Catorce maneras de retrasar
la transición en Cuba
Frank Calzón, El
Nuevo Herald, 4 de marzo de 2005.
Durante años profesores y líderes
en el exilio no han cesado de estudiar y plantear
medidas para acelerar la llegada de la libertad
y el respeto a los derechos humanos en Cuba. Vamos
a examinar la cuestión de otra manera:
¿qué podemos hacer para retrasar,
para hacer más difícil el arribo
de la democracia a la isla? He identificado catorce
formas de ayudar a demorar la transición.
Seguramente algunos lectores podrán añadir
muchas otras que, sin lugar a dudas, serán
del agrado del régimen castrista:
o Insistamos en que cada uno de nosotros tiene
absolutamente toda la razón. El que tenga
la menor diferencia de opinión con nosotros
es un traidor o un tonto útil. Así
protegeremos nuestra pureza ideológica
y dividiremos aún más a la oposición
democrática.
o Anunciemos que vamos a enviar cientos de miles
de dólares a la disidencia y no lo hagamos:
lograremos que la disidencia piense que somos
unos ladrones o unos mentirosos.
o Digámosles a los cubanos de Miami una
cosa, pero en Washington insistamos en que, a
diferencia de nuestros duros compatriotas, nosotros
somos ''flexibles'': les caeremos simpáticos
hasta a los cabilderos de Castro, porque lo peor
en esta vida es caer pesado.
o Si algo malo le sucede al régimen, hay
que declarar que irremediablemente Castro se saldrá
con la suya. Repitamos que al lado del comandante
todos los cubanos somos unos pigmeos.
o Si alguien está dispuesto a ayudarnos,
insistamos en que hay gato encerrado; nadie va
a ser tan tonto como para ayudarnos gratis.
o Cuando alguna gestión nos salga mal,
hay que decir que el pasado es el pasado, que
la culpa es ciento por ciento de Castro y que
no vale la pena examinar lo sucedido porque nadie
aprende de sus errores.
o Cuando hablemos en algún lugar, hablemos
solamente de nuestra organización, de nuestras
victorias; porque es absolutamente innegable que
nadie hace nada más.
o Anunciemos a bombo y platillo lo que vamos
a hacer. Exageremos nuestra influencia; y después
de se publiquen las declaraciones nos podemos
olvidar del asunto. Los cubanos somos un pueblo
de poca memoria.
o En vez de desarrollar coaliciones, acercarnos
a otros cubanos exiliados o a gobiernos democráticos,
demos por sentado que estamos solos y que nada
importa lo que digan Vaclav Havel, José
María Aznar o George W. Bush, hemos sido
traicionados y a nadie le importa la tragedia
cubana.
o Hay que decirle al mundo que estamos muy divididos
y que los congresistas cubanoamericanos elegidos
por abrumadoras mayorías son unos extremistas
que no representan a nadie.
o Convenzamos a periodistas y políticos
de que los cubanos jóvenes ''ya no piensan
como sus padres''; que a pesar de los grupos estudiantiles
cubanos en muchas universidades, la oposición
a Castro es una cosa de la tercera edad: una obsesión
generacional.
o Presentemos a los exiliados como gente burda
e incivilizada. Y a Miami, donde se trasmiten
programas de radio claramente procastristas, como
profundamente intolerante, donde las bombas contra
los ''moderados'' explotan a diario.
o No se nos ocurra hablar de los fusilamientos,
de los presos políticos o de los abusos
y arbitrariedades que se cometen en Cuba. La mayoría
de esas cosas pasaron hace muchos años
y es de mal gusto hablar de eso. Hay que reconciliarse
porque todos tenemos culpas y a quién se
le va a ocurrir insistir en que Castro suspenda
las golpizas de los presos antes de pasar borrón
y cuenta nueva.
o Finalmente, prestémonos a cualquier
maniobra de La Habana. Vayamos a la isla a participar
en congresos, a denunciar a los Estados Unidos,
a disfrutar de los buenos hoteles de Varadero
mientras a los cubanos en la isla no se les permite
entrar en esos hoteles ni en las playas para turistas.
Insistamos en que vamos a ''dialogar'', mientras
los obispos cubanos, los presos políticos
y los activistas por los derechos humanos permanecen
sin voz por la represión oficial.
Sin duda, siguiendo concienzudamente todas las
medidas anteriores nos ganaremos la etiqueta de
''progresistas'', de ''gente razonable''; nos
invitarán a participar en influyentes organizaciones
norteamericanas, podremos dar conferencias en
la Universidad de La Habana y recibiremos el afecto
de los compañeros de la seguridad cuando
visitemos la isla.
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