6 de noviembre de 2007
 
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Opinión

Las becas que yo no otorgo.

Por Miguel Saludes.

El pasado año la prensa cubana ofreció gran cobertura a la llegada de un grupo de 60 estudiantes norteamericanos. Ellos conformaban una pequeña parte de centenares de becas otorgadas por el gobierno cubano a jóvenes del vecino país para ingresar en la Escuela Latinoamericana de Medicina. Una de las beneficiadas por el ofrecimiento materializado a través de la organización Pastores por la Paz, dijo que ella no podía dejar pasar una oportunidad que le permitía estudiar medicina gratuitamente. Procedente del conocido Bronx neoyorquino, la joven declaraba su desconexión con la problemática que enfrenta a los gobiernos de Cuba y Estados Unidos. Para la muchacha, miembro de una familia con escasos recursos económicos, pesa más la realización de sus sueños personales, que las cuestiones de ese tipo. Contrastando con la propaganda desplegada en la prensa cubana, el departamento de estado norteamericano manifestó una total indiferencia ante la noticia.


La cosa ocurre a la inversa cuando el presidente George Bush anuncia un plan de becas para que jóvenes cubanos estudien en Estados Unidos. La propuesta ha sido criticada fuertemente por el oficialismo castrista. La razón de esta repulsa es que la propuesta va dirigida a quienes sufren la opresión gubernamental, sea por ser hijos de disidentes o por asumir una postura contestarais contra el régimen. Ante este favoritismo la respuesta de los medios es que en Cuba los estudios están garantizados para todos, sin exclusiones.
El sistema educativo cubano es presentado como unos de los grandes logros del sistema que impera en la Isla. No es falso que la enseñanza en el país sea gratuita y extensiva. De cierta manera es igualitaria para todos los niños y jóvenes. Y no puede ser de otra manera cuando la misma se considera obligatoria hasta el nivel secundario. Su problema radica en los objetivos que debe cumplir la educación en el plano político ideológico. Tampoco es falso que los estudios de nivel superior, específicamente universitarios, arrastren la rémora que significa la integración revolucionaria del que opta por ellos. El acceso a ciertas carreras depende directamente del cumplimiento de esa condicional. Por ejemplo para entrar en la facultad de periodismo, ciencias sociales o leyes, no basta simplemente con el interés vocacional del aspirante o sus altas calificaciones.

Por lo tanto hay cierto realismo en la propuesta que brinda oportunidades a quien no las tiene, no en base a razones económicas o de índole parecida, sino por discriminación política. Universidad para los revolucionarios es una consigna que no ha sido inventada por oficinas de intereses, disidentes o por el exilio anti castrista. La dejo acuñada el propio gobernante Fidel Castro y ha sido aplicada como un postulado fundamental de su gobierno. Simplemente por no corresponder a los postulados del sistema los brazos del Alma Mater no han sido acogedores para muchos. Y esto tampoco es un infundio. Acaso no fue esta la causa por la que tres jóvenes de la Universidad de Camaguey fueron expulsados de aquel centro. Su gran delito fue promover el Proyecto Varela entre el estudiantado del plantel. Heriberto Leyva, graduado de filosofía marxista en Moscú, fue asignado a un puesto de limpieza en la fábrica de chocolate de Baracoa. El motivo de aquel premio fueron las ideas pro democráticas que el filosofo recién graduado manifestaba desde su regreso de la ex Unión Soviética.

La ecuación igualitaria proclamada por el sistema cubano sería verdaderamente encomiable si la misma no estuviera viciada por cuestiones ideológicas ni por el hecho de tener que manifestar lealtad a un régimen. Proclamar que en otros países la educación sea un desastre, no resuelve el problema. Por la misma opinión pública norteamericana se sabe de los serios problemas que afronta el sistema educativo de su país. Crisis en esa esfera la tuvieron los mismos soviéticos, pero esto salio a la palestra cuando se produjo el cambio democrático. La nuestra no carece de defectos. Asumir como consuelo el mal ajeno es hacer tontos a los cubanos Se trata precisamente de aplicar la justicia social, mediante la igualdad de oportunidades y de posibilidades sin que medien en ellas cuestiones políticas. Universidad, no para los revolucionarios, sino para todos, incluso para quienes no se definen como tales.

No hay que ponerse agrios si en otros lugares se abren puertas que en la propia tierra se mantienen cerradas o son muy difíciles de franquear. Entre los doce puntos citados por Felipe Pérez Roque como recomendación al presidente norteamericano, se destaca el respeto al derecho de los cubanos a su independencia, soberanía y libre determinación, entre otras cosas. Esa libertad debe patentizarse en la propia escalinata universitaria y en los umbrales de los centros de altos estudios cubanos. Tal vez cuando cualquiera, que tenga las condiciones y quiera estudiar una carrera, acceda a ella sin tener que declarar su incondicionalidad a un partido o gobierno, entonces no necesitemos las becas que otros otorgan. No obstante el respeto a la libertad de las personas incluye el que ellas puedan ir a estudiar en cualquier lugar donde se les proporcione esa oportunidad. Es el principio al que se acogen los estudiantes norteamericanos bajo patrocinio gubernamental cubano y de una organización político religiosa como Pastores Por la Paz. Los jóvenes de Cuba tienen el mismo derecho a gozar de esas prerrogativas, no importa si vienen de Estados Unidos o de cualquier institución internacional que tenga a bien ofrecérselas.


 
 
 
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