Fotos, brindis y retórica
Jorge Olivera Castillo, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Puedo,
con determinación de adivino, dar las conclusiones de la venidera
XVII Cumbre Iberoamericana a celebrarse entre el 8 y el 10 de noviembre
próximos en Santiago de Chile. No es don especial, es que desde
la realización de estos cónclaves lo más destacable
viene dado en el intachable cumplimiento del protocolo, el énfasis
teórico de las propuestas y el suspense en torno a la asistencia
o no de un Fidel Castro siempre en la disposición de figurar como
generador de escándalos que absorben el verdadero protagonismo
de las citas anuales.
Razones de enfermedad continúan cerrando las posibilidades
del mandatario más allá de los perímetros en que
convalece. Dicen los rumores (la dolencia es secreto de estado) que está
más cerca de la muerte que de la vida.
La opacidad, la saturación de lo trivial y el ejercicio de una
dramaturgia muy vinculada a los filmes soviéticos de la época
de Leonid Brezhnev, son tres de las características de mayor relevancia
de estos foros iniciados en 1990. La monotonía de tales realizaciones
cinematográficas aseguraba un sueño fulminante.
Esta vez el tema central se titula: “Cohesión social y políticas
sociales para alcanzar sociedades más inclusivas en Latinoamérica”.
Lo cierto es que del fárrago de documentos, las discusiones de
los expertos, las opíparas cenas y el consumo de productos de la
famosa industria vinícola chilena, muy poco trascenderá.
Ese ha sido el esquema y dudo que haya una revaloración no tanto
de los contenidos como en los ajustes de la viabilidad de los planteamientos
y de una verificación seria de lo acordado en reuniones anteriores.
Hubo una Cumbre Iberoamericana efectuada precisamente
en Chile donde se trató el asunto de la gobernabilidad democrática.
El gobierno cubano firmó el acuerdo y aún sigue violándolo
a sus antojos. La democracia, el pluripartidismo, los derechos fundamentales,
continúan siendo en Cuba palabras proscritas. Por hacer uso de
libertades emanadas de estos términos, más de 200 personas
permanecen tras las rejas, con pocas esperanzas que en breve plazo el
régimen de La Habana rectifique su postura y se abra a un período
donde la discrepancia política no constituya un delito de naturaleza
criminal.
Aquello que rubricaron los presidentes a favor de las estructuras democráticas
se llamó “Acuerdos de Viña del Mar”. En esta
ciudad del centro de Chile se formalizó el documento siguiendo
las pautas de sus precedentes: un seguro almacenamiento a prueba de humedades.
Más allá de su conservación, nada servible para los
pueblos, en este caso el de Cuba, que soporta una dictadura cercana al
medio siglo.
El evento vuelve a este país sudamericano que refleja un ejemplo
indiscutible de civilidad y desarrollo. Gracias al empeño de políticos
responsables y ciudadanos identificados con la tolerancia y otros preceptos
inmanentes a un pensamiento republicano, Chile ha podido ir curando las
heridas dejadas por los 17 años de dictadura pinochetista, construir
una de las más sólidas democracias del continente y alcanzar
óptimos niveles económicos.
Sin embargo, en sentido general Latinoamérica va a la saga del
mundo. El resurgimiento del populismo, las políticas estatistas,
el clientelismo, la corrupción persisten en engrosar el rosario
de calamidades. Extrema pobreza, crisis sanitarias, desnutrición,
analfabetismo se añaden a la bancarrota de un modelo que no ha
sabido aprovechar las ventajas de la democracia y que apenas logra salir
del pantano.
Los avances son muy localizados y modestos. La mayoría de las naciones
latinoamericanas necesitan integrar esfuerzos y proyectos de futuro sin
politiquerías ni otras dilaciones que alargan las fronteras de
los daños.
Es una pena que en Santiago de Chile se pierda una nueva oportunidad para
ir al fondo de los problemas y que el régimen de Cuba asista en
igualdad de condiciones. Aunque comparativamente pueda exhibir logros
en algunas esferas, en la isla hay un sistema que encarcela, golpea y
mata con total impunidad. Tener instituciones democráticas no garantiza
la felicidad, pero entre sus virtudes está el hecho de impedir
la pretensión de gobernar el país, como un cuartel, a una
élite que cree tener la aprobación de la providencia.
En Cuba las cosas no están como piensan muchos en Latinoamérica.
Son problemas diferentes. Complicaciones reproducidas por cualquier dictadura,
independientemente de su signo ideológico.
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