Los
No Alineados toman partido contra la modernidad
Carlos Alberto Montaner, El
Nuevo Herald, 10 de septiembre de 2006.
Amediados de septiembre se reunirán en
La Habana los gobiernos agrupados en una curiosa
instancia diplomática internacional conocida
como Movimiento de Países No Alineados.
La integran más de un centenar de Estados
del tercer mundo. Fue creada en 1961 por Tito,
Nasser e Indira Gandhi, en medio de la guerra
fría, con el objeto de protegerse de las
acciones de Washington o de Moscú, aunque,
en general, se inclinaban más en favor
de los intereses soviéticos que de los
norteamericanos. Tras la desaparición de
la URSS y del bloque socialista, hecho que marcaba
el fin del mundo bipolar surgido tras la Segunda
Guerra, parecía que la organización
sería disuelta, pero no ha sido así:
continúa viva y coleando, aunque hoy algunos
de sus miembros intentan utilizarla para otros
propósitos.
En efecto, a La Habana, junto a varias decenas
de políticos, llegarán el presidente
de Irán, Mahmud Ahmadinejad --ese peligrosísimo
fanático de ojos diminutos, empeñado
en fabricar bombas atómicas y decidido
a borrar del mapa a Israel--, Hugo Chávez,
Evo Morales, tal vez el sirio Bashar al-Assad
y el norcoreano Kim Jong-Il, o sus representantes
personales, más otros personajes de parecido
pelaje ideológico, personeros de abominables
satrapías, quienes, morbosamente intrigados
por la mala salud del comandante, tras visitar
a Fidel Castro, el agonizante godfather que les
extenderá una manita frágil y vacilante,
tratarán de darle un vuelco a NOAL, siglas
por las que se conoce al Movimiento.
La dirección que tendrá ese pretendido
giro ya se sabe: antiamericanismo, antisemitismo,
antioccidentalismo y, naturalmente, antiglobalización.
El propósito que anima a este grupo de
la izquierda retrógrada --enemiga del progreso,
del pluralismo, la tolerancia y la democracia--
es transformar a NOAL en un instrumento de lucha
para conseguir la hegemonía planetaria
de lo que algunos llaman ''el socialismo del siglo
XXI'', nuevo disfraz de una viejísima tendencia
autoritaria y colectivista que cambia de ropaje
con cada generación que la sustenta, enemiga
de la libertad y de los derechos individuales,
en lucha incesante contra las ideas de la Ilustración
desde hace tres siglos.
Pero si bien las intenciones de este grupo son
bastante claras, lo que carece de explicación
es qué hacen o qué van a hacer a
partir de ahora dentro de NOAL algunos países
como Colombia, Chile, República Dominicana,
Ecuador, Guatemala o Nicaragua, cuyos principales
aliados en todos los terrenos son Estados Unidos,
la Unión Europea y Japón. También
hay que preguntarse por qué continúan
figurando en ella, aunque sea en calidad de observadoras,
otras naciones como México, El Salvador
o Costa Rica, cuyos gobernantes nada tienen que
ver con la visión del mundo que plantea
esa izquierda retrógrada e ignorante que
tanto daño le ha hecho a la humanidad,
y muy especialmente a los inmensos estratos de
la sociedad a los que mantiene en la pobreza y
el atraso como consecuencia de las estupideces
que postula e impone cuando ejerce el poder.
En 1979, también en Cuba, entonces un
obediente satélite de Moscú, cuando
Fidel Castro presidió NOAL por primera
vez, en un discurso que pasaría a la historia
como el manual del perfecto lacayo, trató
de colocar al Movimiento bajo la advocación
del Kremlin, argumentando que para los países
del tercer mundo carecía de sentido situarse
en una posición equidistante de EEUU y
de la URSS, dado que Rusia era el aliado natural
de los países pobres del planeta. Afortunadamente,
el yugoslavo Tito, un comunista nacionalista fundador
de NOAL y temeroso adversario del imperialismo
soviético, le impidió resueltamente
la maniobra, lo que selló la animadversión
total y permanente entre los dos dictadores.
El problema es que en esta nueva cita cubana
no hay un Tito dispuesto a dar la batalla para
evitar que NOAL se transforme en otro foro tercermundista
al servicio del disparate y enemigo de la libertad
y del desarrollo. Los países latinoamericanos
que acuden a La Habana --exceptuados Cuba, Venezuela
y Bolivia, que han precisado cuidadosamente sus
delirantes objetivos-- no tienen una visión
estratégica de los conflictos internacionales,
y ni siquiera han definido cuáles son los
intereses nacionales que deben defenderse, lo
que potencialmente los convierte en una comparsa
pasiva que, sin desearlo, acabará bailando
al compás de una música absolutamente
perjudicial. Será una nueva y triste versión
del silencio de los corderos.
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