El
alto precio de la libertad
Vanessa Bauzá. El
Sentinel, 25de junio de 2005.
Henry Hernández casi nunca había
salido de su pueblo costero de Cienfuegos -- ni
mucho menos de Cuba -- cuando su abuelo decidió
reubicar a su familia en Sioux Falls, Dakota del
Sur, después que le otorgaran asilo político
a través de un programa ofrecido por una
iglesia luterana.
Desde que llegó Hernández, de 32
años, extrañaba el calor familiar
y la camaradería de su destartalado barrio,
lleno de viejas calles y humildes viviendas. Odiaba
el individualismo de Dakota del Sur, donde las
relaciones con los vecinos rara vez pasaban de
un "hola" o un "adiós".
Y en lugar de pasar las tardes con sus amigos
charlando sobre peleas de gallos o jugando dominó
como lo hacía en Cienfuegos, Hernández
estaba atado a un riguroso horario, trabajando
en dos empleos, uno como techero y otro como mecánico.
Los interminables veranos en Cuba llenos de sol
se tornaron en inviernos fríos y obscuros
en la pradera."Hubo días en los que
me encerraba en mi cuarto y lloraba. No me da
vergüenza contarlo. No paraba de nevar en
cuatro o cinco días", recordaba Hernández
recientemente en una plazuela de Cienfuegos. "Desde
que me fui, siempre quise volver".
Durante nueve años, Hernández se
dedicó a trabajar para ahorrar suficiente
dinero para visitar su tierra natal. Finalmente,
el año pasado, logró convencer a
su madre de que se sentiría mejor si regresaba
a vivir Cuba, dejando a su familia en Estados
Unidos.
Ahora vive en Cienfuegos con el dinero que sus
familiares le envían de Estados Unidos.
Funcionarios de inmigración están
procesando su solicitud de repatriación.
Hernández cuenta que algunos de sus amigos
lo creen loco por haber regresado a Cuba donde
muchos arriesgan la vida para poder salir. Pero
él no lo lamenta.
"La gente acá [en Cuba] cree que
en Estados Unidos los aviones vuelan por encima
de uno tirando dinero por la ventana", dice
Hernández. "No saben que uno tiene
que trabajar 16 horas diarias para conseguir dinero
mientras acá están sentados jugando
dominó".
Mientras que la gran mayoría de inmigrantes
cubanos se adaptan a los cambios que implica una
nueva vida en Estados Unidos, un pequeño
grupo no logra superar el choque cultural y la
añoranza de su tierra natal.
En base a acuerdos entre Washington y la Habana,
el gobierno estadounidense emite por lo menos
20,000 visas al año a los cubanos que deseen
mudarse a Estados Unidos de forma permanente.
El número exacto de cubanos inmigrantes
que revocan su estatus migratorio es desconocido.
Funcionarios cubanos en la Habana se negaron a
ser entrevistados para esta columna.
Algunos inmigrantes jóvenes como Hernández
son incapaces de lograr la transición del
estilo de vida calmado en Cuba con la feroz competitividad
de la vida moderna en Estados Unidos.
"Se trata de gente que nació durante
la revolución [cubana] y no han visto nada
más", dijo Andy Gómez, del
Instituto de Estudios Cubanos y Cubano Americanos
de la Universidad de Miami, que entrevistó
a 300 inmigrantes recién llegados a Miami.
"La realidad se hace evidente inmediatamente
después que llegan; hay grandes oportunidades
pero tienen que trabajar muy duro. Muchos de estos
[inmigrantes] aún tienen conexiones con
la isla o conexiones con el sistema en el que
crecieron", dijo Gómez. Aún
así, él calcula que sólo
una pequeña minoría de cubanos decide
regresar a la isla.
La decisión de regresar a Cuba no es común
en Miami, una ciudad que ha recibido a generaciones
de inmigrantes pero que tiene poca tolerancia
por quienes simpatizan con el sistema socialista
de la isla.
En algunos casos, cubanos ya mayores, como Escie
Efraín Pérez, de 85 años,
regresan a su tierra natal porque sienten que
sus familiares en la isla van a cuidar mejor de
ellos en su vejez.
"Estoy acá por mis hijos. No tengo
nadie allá [en Estados Unidos]", dijo
Pérez, quien fue prisionero político
en Cuba en los años 60, mudándose
a Jacksonville hace ocho años, para estar
más cerca de sus hijos. Después
de la muerte de uno de sus hijos en Estados Unidos,
sus otros dos hijos, que viven en la ciudad de
Cienfuegos, lo convencieron para que regrese a
Cuba en enero.
Aún así, a pesar del choque cultural,
decenas de cubanos hacen fila todos los días
frente a la misión diplomática de
Estados Unidos en la Habana para aplicar por las
codiciadas visas para abandonar su tierra natal.
Puede comunicarse con Vanessa Bauzá a
vmbauza1@yahoo.com
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