Nefasto
con Carlos y punto
Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press
LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Los
aportes de la Cuba revolucionaria al crecimiento demográfico
internacional son relevantes.
Que un país tan pequeño y con un nivel
de vida tan elevado no exporte sólo locos, bandidos y proxenetas
por montones, si no también altos oficiales, famosos escritores
y artistas, talentos deportivos, dirigentes de cualquier tipo, segurosos,
opositores, y sobre todo, níquel y malanga japonesa, hablan
muy bien de nuestro espíritu solidario y productividad.
Bastaría una simple mirada desde Haití
a Senegal, desde Barbado a Katmandú para conocer la presencia
de cubanos en cada rincón del planeta.
Y no sólo en misiones barrio adentro, Sí,
se puede, y en guerritas mediáticas o trapaleras, pues también
aportamos (por fuga o por sorteo) miles de médicos-cocineros,
ingenieros-floristas, científicos en balsas, licenciados
vende fritas, entre otros profesionales apenados de recibir tan
buenos salarios y atenciones.
Si todos saben que es así, yo me pregunto:
¿Alguien puede dudar que seamos el único país
del mundo que ha propiciado a otros (sin que medie ningún
tipo de interés o convenio de colaboración), equipos
nacionales de béisbol, escuadras de boxeo, compañías
de danza, red de espías y orquestas, por sólo citar
los de mejores posibilidades para huir o colarse?
¿Existe algún obtuso comunista que
cuestione nuestra probidad en inundar también de mano de
obra barata el universo? ¿Piensan que agotamos nuestras reservas
éticas dispuestas a emigrar en cuanto se presente la próxima
oportunidad individual o la estampida?
De ser así, cuente hoy los vecinos de la cuadra,
los compañeros de trabajo, los artistas, dirigentes, deportistas
y locutores que salen por la televisión o gritan desde una
tribuna. La próxima semana, haga un recuento y verá
como descuarijingados, hecho polvo, tan estancados y sin futuro
como la economía, la política y la sociedad, aún
aportamos personal calificado a cualquier país de la tierra.
Lo nuestro es ayudar al prójimo y a los gobiernos
de otras latitudes. No porque pensemos que del otro lado del océano
se viva bien, si no, que en cuál parte alejada de nuestro
infierno se vive mejor.
Mientras tanto, nuestros Comunistas del Último
Día (luego de una fuga vertiginosa) van tapizando con su
carné del partido las lozas de todos los aeropuertos del
mundo.
Atrás quedan sus muelas patrioteras, sus llamados
a conservar la identidad, los logros de la revolución, pues
cuando tienen una oportunidad se quitan el maquillaje que les obligaron
a usar desde la cuna.
Miremos si no a Carlos Otero, quien mientras esperaba
que le llegara su hora Para bailar, tuvo que ubicarse Justo al Medio
durante muchos años, y vivir de un Sabadazo que le permitiera
poner punto final a sus genuflexas actuaciones, pese a que juraba
decir la verdad, solo la verdad, y nada más que la verdad.
Y así es como debe comportarse un comunista
que detesta la lobreguez de un calabozo, el plan pijama, o un empleo
como domador de cucarachas en una trapishopping.
Los cubanos somos amantes del bolero por tradición
y decreto, y nos identifica aquel que dice: “Miénteme
más, que me hace tu maldad, feliz”, justo cuando aguardamos
por el tema musical de Fuga de la Prisión.
Es decir, que un cubano que se respete no puede ser
honesto. Jamás puede decir su verdad al enemigo, ya que puede
hallarse oculto en un espejo, el beso de una ninfa, la suela de
los zapatos, una croqueta explosiva, los ojos del vecino, un apretón
de mano, y tantos sitios más desde donde se vela por los
Actos contra la Independencia o la Territorialidad Integral del
Estado, que puede ser un simple estoy de Cuba hasta el cuello.
Ante una realidad tan incuestionable, sólo
queda decir: gracias, Carlos Otero, por abrirle los ojos a quienes
aún dudan de que la escena nacional cubana está llena
de actores. Los que te seguirán, hoy te saludan.
Eso te lo aseguro yo, Nefasto “El apuntador
del teatro”
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