Opinión
Las becas que yo no otorgo.
Por Miguel Saludes.
El pasado año la prensa cubana ofreció gran cobertura
a la llegada de un grupo de 60 estudiantes norteamericanos. Ellos
conformaban una pequeña parte de centenares de becas otorgadas
por el gobierno cubano a jóvenes del vecino país para
ingresar en la Escuela Latinoamericana de Medicina. Una de las beneficiadas
por el ofrecimiento materializado a través de la organización
Pastores por la Paz, dijo que ella no podía dejar pasar una
oportunidad que le permitía estudiar medicina gratuitamente.
Procedente del conocido Bronx neoyorquino, la joven declaraba su desconexión
con la problemática que enfrenta a los gobiernos de Cuba y
Estados Unidos. Para la muchacha, miembro de una familia con escasos
recursos económicos, pesa más la realización
de sus sueños personales, que las cuestiones de ese tipo. Contrastando
con la propaganda desplegada en la prensa cubana, el departamento
de estado norteamericano manifestó una total indiferencia ante
la noticia.
La cosa ocurre a la inversa cuando el presidente George Bush anuncia
un plan de becas para que jóvenes cubanos estudien en Estados
Unidos. La propuesta ha sido criticada fuertemente por el oficialismo
castrista. La razón de esta repulsa es que la propuesta va
dirigida a quienes sufren la opresión gubernamental, sea por
ser hijos de disidentes o por asumir una postura contestarais contra
el régimen. Ante este favoritismo la respuesta de los medios
es que en Cuba los estudios están garantizados para todos,
sin exclusiones.
El sistema educativo cubano es presentado como unos de los grandes
logros del sistema que impera en la Isla. No es falso que la enseñanza
en el país sea gratuita y extensiva. De cierta manera es igualitaria
para todos los niños y jóvenes. Y no puede ser de otra
manera cuando la misma se considera obligatoria hasta el nivel secundario.
Su problema radica en los objetivos que debe cumplir la educación
en el plano político ideológico. Tampoco es falso que
los estudios de nivel superior, específicamente universitarios,
arrastren la rémora que significa la integración revolucionaria
del que opta por ellos. El acceso a ciertas carreras depende directamente
del cumplimiento de esa condicional. Por ejemplo para entrar en la
facultad de periodismo, ciencias sociales o leyes, no basta simplemente
con el interés vocacional del aspirante o sus altas calificaciones.
Por lo tanto hay cierto realismo en la propuesta que brinda oportunidades
a quien no las tiene, no en base a razones económicas o de
índole parecida, sino por discriminación política.
Universidad para los revolucionarios es una consigna que no ha sido
inventada por oficinas de intereses, disidentes o por el exilio anti
castrista. La dejo acuñada el propio gobernante Fidel Castro
y ha sido aplicada como un postulado fundamental de su gobierno. Simplemente
por no corresponder a los postulados del sistema los brazos del Alma
Mater no han sido acogedores para muchos. Y esto tampoco es un infundio.
Acaso no fue esta la causa por la que tres jóvenes de la Universidad
de Camaguey fueron expulsados de aquel centro. Su gran delito fue
promover el Proyecto Varela entre el estudiantado del plantel. Heriberto
Leyva, graduado de filosofía marxista en Moscú, fue
asignado a un puesto de limpieza en la fábrica de chocolate
de Baracoa. El motivo de aquel premio fueron las ideas pro democráticas
que el filosofo recién graduado manifestaba desde su regreso
de la ex Unión Soviética.
La ecuación igualitaria proclamada por el sistema cubano sería
verdaderamente encomiable si la misma no estuviera viciada por cuestiones
ideológicas ni por el hecho de tener que manifestar lealtad
a un régimen. Proclamar que en otros países la educación
sea un desastre, no resuelve el problema. Por la misma opinión
pública norteamericana se sabe de los serios problemas que
afronta el sistema educativo de su país. Crisis en esa esfera
la tuvieron los mismos soviéticos, pero esto salio a la palestra
cuando se produjo el cambio democrático. La nuestra no carece
de defectos. Asumir como consuelo el mal ajeno es hacer tontos a los
cubanos Se trata precisamente de aplicar la justicia social, mediante
la igualdad de oportunidades y de posibilidades sin que medien en
ellas cuestiones políticas. Universidad, no para los revolucionarios,
sino para todos, incluso para quienes no se definen como tales.
No hay que ponerse agrios si en otros lugares se abren puertas que
en la propia tierra se mantienen cerradas o son muy difíciles
de franquear. Entre los doce puntos citados por Felipe Pérez
Roque como recomendación al presidente norteamericano, se destaca
el respeto al derecho de los cubanos a su independencia, soberanía
y libre determinación, entre otras cosas. Esa libertad debe
patentizarse en la propia escalinata universitaria y en los umbrales
de los centros de altos estudios cubanos. Tal vez cuando cualquiera,
que tenga las condiciones y quiera estudiar una carrera, acceda a
ella sin tener que declarar su incondicionalidad a un partido o gobierno,
entonces no necesitemos las becas que otros otorgan. No obstante el
respeto a la libertad de las personas incluye el que ellas puedan
ir a estudiar en cualquier lugar donde se les proporcione esa oportunidad.
Es el principio al que se acogen los estudiantes norteamericanos bajo
patrocinio gubernamental cubano y de una organización político
religiosa como Pastores Por la Paz. Los jóvenes de Cuba tienen
el mismo derecho a gozar de esas prerrogativas, no importa si vienen
de Estados Unidos o de cualquier institución internacional
que tenga a bien ofrecérselas.