La ola izquierdista
en América latina
Por Andrés Oppenheimer.
La Nación
Line, Argentina, 8 de Marzo de 2005.
MIAMI.- La toma de posesión del presidente
socialista uruguayo Tabaré Vázquez
ha sido interpretada, casi unánimemente,
como la última evidencia de un giro hacia
la izquierda en toda América latina. Pero,
adivinen qué. Puede ser lo mejor.
Es cierto que las imágenes de banderas
cubanas y venezolanas en las calles de la capital
uruguaya fueron vistas por los economistas internacionales
en Nueva York, Londres, Berlín y -crecientemente-
Pekín como un regreso a la edad de piedra
en esta región.
Muchos de ellos concluyeron que el problema de
América latina no es político, sino
psiquiátrico. La región, al igual
que un adolescente problemático que vive
en la negación y siempre culpa a los demás
de sus problemas, está rechazando las políticas
de libre mercado que están funcionando
en todo el resto del mundo, dicen los economistas,
con datos en las manos.
Mientras que las multitudes en Montevideo coreaban
consignas contra la globalización, el resto
del mundo en desarrollo -encabezado por China,
la India y la ex Europa del Este, que juntos tienen
cinco veces la población de América
latina y más de tres veces su producto
bruto- está apostando de lleno a la apertura
económica y la globalización, cortejando
a inversores extranjeros y reduciendo la pobreza
a tasas sin precedente.
En efecto, la pobreza mundial se ha reducido
a la mitad -del 40 por ciento al 21 por ciento
de la población del planeta- desde que
China y la India empezaron a abrir sus economías
hace dos décadas, según cifras del
Banco Mundial. Tan sólo China y la India
han sacado a más de 500 millones de personas
de la extrema pobreza desde 1981, mientras que
América latina ha sido la excepción
a la regla, creando 28 millones de nuevos pobres
en el mismo período.
Y lo que causa más sorpresa entre los
economistas internacionales es que las multitudes
en Uruguay no estaban vitoreando a Chile, el único
país latinoamericano que ha logrado disminuir
la pobreza a la mitad en los últimos 15
años, sino a Cuba, la única nación
que ha hecho uniformemente pobre a toda su población
en las últimas décadas.
Pero antes de analizar por qué el giro
a la izquierda en América latina podría
ser para mejor, veamos el mapa político
de la región. Desde 1998, presidentes de
izquierda o centroizquierda han llegado al poder
en Venezuela, Chile, Ecuador, Brasil, la Argentina,
Bolivia, Panamá y Uruguay, muchos de ellos
después de ganar elecciones por márgenes
abrumadores.
Y puede que vengan varios más. La candidata
socialista Michelle Bachelet está encabezando
las encuestas para las elecciones presidenciales
de diciembre en Chile, mientras que el alcalde
izquierdista de la Ciudad de México, Andrés
Manuel López Obrador, va primero en las
encuestas para los comicios presidenciales de
2006.
Si las tendencias se mantienen, podríamos
tener muy pronto a presidentes de izquierda gobernando
a más del 75 por ciento de la población
de América latina.
¿Por qué habría que alegrarse?
Porque tal vez estemos presenciando el surgimiento
de una izquierda responsable y moderna en muchos
países, que ayudará a darle estabilidad
política a la región.
Uno de los principales problemas históricos
de América latina ha sido la falta de continuidad
en sus políticas. La región tiene
una larga historia de líderes mesiánicos
que rechazan todo lo que heredaron de sus predecesores,
pretenden refundar sus países reescribiendo
las reglas del juego y ahuyentan a los inversores,
como hemos visto en Venezuela y en Cuba.
Pero, con suerte, Venezuela y Cuba serán
la excepción a la regla. Probablemente
el nuevo presidente de Uruguay, siguiendo los
pasos de sus pares en Brasil y Chile, pronto tome
distancia de los "ultras´´ de
su partido. Su ministro de Economía, Danilo
Astori, ya dijo la semana pasada que "aumentar
la inversión es una prioridad absolutamente
indiscutible´´ del nuevo gobierno.
Es cierto que a muchos de nosotros nos choca
el desdén de algunos de los nuevos gobiernos
de izquierda por la causa de los derechos humanos
universales. Vázquez y muchos de sus vecinos
están dándole palmaditas al hombro
a Cuba, una dictadura troglodita que apenas recientemente
condenó a 75 opositores pacíficos
a penas de hasta 28 años de cárcel.
Y, por supuesto, no se puede descartar que el
autócrata electo de Venezuela, Hugo Chávez,
que está nadando en petróleo y recorriendo
la región firmando cheques a cambio de
apoyo político, podría contribuir
al surgimiento de nuevas dictaduras que asustarán
a los inversores y aumentarán la pobreza.
Pero probablemente prevalecerán los modelos
de Chile y Brasil. Con suerte, los países
latinoamericanos se convertirán en democracias
modernas donde, como España, Italia o Chile,
se alternan gobiernos conservadores y socialistas,
sin que ningún inversor huya despavorido.
Eso es lo mejor que le podría pasar a América
latina, y quizá ya haya empezado a suceder.
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