satisfacción. Su autor, Pedro Corzo, es mi amigo. Cosa difícil
en esta época en la que muchos aspiran solamente a tener admiradores
y subordinados. Pero Pedro y yo compartimos un ideal, los recuerdos
de la cárcel que cuesta ese ideal y la esperanza de, algún
día, hacer realidad ese ideal. Por eso, creo, hemos logrado
ser amigos. Y como soy sectario, mis amigos no tienen defectos. Son
inteligentes, honrados, fuertes, galantes y corajudos, inmortales.
Que los enemigos se encarguen de decir lo contrario, pero no delante
de mí.
Así que bajo esas premisas les hablaré de Cuba: Perfiles
del Poder.
Se trata de un libro de historia. Un libro escrito bajo el signo
del periodismo. Pero no del periodismo estridentista que se regodea
en el morbo colectivo, repite esquemas desmañados de dudosa
efectividad y se conforma con entretener el tedio diario y obtener
un salario abultado. Este es un periodismo que aspira a permanecer,
que se esfuerza por dilucidar, que se empeña en ubicar una
época y sus personajes en el lugar que les corresponde. Parte
de la investigación paciente y minuciosa. Cumple aquella vieja
máxima de que la opinión es libre, pero la verdad sagrada.
Y alcanza su veracidad por medio de la exposición de quienes
vivieron lo narrado. No se opina, se testimonia; no se especula, se
documenta.
Este no es un libro para hojearlo indiferentemente mientras se espera,
apoltronado en la fresca terraza de la tarde a que se cueza el jugoso
churrasco, es un texto de consulta, una historia necesaria para que
el porvenir no nos sorprenda desarmados. En él se relatan conspiraciones
y atrocidades, se exponen trácalas políticas y manipulaciones
de la masa por parte del poder, se reconstruyen los horrores y se
llama por su nombre a sus autores. Es un documento para la memoria,
un acta de dolor contra el olvido.
Pedro Corzo, el autor del libro, es un indagador fértil y
pertinaz. No procede de la academia, viene del ejercicio cotidiano
en el que se aprende a sacarle a cada hora sus esencias. No aprendió
a redactar en el plácido claustro. Se entrenó sobre
la brasa viva de una sociedad incandescente. No redacta, escribe.
Y escribir es flamear, a veces, consumirse. Por eso su libro parece
arder. Y arde, levanta ampollas. Somete a los personajes y sus circunstancias
a una especie de desnudez moral de la que después ningún
ropaje podrá salvarlos de sus miserias humanas.
Primero describe el verdadero poder en la Cuba castrista. No se anda
con personajillos de tercera. Va a la cúspide. Donde están
los verdaderos responsables. Los muestra despojados de los mitos que
ellos mismos se inventaron y los brinda al lector en su dimensión
real. Lo demás será cuestión de tiempo. Pero
que nadie diga luego que Pedro Corzo no los alertó.
Si quieren entretenerse compren una revista muy interesante, preparen
la parrillada, telefoneen a un amigo, quien seguramente traerá
un litro de Chivas Regal, y pásenla bien; pero si desean conocer
dónde nacieron los dolores de un pueblo esparcido por medio
mundo, la pobreza de una nación arruinada, el calvario de miles
de opositores, mantengan al alcance de la mano Cuba: Perfiles del
Poder, el más reciente libro de Pedro Corzo, este amigo mío
que no se cansa de poner las cosas en su lugar.