Rojo
humillante
Aleaga Pesant
LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) –
Los colores, en sí mismos, son capaces de ampliar la idea
que se quiere expresar sobre ellos. Por eso existen el verde limón,
el azul marino, el naranja o el mamoncillo. En los humanos los colores
tienen adjetivación y apoyan la simpatía étnica-cultural,
cuando se dice negro como un tizón, blanco como la leche.
O representan estados emocionales, como en blanco del susto y rojo
de vergüenza.
Según las enciclopedias, los colores son
la sensación producida por los rayos luminosos que impresionan
los órganos visuales y que dependen de la longitud de onda.
Entre sus acepciones está la de dar un matiz de opinión
o facción política, que se expresa en: fulano pertenece
a este o al otro color; o, el gobierno tal es de tal color.
Las coloraciones dan identidad a equipos y clubes
deportivos que adoptan un color como símbolo propio en su
bandera y en los uniformes de sus atletas y entrenadores. También
dan rasgos peculiares a una región o lugar de carácter
popular, pintoresco, o al desastre ecológico, como el color
de la zona minera de Moa, Oriente.
Existen los colores nacionales, acogidos como distintivo
por cada país en su bandera, escudo y escarapela.
Existen expresiones como: se puso de mil colores,
mudar el color del rostro o sacarle los colores a la cara.
El rojo tiene muchos matices: el escarlata, encarnado,
carmesí, grana, púrpura, bermellón y carmín,
entre otros. Mi padre, comunista de los años treinta, hablaba
con orgullo de la bandera roja, coma símbolo de la lucha
de los oprimidos.
Hay un color que no aparece en la docta enciclopedia,
ni en las alegres conversaciones de las equinas habaneras: el rojo
humillación.
Ese matiz del rojo lo vi con dolor durante
el programa de Hugo Chávez, Aló presidente, en Santa
Clara. Chávez apareció con su habitual camisa y pulóver
rojos. Los miembros del gobierno allí presente lo imitaron,
vistiendo ropas de mismo color, como símbolo humillante de
la dirigencia cubana ante el Bonaparte suramericano.
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