Retrato
de una familia
Rafael Ferro Salas
PINAR DEL RÍO, Cuba, diciembre (www.cubanet.org)
- Juan Arístides Santiestevez supo la noticia y creyó
que el cielo le caía encima. Su hija Rebeca, residente en
Orlando, dio a luz una niña. Entonces comenzó su odisea,
soñaba con la muchachita sin conocerla y recreaba con imágenes
de fantasía sus retozos y risas de abuelo.
Arístides empezó sus trámites
para ir a visitarlas y después de un largo camino de obstáculos
logró llegar a los Estados Unidos y se dedicó a tiempo
completo a recrearse con su nieta. Después tuvo que asumir
el regreso. Arístides vive en Cuba, uno de los pocos sitios
de este mundo donde la familia sigue separada por un mar de olas,
prohibiciones y trámites, que a merced de la política
dan al traste con los derechos de la unión familiar.
Desde el año 2005 este hombre de 67 años
no ha vuelto a ver a su hija, y a su nieta que hoy tiene dos años.
Arístides vive con su esposa Nidia García Machín
desde hace cuarenta y dos años.
Cuando fui a entrevistarlo estaba atendiendo su pequeño
negocio de venta de alimentos ligeros en el portal de su casa, y
me pareció la persona más triste de este mundo. No
fue una entrevista formal, sino una especie de diálogo entre
la esperanza y las motivaciones, el desengaño y la impotencia;
también algo de miedo.
“No me adapto a mirar a mi nieta en fotos,
así tuve que hacer primero con mi hija; desde que salió
de Cuba me llegaban sus fotografías y la vida la iba cambiando
sin apenas darnos cuenta mi esposa y yo. Sería bien triste
que esa mala suerte me tocara ahora con mi nieta. En mi corazón
siempre late la confianza en el gobierno de los Estados Unidos;
a ese gobierno es al único que uno puede recurrir para lograr
tener contacto con los seres queridos que se vieron obligados a
emigrar” -dice Arístides.
“Yo siempre he trabajado independiente y lo
que lucho en mi cafetería nos da para vivir a mi esposa y
a mí. Desde allá también nos ayuda mi hija.
Yo no abuso de ella; siempre estoy al tanto de su salud y la de
mi nieta, pero todo es mediante el teléfono y eso es muy
triste. A cada momento de nuestras vidas mi esposa y yo queremos
estar junto a ellas pero es imposible. Mi esposa y yo estamos adaptados
a vivir en Cuba; nadie nos puede obligar a dejar nuestro país,
nos moriríamos de tristeza en otro lugar. Ya somos viejos,
en el exilio se sufre mucho. Yo lo que quiero, es visitar a mi hija
y a mi nieta y estar con ellas. Esa es mi única aspiración”.
“A veces –continúa su relato-
me da lástima cobrarles a las personas que vienen con niños,
en esos instantes me acuerdo de mi nieta, pero hay que hacerlo.
Los que estamos pagando las consecuencias de las discordias entre
los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos somos nosotros, los cubanos
de allá y de aquí.
La familia, para los norteamericanos es lo más
importante, algo que se venera. Por eso el gobierno de ese país
ha tendido la mano a las familias cubanas, permitiendo que se encuentren;
principalmente se lo han facilitado a los que vivimos en Cuba.
“Ahora rezo cada noche para que me den
la oportunidad de regresar a ver a mi nieta y a mi hija y salir
de las fotos por un tiempo. Cuando vaya a la entrevista que tengo
en la Oficina de Intereses iré cargado de esperanzas”.
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