Bienvenido
Manuel
Alberto Muller. Diario Las Américas,
21 de junio de 2005.
Mi querido Manuel Vázquez Portal, colega
de versos y de rejas: Desde tu llegada a esta
provincia insurrecta de Miami, como la nominas,
he intentado llegar para ofrecerte el abrazo obligado,
pero razones cotidianas me lo han impedido.
Ya entenderás muy pronto hasta el sudor
de los tuétanos, que este es un país
pleno de libertades, pero apabullante con los
tiempos de la pausa y el sonrojo.
Con enorme interés solidario he seguido
tus andanzas periodísticas y tu reto de
metáforas hondas y humanas por las calles
de La Habana a ese régimen opresor de Fidel
Castro, que aunque ya esclerótico por el
peso de los años y por el talante de tantos
abusos de poder acumulado, sigue sin entender
una palabra del derecho natural a disentir de
todo ser humano.
De ahí entonces se desencadenan tus años
en prisión, que siempre dejan huellas de
dolor imborrables. Lo sé por experiencia
propia.
¡Qué abusivo y opresor tiene que
ser un régimen político cuando encarcela
a sus poetas por temor a la libertad que subyacen
en los respiros de los versos!
Y en este punto la historia nos enseña
la tenebrosa coincidencia que todas las dictaduras
son muy parecidas, no importa que estén
encabezadas por Duvalier, Trujillo, Pol Pot, Stalin,
Fidel Castro, Hitler o Pinochet.
Las diferencias son sólo de matices, pues
a todos estos regímenes de fuerza les molesta
por igual cualquier expresión espontánea
de libertad.
Y esa es parte consubstancial de la realidad
cubana de estas últimas cuatro décadas.
Por eso hoy recuerdo unos versos tuyos que calaron
hondo en mi memoria: "queremos sendas nuevas
que nadie nos indique, pues el dilema no es hallar
la verdad, sino aceptarla".
La verdad de Cuba es realmente muy dolorosa Manuel,
pues amén de la represión prolongada
por más de cuatro décadas y de las
carencias materiales que agobian a la población,
hay un sentimiento subyacente de pérdida
de rumbos, de quebrantamiento de la estructura
social y de carencia de valores morales que agobian
a la nación cubana y que espanta a cualquier
ciudadano por indiferente que parezca.
La herencia de crímenes que va dejando
el castrismo es casi catastrófica. Tu llegada
a Miami me ha hecho recordar los crímenes
que se desencadenaron durante el trabajo forzado
en la prisión de Isla de Pinos; los crímenes
en el pueblo de Canimar contra una población
indefensa; los crímenes horrendos del remolcador
13 de marzo, en donde murieron 23 niños;
los crímenes de las avionetas de Hermanos
al Rescate; los crímenes en los paredones
de fusilamiento.
En fin crímenes por los cuatro costados.
La pregunta que estremece y desvela es: ¿hasta
cuando un régimen puede regirse por mecanismos
de represión y encarcelamientos, en lugar
de abrir las puertas de la reconciliación
y de la participación a todos sus ciudadanos?
Vendrán esos tiempos, no tengo duda, en
que las mariposas de colores diversos regresarán
a Cuba y los niños en lugar de marchas
y saludos militares tendrán caramelos de
todos los sabores en las escuelas. Y a los ancianos
no les faltará un rincón para acariciar
libertades. Y el ciudadano de a pie podrá
gritar a todos los vientos lo que le venga en
gana, sin cortapisas ni amenazas.
Bienvenido a Miami, colega de versos y de rejas,
tu humildad enriquece con creces a esta provincia
insurrecta de Cuba.
Recibe en mi abrazo periodístico que espero
hacerlo personal muy enseguida, todo el afecto
merecido, extensivo a los tuyos, incluyendo a
Rosa, esa amiga común de tantos quehaceres
y denuncias.
Sólo falta la copa para el brindis y después
proseguiremos la marcha, pues aún nos quedan
batallas por librar.
albmul@bellsouth.net
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