PRENSA INTERNACIONAL
Marzo 15, 2005
 

Informe cubano

Oscar Peña, El Nuevo Herald, 14 de marzo de 2005.

Atodos nos encanta ser siempre portador de buenas noticias o el dibujante de lindos paraísos, pero no es edificante ni honesto hacerlo si el panorama es otro. Es el caso de Cuba. El país está prácticamente paralizado en todas las esferas de la sociedad y atrapado en pronunciamientos de falsos resultados, ficción e inconstante optimismo. Por una parte la Cuba oficial proyecta un país que crece y prospera en todos los sectores, cuando la realidad es que el pueblo cubano vive cada día peor; por la otra tenemos filas de la oposición externa e interna que presentan un cuadro triunfalista. Algunos han llegado a afirmar, más seriamente que en años anteriores, que en 2005 Cuba será libre.

Mienten las autoridades de Cuba al tratar de presentar una sociedad en evolución, placentera, productiva, militante y devota a ellos. Mentimos los que en la oposición interna y el exilio aseguramos una desaparición o rápida caída del régimen. Es irresponsabilidad con la nación cubana emitir todos los años esperanzas cuando no se tiene una base. La real verdad de Cuba hoy es otra: no existe un pueblo comunista y combativo que apoya genuinamente al régimen de Fidel Castro, como tampoco existe un pueblo haciendo los más mínimos esfuerzos por librarse de sus ataduras.

Sólo queda la historia de aquella amplia base popular que tuvo el régimen de La Habana. Tiempos en que más del 85% del pueblo estaba exaltado de demagogia fidelista y utopías. Por ello hemos expresado que el desembarco y combate de Playa Girón fue un error político de los líderes exiliados y de los norteamericanos que lo organizaron. Pues ni con el apoyo de la aviación norteamericana se podía pensar en una genuina victoria. Quizás se hubiera podido tomar el país, pero no se hubiera vencido. Igual error político lo constituyeron el alzamiento del Escambray, las conspiraciones y las acciones clandestinas urbanas, pues estaba todavía fresco el triunfo de una revolución popular que contaba con un apoyo abrumador. Cuba tuvo una ceguera nacional. Aquellos luchadores por la libertad de Cuba tuvieron buena vista para detectar el comunismo que venía envuelto en el equipaje de Fidel Castro, pero perdieron la perspectiva del olfato político para enfrentarlo.

Fueron tiempos en que el pueblo en forma masiva se enrolaba espontáneamente en los batallones de milicias, iba a las montañas a alfabetizar campesinos, renunciaba a los altos salarios, trabajaba voluntario, rompía lazos con el que se iba del país, considerándolo traidor. El pueblo cubano --como parece sucede al de Venezuela hoy-- se endrogó políticamente, fue superficial para buscar soluciones y se equivocó.

Hoy el panorama es distinto y tampoco resulta halagüeño. De un mal bandazo como pueblo ayer, haciendo y apoyando una violenta y radical revolución, hemos tomado otro mal rumbo, ser un pueblo contemplativo, indiferente con los destinos de nuestra patria. Desde las más altas esferas de dirección del régimen hasta el nivel más inferior de la ciudadanía se ocultan sentimientos e inquietudes. Todos mienten, todos fingen, llenamos un ma-

lecón y una plaza en cada provincia con sonrisas hipócritas y superficiales. Somos un pueblo enfermo y sin lugar a dudas entre los daños provocados por esa revolución el más grande ha sido desbaratar la ética del ciudadano. Nuestro taimado actuar confunde al vecino, al compañero de trabajo, confunde también a la opinión internacional. En la observación de esa sociedad cubana radica el ambiguo comportamiento que tienen los diferentes países con la problemática cubana.

Con la excepción del valiente movimiento disidente que está en las calles y las prisiones políticas, que aún no ha encontrado la brújula adecuada que lo lleve a la atracción nacional y también es herido por las infiltraciones de la Seguridad del Estado y sus propios errores, el único paso de oposición que hace el cubano hoy es apuntarse calladamente en la lotería de visas para irse del país, desertar en un viaje oficial, pedir al familiar en el exterior que lo reclame o a un amigo que lo invite para quedarse, meterse en una embajada inventándose un expediente de perseguido político, pagar el viaje en lancha o tirarse al mar en una balsa. Todos quieren regalar sus raíces cubanas. Y los que no pueden irse, quedan viviendo con una mezcla de miedo, oportunismo e incredulidad que sepulta los mejores valores del cubano. ¿Quién se atreve a asegurar una caída del régimen en 2005 con esta triste fotografía cubana?

Con la patria no debemos hacer nunca vislumbres demagógicos ni evaluar su situación rebuscando frases políticamente correctas. Es sólo con franqueza que podemos rectificar el camino. Definitivamente, para que nuestra isla no se destruya más, para no seguir huyendo, para no competir con Hollywood en actuación y no seguir en la pena nacional de esperar la libertad con la muerte de Fidel Castro o con una invasión norteamericana, los cubanos tenemos que explorar la búsqueda de soluciones con hoja de ruta cubana. Ser cubano siempre ha sido un privilegio y un orgullo. No hay otra alternativa. Tenemos los cubanos un desafío cívico.

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