9 de noviembre de 2007
 
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Acta de dolor contra el olvido

MANUEL VAZQUEZ PORTAL


Miami es para mí algo así como Morón, pero sin libreta de abastecimientos. Aquí hallo lo que descubrí en mi pueblito provinciano cuando era un niño, jugaba feliz y no se hablaba de Fidel Castro. En cada esquina un guajiro campechano y lépero, en cada barbería un bromista gárrulo y gesticulante, en cada patio un árbol umbroso, en cada sábado una fiesta con olor de masas de cerdo.

Sin embargo, manejar por el downtown me atormenta. Ya eso es cosa de ciudades, y yo, a la verdad, me aferro al arique. Pero a pesar de que no me gusta conducir por el downtown, dos amigos me impulsaron a irme el lunes pasado hasta allí. Uno de los amigos está muerto, y no lo conocí personalmente. El otro está empeñado en no morirse, por lo menos, hasta que Cuba vuelva a sonreír.

El muerto se llama Carlos Victoria. Sólo lo vislumbré a través de sus libros y alguna que otra llamada telefónica que nos cruzamos, y supe que éramos amigos porque teníamos muchas cicatrices comunes. Y en sus libros yo sé que no se va a morir. El vivo se llama Pedro Corzo y tiene con Carlos Victoria el parentesco de la honestidad, la nobleza y la decencia, además de la manía de escribir. Ambos me convocaron esa noche a que fuera al downtown. Carlos me invitó para que escuchara a sus amigos devolverlo a la vida escapada, irrecuperable de los recuerdos y las soledades. Pedro me convidó para que presentara su libro, Cuba: Perfiles del Poder, recientemente publicado por el Instituto de la Memoria Histórica contra el Totalitarisno.

De Carlos hablé muy poco. Sólo una vieja, angustiosa anécdota que mi otro amigo, Wilfredo Cancio, hizo reflotar. Preferí escuchar a Alejandro Ríos y a Andrés Reynaldo mientras lo ponían a rondar por el salón que la Feria Internacional del Libro de Miami preparó para ello. De Pedro Corzo dije lo siguiente:

Presentar el libro Cuba: Perfiles del Poder es para mí una satisfacción. Su autor, Pedro Corzo, es mi amigo. Cosa difícil en esta época en la que muchos aspiran solamente a tener admiradores y subordinados. Pero Pedro y yo compartimos un ideal, los recuerdos de la cárcel que cuesta ese ideal y la esperanza de, algún día, hacer realidad ese ideal. Por eso, creo, hemos logrado ser amigos. Y como soy sectario, mis amigos no tienen defectos. Son inteligentes, honrados, fuertes, galantes y corajudos, inmortales. Que los enemigos se encarguen de decir lo contrario, pero no delante de mí.

Así que bajo esas premisas les hablaré de Cuba: Perfiles del Poder.

Se trata de un libro de historia. Un libro escrito bajo el signo del periodismo. Pero no del periodismo estridentista que se regodea en el morbo colectivo, repite esquemas desmañados de dudosa efectividad y se conforma con entretener el tedio diario y obtener un salario abultado. Este es un periodismo que aspira a permanecer, que se esfuerza por dilucidar, que se empeña en ubicar una época y sus personajes en el lugar que les corresponde. Parte de la investigación paciente y minuciosa. Cumple aquella vieja máxima de que la opinión es libre, pero la verdad sagrada. Y alcanza su veracidad por medio de la exposición de quienes vivieron lo narrado. No se opina, se testimonia; no se especula, se documenta.

Este no es un libro para hojearlo indiferentemente mientras se espera, apoltronado en la fresca terraza de la tarde a que se cueza el jugoso churrasco, es un texto de consulta, una historia necesaria para que el porvenir no nos sorprenda desarmados. En él se relatan conspiraciones y atrocidades, se exponen trácalas políticas y manipulaciones de la masa por parte del poder, se reconstruyen los horrores y se llama por su nombre a sus autores. Es un documento para la memoria, un acta de dolor contra el olvido.

Pedro Corzo, el autor del libro, es un indagador fértil y pertinaz. No procede de la academia, viene del ejercicio cotidiano en el que se aprende a sacarle a cada hora sus esencias. No aprendió a redactar en el plácido claustro. Se entrenó sobre la brasa viva de una sociedad incandescente. No redacta, escribe. Y escribir es flamear, a veces, consumirse. Por eso su libro parece arder. Y arde, levanta ampollas. Somete a los personajes y sus circunstancias a una especie de desnudez moral de la que después ningún ropaje podrá salvarlos de sus miserias humanas.

Primero describe el verdadero poder en la Cuba castrista. No se anda con personajillos de tercera. Va a la cúspide. Donde están los verdaderos responsables. Los muestra despojados de los mitos que ellos mismos se inventaron y los brinda al lector en su dimensión real. Lo demás será cuestión de tiempo. Pero que nadie diga luego que Pedro Corzo no los alertó.

Si quieren entretenerse compren una revista muy interesante, preparen la parrillada, telefoneen a un amigo, quien seguramente traerá un litro de Chivas Regal, y pásenla bien; pero si desean conocer dónde nacieron los dolores de un pueblo esparcido por medio mundo, la pobreza de una nación arruinada, el calvario de miles de opositores, mantengan al alcance de la mano Cuba: Perfiles del Poder, el más reciente libro de Pedro Corzo, este amigo mío que no se cansa de poner las cosas en su lugar.

 
 
 
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