Un
hombre valiente y solitario
Juan González Febles
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - El Dr. Oscar Elías
Biscet González recibió la Medalla de la Libertad.
Propuesto por el presidente de los Estados Unidos de América,
George W. Bush, Biscet se convierte en el primer y el único
opositor cubano de esta etapa en la lucha que recibe tan alto galardón.
En otro orden mundial, Biscet sería una figura
de póster e intercambios mediáticos. Si estuviera
encarcelado por una dictadura de derecha, sería héroe
indiscutido para las juventudes de Occidente.
Las dictaduras y los dictadores de izquierda cuentan
con muchos simpatizantes. Los poetas (de izquierda, por supuesto)
se sienten obligados a cantarles. Lo hicieron en su momento, con
el innombrable Stalin.
Pablo Neruda, Nicolás Guillen y Máximo
Gorki marcaron su pauta de desvergüenza, pero nadie desde la
izquierda los censuró por ello. No fueron a la cárcel
como Ezra Pound, aunque merecían igual tratamiento. Digo,
si es que las víctimas del GULAG y la Península de
Kola pesan en la conciencia universal, tanto como las de Oswiecim
y Dachau.
Para los que como yo tuvimos el privilegio de presenciar
la actividad de Biscet en las calles y le vimos ascender hasta la
dimensión de héroe, el suceso no resulta sorprendente.
Biscet une un valor personal extraordinario con un coraje cívico
fuera de serie.
Fue quien por primera vez aportó ingrediente
de pueblo a las demostraciones callejeras. Junto a los valientes
que le siguieron, disputó con éxito las calles de
La Habana a los esbirros al servicio del régimen de la familia
Castro.
Pienso que en esta medalla están representados
Ángel Juan Moya Acosta, prisionero de conciencia como Biscet
y miembro del Grupo de los 75. También Rogelio Menéndez,
que hoy está en el exilio. Los miembros anónimos de
esa Fundación Lawton de Derechos Humanos que creó.
De esa medalla participa además “Antúnez”
y el también valiente Presidio Político Pedro Luís
Boitel, entre otros.
Todos los que le siguieron y salieron a las calles
en demanda de libertad, participan de esa medalla. También
los que se mantienen sin claudicar en las difíciles condiciones
de las cárceles sin inspección internacional del régimen
totalitario cubano. Por supuesto, también los que se mantienen
luchando.
El presidente de los Estados Unidos de América,
George W. Bush, merece mención aparte. Es un hombre valiente
y capaz de asumir riesgos. Se lanza a fondo en defensa de lo que
cree, aunque en alguna ocasión haya cometido errores. Por
ello, ha pasado a ser el blanco de los peores ataques de la izquierda
internacional.
Disfruta de la atención priorizada del dictador
cubano, que lo estigmatiza desde sus “reflexiones”.
Los mismos liberales de izquierda que apoyan la dictadura totalitaria
de izquierda de la familia Castro son los peores críticos
del presidente Bush.
Pero el presidente demostró de forma fehaciente,
tenacidad, valor y determinación para defender los valores
democráticos de Norteamérica. Ahora tuvo coraje cívico
para premiar a Biscet; poco antes habló alto y claro contra
la dictadura favorita de la izquierda liberal norteamericana.
No debe dejarse de la mano que Fidel Castro y su
dictadura disfrutan de claras simpatías en los círculos
liberales de Norteamérica.
También gozan del compromiso y la alianza
de los países africanos, asiáticos y latinoamericanos
beneficiados con el trabajo esclavo de médicos y especialistas
cubanos. Cada dictador del mundo es, a su forma, aliado directo
o indirecto de la dictadura cubana.
Hoy las cosas no se dilucidan entre izquierda o
derecha. El dilema actual es democracia o dictadura. La batalla
está afirmada entre los que defienden el derecho a ser libres
y los que justifican un bien “mayor” para que un pueblo
o un grupo de pueblos vivan sin libertad.
Los artistas, los creadores y los políticos
de esa izquierda sin moral son los atacadores por excelencia del
presidente Bush. Desde el presidente iraní de nombre impronunciable
y el payaso del Palacio de Miraflores, hasta Danielle Mitterand
y Rigoberta Menchú. Ellos son los más grandes enemigos
de Cuba y de su libertad.
No importa a que lado del punto coloquen el
cero de sus principios éticos. A mucha o a poca distancia
desde la izquierda o desde la derecha, del santo y seña de
la palabra democracia. Esa que defiende un hombre valiente y solitario
desde Washington.
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