El
profesor Ricardo Bofill
Oscar Peña, El
Nuevo Herald, 13 de febrero de 2006.
Ricardo Bofill es un cubano que en el exilio
inexplicablemente no ha sido valorado en la dimensión
que se merece. Posiblemente sea producto de la
vieja y dañina cultura política
cubana donde sólo te consideran héroe
o verdadero patriota si has luchado con armas
de fuego o métodos violentos: otros cubanos
no son de pura raza. Nunca he entendido cómo
Carlos Alberto Montaner, un brillante cubano que
sabe competir políticamente en el mundo
moderno, no es proa de los exiliados. El combate
que desarma a las dictaduras es el de las ideas,
vestidas con el camuflaje de una guayabera cubana.
Está pendiente el merecido homenaje que
debemos los cubanos a Ricardo Bofill. Fue el genio
político que buscó el arma perfecta
para combatir al dictador Fidel Castro: los derechos
humanos. Cuando la ignorancia cívica y
la desinformación del pueblo cubano se
limitaba a pensar que el tener un servicio de
salud pública y educación ya bastaba
para considerar a Cuba una nación humanitaria
y moderna, surge Ricardo Bofill como un profesor
de pueblo a enarbolar valientemente por las calles
de La Habana la idea de que Cuba era un país
suspenso en todas las libertades del hombre.
A Fidel Castro le fue posible enfrentarse a los
que usaban el fusil, la bomba, la candela, el
sabotaje, etc. Aparte de dominar el tema porque
habían sido sus métodos, se había
preparado fuertemente para esa oposición,
pero no lo estaba para enfrentarse a la mortal
arma cívica que desenfundaba un cubano
de la barriada de Guanabacoa. Bofill surcó
la historia moderna cubana enarbolando la Declaración
Universal de los Derechos Humanos. Trasladando
las denuncias del pueblo cubano a todas las tribunas
internacionales, hizo temblar las estructuras
del régimen y esparció las semillas
que han germinado como el movimiento de oposición
democrática dentro de Cuba.
Hace ahora 27 años que tuve el honor de
coincidir con él y con Adolfo Rivero Caro
detenidos en los cuarteles de Villa Marista. También
después en el Combinado del Este estuvimos
en edificios penales distintos, sin comunicación.
El estaba en el 1ro. y yo en el 4to. piso del
3 con mi amigo Pedrito Portal, uno de los fotógrafos
estrellas de El Nuevo Herald, como compañero
de celda. Cuando salí, el fallecido ex
preso político Dagoberto Gómez Gómez
me llevó hasta sus coordenadas. Bofill
fue tan humanitario que al conocer a mi esposa
Tania y mis tres hijos pequeños nos expresó
con mucha determinación: ''Por favor, váyanse
de aquí y no vuelvan más. Es un
crimen exponer a una familia a lo que le viene
encima. Batallar contra un régimen como
el cubano es sólo para hombres solos y
locos''. Esa mañana en el reparto Mañana
se agregaron dos locos más a la lista de
los cubanos cuerdos.
Todos los miembros del Comité Cubano pro
derechos Humanos, la primera organización
cívica catalogada de contrarrevolucionaria
por el régimen, y llamados disidentes por
las agencias extranjeras, comenzamos a llamar
''profesor'' a Bofill, porque realmente es un
profesor sobre los derechos del hombre y un profesor
de valor cívico. Recuerdo que un día
el periódico Granma y la TV del régimen
dedicó todas sus hojas y programación
a tratar de denigrarlo con mentiras e historietas.
Rápidamente decidí ir a su casa
para estimularlo y estar al lado de él
ante tantas bajezas. Esa mañana fue él
quien me estimuló a mí y me puso
una inyección de adrenalina: tenía
toda la sala de su casa con las hojas del Granma
pegadas a las paredes y repitiéndome una
y mil veces: "Les ganamos, les ganamos. El
pueblo lee el periódico Granma al revés''.
Gracias cubanas, Ricardo Bofill, por saber salvar
el honor de los cubanos, encendiendo la vela cívica
que ha demostrado que no todo el pueblo es una
manada de carneros. Gracias por presentarme en
la iglesia de la calle Salud a los valientes patriotas
Gustavo y Sebastián Arcos Bergnes el día
que salieron de la prisión. Gracias por
darme el privilegio de haber hecho también
tantas tareas junto a ellos.
Recibe, profesor, a los 30 años de tu
sueño, mi respeto y admiración.
Recibe de muchos compatriotas tuyos la llave de
la ciudad de Miami que no te han entregado; la
de La Habana ya el pueblo te la ha dado.
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