Castro y la nueva izquierda
Pablo Alfonso. El
Nuevo Herald, 6 de marzo de 2005.
No nay nada más cierto que esa vieja frase
que asegura: "los extremos se tocan".
Esta afirmación, con características
de enunciado matemático, cobra vida en
estos días a propósito de la llegada
al poder del nuevo presidente de Uruguay, Manuel
Tabaré Vázquez, líder de
la coalición de izquierda, Frente Amplio.
En La Habana y en Miami la interpretación
es casi la misma: se trata de un giro más
a la izquierda en América Latina. De acuerdo.
La pregunta es, ¿qué tipo de giro
y qué tipo de izquierda? De estos matices
se dice poco o nada, ni en Miami ni en La Habana.
Si observamos el panorama latinoamericano con
la óptica de la prensa oficial cubana,
tal parece que el castrismo cobra vida a través
de los nuevos gobiernos populares de la región.
Si lo hacemos con la óptica de muchos
comentaristas y medios de información de
Miami la conclusión es la misma.
La coincidencia es fruto de la manipulación,
en La Habana; y del despiste y el facilismo interpretativo
en Miami.
Lo cierto es que la llamada nueva izquierda latinoamericana
tiene muy poco que ver con el supuesto socialismo
de la decadente dictadura castrista. Con excepción
del iluminado mandatario de Venezuela, Hugo Chávez,
-que parece considerarse predestinado a dirigir
una revolución continental-, los presidentes
Lula, de Brasil; Kirchner, de Argentina; Lagos,
de Chile; Vazquez, de Uruguay; Gutiérrez,
de Ecuador; o Torrijos de Panama; no han dado
ninguna muestra de querer para sus pueblos un
régimen semejante al de la Cuba castrista.
La vieja izquierda latinoamericana, representada
por Castro, extremista y totalitaria, está
en desuso, pertenece al pasado. La nueva izquierda
latinoamericana, es democrática y plural,
apunta hacia el futuro de un mundo cada vez más
globalizado.
Es cierto que la nueva izquierda trata al castrismo
con cierta condescendecia; y hasta con paciencia,
pero está muy lejos de seguir sus postulados
políticos. Hay un solo punto en común
que los une: La denuncia al ''imperialismo norteamericano''.
Una agenda política congénita en
la izquierda latinoamericana, pero que incluso
en este caso, tiene matices.
Al margen de lo que se escribe en la prensa cubana,
Castro está consciente de que sus días
como conductor latinoamericano ya finalizaron.
El rol que le queda, si acaso, es el de un consejero
a quien se escucha, pero cuyos consejos no necesariamente
se siguen.
Quizás sea ésta la clave que explique
su ausencia durante la toma de posesión
del presidente Vazquez en Uruguay. Hay quienes
señalan que, el dictador cubano, se sintió
relegado a un segundo plano porque no habia sido
invitado al conclave que sostuvieron los mandatarios
de Argentina, Brasil y Venezuela. Pudiera ser.
Especulaciones aparte lo cierto es que el nuevo
canciller de Uruguay, Reinaldo Gargano, ya descartó
que Cuba pudiera ser miembro pleno del MERCOSUR,
como solicitó su homólogo Perez
Roque, y ni siquiera miembro asociado, como lo
son Chile o Bolivia.
El problema de fondo es que en las reglas del
MERCOSUR existe una ''cláusula democrática''
(democrática de verdad, con prensa libre,
derechos civiles y partidos políticos)
que la dictadura castrista no reúne.
Por Buenos Aires, las cosas tampoco marchan muy
favorables para Castro y Chavez, su aliado venezolano.
Por los pasillos de la Casa Rosada se percibe
cierto ''cansancio'' de las constantes sugerencias
de ambos en asuntos de política externa
que competen únicamente al gobierno argentino.
El resultado ha sido la cancelación de
la visita que el presidente Kirchner tenía
programada para este año a La Habana.
El dictador cubano tiene una asignatura política
pendiente con Argentina (además de una
deuda de casi $2,000 millones). El caso de la
doctora Hilda Molina.
''Nosotros no vamos a abandonar este reclamo
humanitario, que es de absoluto sentido común'',
recordó el pasado el jueves el canciller
argentino Rafael Bielsa.
Es posible que el próximo jueves cuando
la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, y el
asesor presidencial brasileño, José
Dirceu, se reúnan en Washington, el tema
de Cuba sea un punto tangencial de la agenda.
Sin embargo, Brasil va a Washington a negociar
una justa aplicación del ALCA y no a proclamar
su muerte como prefieren Caracas y La Habana.
palfonso@herald.com
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