En
busca de consenso
OSCAR PEÑA
No se puede entender cómo es posible que los cubanos exiliados
y los disidentes internos ante el largo y científico aparato
totalitario que controla, planifica y reparte hasta los fósforos
que recibe cada ciudadano, no hayan sabido enfrentar esa dictadura
absoluta con un mínimo de conciliación y consenso
para avanzar según el terreno que ocupa un viejo sistema
que organiza minuciosamente cada uno de sus pasos como si fuera
un reloj suizo. La realidad se impone: cuando el que usted enfrenta
es demócrata, usted debe ser demócrata y respetar
esos principios, pero cuando el que usted enfrenta es un dictador
absoluto y un régimen que no juega limpio, las circunstancias
lo obligan a ser algo superior: un estratega. Un patriota que esté
por encima de los egos y protagonismos que tenemos todos.
Como la lucha no es en una sociedad libre y democrática
no podemos darnos el lujo de reiterar acciones contraproducentes
y torpezas políticas. Definitivamente no se puede enfrentar
una dictadura de cuadros inteligentes y control total del país
con un frente interno y externo de Pericles fajados públicamente
entre ellos y poniéndose zancadillas. En mi etapa de lucha
en los inicios del movimiento disidente interno no descansé
en tratar de convencer a mis colegas que fueron el regionalismo
y las divisiones --más que la propia España-- los
que no permitieron a los mambises alcanzar la independencia con
anterioridad. Observen los lectores un detalle convincente: finales
del año 1988 dentro de Cuba. Las fuerzas contestatarias al
régimen también estaban dispersas y cada una por su
cuenta disparando al aire. Para el régimen éramos
en esa forma de actuar como simples picadas de mosquito. Pero cuando
nos propusimos --no para hacer una unidad de iguales porque eso
existe sólo en los cementerios-- sentarnos como hace un congreso
o parlamento en un país civilizado y entre todos meditar,
conjugar y pactar cuáles son las tareas que el momento requiere,
encendimos un bombillo rojo de peligro en el puesto de mando del
régimen. Por ello me expulsaron de Cuba.
La primera reunión la citamos para la casa
más grande que teníamos (la del Dr. Sebastián
Arcos) en el Reparto Aldabó, y cuando alrededor de las 8:30
de la mañana estaban dentro la mitad de los disidentes convocados,
llegaron más de 50 camiones llenos de brigadas paramilitares
''en nombre del pueblo'' para no permitir que entrara un disidente
más y para que supiéramos que fajándonos entre
nosotros podíamos existir dentro de Cuba, pero buscando un
mínimo de consenso no. Catorce días duró el
asedio a la casa. Cortaron el agua y la luz. Era la época
en que no había cámaras de TV extranjeras en Cuba
para denunciar esos abusos. Los buenos vecinos pasaban a escondidas
pan y leche. Si el pasado 10 de diciembre se hubiera alcanzado el
consenso de que era propicia la idea de marchar todos, en vez de
una docena, hubieran sido más de mil sólo los disidentes
conocidos.
En 1992 en Miami, al percatarme que el mismo virus
de la disidencia de Cuba lo tenía el Miami cubano de manera
peor, también me propuse convencerlos de la necesidad de
buscar consenso. Teóricamente todos me contestaron y apoyaron;
no obstante, en la práctica todos desanimaban: Juan descalifica
a Pedro y Pedro descalifica a Juan. El pasado 15 de diciembre tuvimos
una reunión del todavía incipiente Consenso Cubano
del Exilio, en la que participaron destacados miembros del exilio
cubano. Pero todavía hay sillas vacías en estas reuniones
trimestrales.
Cuando logramos buscar consenso y coordinación
de tareas dentro y fuera de Cuba los amigos extranjeros nos observan
más serios e inteligentes. Y por otra parte el adversario
se descompone más. En la pasada reunión de LASA en
Canadá la delegación del régimen de Cuba informó
a los presentes que no se dejaran engatusar con cantos de sirena
de la mafia de Miami. Expresaron en parte de su informe: ``Ahora
están haciendo alianzas y buscando consenso entre ellos y
utilizan un lenguaje conciliatorio, a la vez atrayente, pero con
marcado sentido diversionista, tratando de atraer a personas no
conocedoras realmente del proceso revolucionario cubano y de sus
principios de igualdad y justicia social. Sus argumentos tienen
marcado sentido ideológicamente contrarrevolucionario, que
evalúan como debe ser la transición en Cuba''.
Nadie lo dude. Las ideas cívicas, modernas
e incluyentes desarman de argumentos a los regímenes de fuerza
y excluyentes. Hay que trabajar contra el mensaje de odio y de plaza
sitiada que desean ondear las autoridades de Cuba para subsistir.
Invitar e involucrar a los que están dentro de las estructuras
del régimen, trasmitiéndoles que estamos luchando
por una Cuba donde quepan ellos, nosotros y todos los cubanos, y
donde ellos sean también protagonistas del cambio y participen
en la reconstruccción. No hay vencidos, ni vencedores. No
habrá nuevos exilios. Sólo Cuba es la ganadora.
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