El hombre que venía de Santiago
Raúl Rivero, Cuba Encuentro
José Gabriel Ramón Castillo, fundador del Instituto
de Cultura y Democracia y condenado a 20 años de cárcel,
está gravemente enfermo.
El poeta y periodista José Gabriel Ramón Castillo tenía
una manera singular de burlar el dispositivo policial que lo vigilaba
en su querida ciudad de Santiago de Cuba. "En estos días
voy a mandar un hombre a La Habana a buscar libros", decía
una mañana por teléfono. Y dos o tres días después
llegaba —nocturno y agotado— en uno de aquellos trenes
que resoplan y dan tánganas en todos los cruceros de la línea
central.
Llegaba con unos maletines llenos de papeles: artículos, poemas,
proyectos de concursos literarios, sueños soñados en
las esquinas de libertad que él y un grupo de amigos conquistaron
para instalar el Instituto de Cultura y Democracia. Esa era la institución
que fundó y dirigió en el Oriente cubano.
Allí publicaban sus boletines con noticias y textos de creadores
de la región y de todo el mundo cultural. Sin exclusiones,
plurales y abiertos al diálogo y al debate, como la sociedad
por la que lucharon (y luchan) a cara descubierta frente a la dictadura.
Castillo promovió en esos apartados libres el famoso Premio
Arrecife. Llegó a hacer tres convocatorias y dio a conocer
las voces de nuevos escritores que surgían en la provincia.
Con ese galardón también sacó de las sombras
la obra de algunos autores conocidos, que el régimen había
lanzado de un plumazo a lo hondo de la Fosa de Battle, que está
ahí, en la costa sur, como un embudo negro que no tiene fin.
José Gabriel Ramón Castillo iba a la capital a entrevistarse
con sus amigos. A buscar unas hojas de papel, unos bolígrafos,
revistas y a llevarse todas las cajas de libros que pudiera. "No
me importa si son viejos o nuevos", decía, "los libros
no tienen edad y hasta en los más mediocres hay algo que aprender".
Muriendo a retazos
Su Instituto de Cultura y Democracia, que comenzó a funcionar
a mediados de la década del noventa, era un enclave molesto
para la burocracia del totalitarismo y para los policías. Un
sitio plural y transparente que ofrecía conferencias y discusiones
semanales sobre temas candentes. Un lugar donde se podía opinar
con decencia y altura sobre cualquier asunto y donde no había
libros censurados, ni temas prohibidos para la literatura.
Por eso, y por sus artículos lúcidos y sin máscaras
escritos sobre la realidad cubana, José Gabriel Ramón
Castillo, Pepín, fue condenado a pasar 20 años en la
cárcel durante la llamada Primavera Negra de 2003.
Después de una mansión inicial en una de las cárceles
más duras del sistema, el Pre de Santa Clara, Castillo fue
trasladado a la prisión de Boniato, en su provincial natal.
Ahí está. Enfermo grave después de cuatro años
de encierro. Con 50 años de edad. Diabético y con cirrosis
hepática. Con hipertensión arterial y problemas circulatorios.
Fue su esposa, Blanca Rosa Echeverría, quien denunció
hace menos de un mes que el prisionero no está recibiendo el
tratamiento de insulina. Que está muy mal y que la alimentación
—como la de todos los presos— es muy deficiente. Ella
y toda la familia, sus amigos y compañeros, temen por la vida
del escritor cubano.
Él también. Este es un párrafo que hallé
en una de las cartas que pudo sacar de la prisión: "Creo
que se trata de algo cruel y sórdido en la escalada represiva
contra mi persona, caracterizado en los últimos tiempos por
ser más intensa. Presiento que todo esto va terminar en una
agresión física porque lo veo en el rostro del oficial
de la seguridad que viene a verme y en el de los carceleros, quienes
han visto en mi labor cívica, no el oportuno señalamiento
para que acaben los atropellos en esta prisión, sino al enemigo
de sus intereses; por eso temo, y me encomiendo a Dios para pedirle
que se apiade de sus almas".