Cuba en tiempos difíciles
Por Armando Añel
Diario Las Américas
Son tiempos difíciles para Cuba. La agonía
de Fidel Castro, su principal victimario durante el último
medio siglo, podría vender la falsa imagen de que para los
cubanos los problemas están a punto de resolverse. Muerto
el perro, se supone que se acabó la rabia. Pero no necesariamente.
Por desgracia, la agonía se ha dilatado en
el tiempo, cíclica e intermitente, permitiendo que la nomenclatura
ponga a un lado sus diferencias y se reagrupe en torno a su instinto
de conservación, amamantada por el petróleo venezolano.
En Latinoamérica, la persistente torpeza
de las elites intelectuales y políticas, a lo que cabe añadir
los tradicionales déficits culturales que arrastra la región,
han traído como consecuencia un repunte de los totalitarismos
de izquierda, lo cual no puede sino revertirse en más atraso
y opresión para la mayor de las Antillas.
Dado que el castrismo se las ha arreglado para convertir
su mitología en un producto exportable –algo a lo que
contribuyen decisivamente los déficits culturales apuntados
arriba-, y dado que los subsidios de la metrópoli de turno,
Venezuela, se acrecientan cada semana que pasa, la oligarquía
cubana parece estar en condiciones de trascender los estertores
de Fidel Castro.
Los estertores pueden dilatarse meses, incluso años,
porque, a diferencia de la inmensa mayoría de los cubanos,
el máximo líder cuenta con infinidad de recursos médicos
–aquí sí gratuitos y de tecnología punta-,
sobre todo los que le llegan de ese Occidente capitalista al que
ha combatido sin cuartel toda su vida.
Por si fuera poco, está el nuevo Consejo
de Derechos Humanos de Naciones Unidas, integrado por países
del corte de Rusia, Cuba, Arabia Saudí, China o Pakistán.
La que en su momento fuera una herramienta de presión
al régimen de La Habana, en la dirección de proteger
los derechos fundamentales de los cubanos, se ha convertido en una
institución inefable, cómplice del castrismo y en
general de aquellos regímenes delincuentes cuyo historial
democrático y de respeto a las libertades individuales es
poco menos que inexistente. Precisamente, la nomenclatura permitió
hace pocos días el ingreso a la Isla de uno de los representantes
más conspicuos de dicho Consejo, el suizo Jean Ziegler.
Ziegler es el clásico izquierdista ultraconservador.
Admirador del Che Guevara, ha comparado al presidente George W.
Bush con Osama bin Laden, mientras entiende que “el orden
capitalista y caníbal del mundo mata sin necesidad”.
Según el relator especial de Naciones Unidas para el Derecho
a
la Alimentación, “lo más paradójico
es que la falta de alimentos responde a un esquema organizado en
beneficio de las empresas privadas internacionales”.
Un país como Cuba, en el que la malnutrición
ha provocado incluso epidemias recurrentes, como la de la neuritis
óptica, “puede servir de ejemplo a otros países
del mundo en materia de derecho a la alimentación”,
considera Ziegler.
Durante su visita, que finalizó este martes,
el suizo agradeció al régimen cubano “el apoyo
constante a la aplicación conceptual y realización
institucional del derecho a la alimentación de su pueblo”.
Aquí aplica aquello de que huelgan los comentarios.
Por supuesto, el castrismo ha declarado que está
dispuesto a recibir más relatores por el estilo de Ziegler,
cuyas credenciales políticas garantizan a La Habana que no
habrá “politización” ni “trato discriminatorio”
contra ella. El propio canciller cubano, Felipe Pérez Roque,
reveló que la invitación al suizo –ojo: el suizo
fue directamente invitado por las autoridades comunistas- es un
reconocimiento a su “ejecutoria personal, honesta y transparente”.
La nomenclatura lo ha dicho alto y claro: tiene una opinión
particularmente positiva de Ziegler.
Son tiempos difíciles para Cuba, pero
no cabe perder la esperanza. Parafraseando el lugar común,
todo es oprobio hasta un día.
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