PRENSA INTERNACIONAL
Marzo 24, 2004

No podemos seguir de espaldas a Cuba

Desde la comunidad latinoamericana se puede hacer mucho, por lo pronto hacer para "bien", lo que Cuba ha hecho para "mal"

Jaime Trobo. La Prensa, Panamá, 23 de marzo de 2004.

La comunidad latinoamericana debe despertar de la larga siesta que le ha permitido tolerar la afrenta que significa la carencia de libertad, la constante transgresión de los derechos humanos y el déficit democrático que sufre desde hace décadas la hermana República de Cuba.

Esta realidad que rompe los ojos ha permanecido mimetizada detrás de la guerra fría, en el transcurso de la cual Cuba fue vista sólo como una cabecera de puente o un peligroso vecino, según quien fuera el observador. Poco importó durante mucho tiempo el pueblo cubano, la nación cubana, eran meramente instrumentales. En ese marco y para sus vecinos de América Latina, para sus políticos y también para sus pensadores, Cuba jugó un papel argumental, se constituyó en la justificación positiva o negativa de la confrontación entre el marxismo y el capitalismo.

Las pasiones que desataba tal debate fueron haciendo del pueblo de Cuba un rehén de su gobierno autoritario, que practica una ideología excluyente solo posible de imponerse sin espacios de libertad, y de la justificación de teorías políticas y económicas ejercidas desde encubiertas acciones de gobierno, que se financiaron durante décadas con subsidios que la trasparencia de la economía hoy día no resistiría analizar. La Unión Soviética financió, contra los padecimientos de los ciudadanos de los pueblos de su órbita, la injustificada mercenarización de un pueblo pacífico, culto y tolerante para exportar la vía armada en la región y en otras partes del mundo. Los Estados Unidos por momentos más preocupados por mantener la preeminencia que logró luego de la segunda guerra mundial, que por estimular la libertad y el desarrollo natural de las economías de la región de Latinoamérica, también contribuyeron a ponerle condimentos al debate maniqueo que nos narcotizó, para instalarnos durante décadas en un espacio cada día más ajeno de la realidad real.

Discutimos mucho tiempo sobre estar a favor o en contra de Fidel, a favor o en contra del capitalismo, a favor o en contra de las "reivindicaciones de los pueblos oprimidos"; mientras tanto, el pueblo de Cuba era cada día más y más oprimido. Hoy, quién duda de que en Cuba no se respetan los derechos humanos, no hay libertades, y día a día, como en una espiral ascendente e histérica, el gobierno decide cerrar, oprimir, reprimir, creyendo que su realidad es intrascendente y todavía se oculta detrás del teatro que por años se montó desde otros intereses y tan bien le hizo a su continuidad y tan mal a la verdadera soberanía, la del pueblo de Cuba. Sin embargo, si bien muchos de quienes admitieron la trampa y justificaron el autoritarismo, hoy revelan su desencanto y su frustración y desde ellas reclaman "basta", o declaran "hasta aquí llegué", desde una timidez irresponsable, demócratas reputados, hombres que han luchado por la democracia y los derechos humanos en sus países en las peores épocas de Latinoamérica, aún no han encendido la pasión que Cuba nos reclama para que la ayudemos.

Para que la ayudemos a despertar de esta pesadilla inconducente que se desbaratará fatalmente mañana o pasado, pero finalizará pronto, contribuyendo a evitar que la resaca de 40 años, varias generaciones, y antiguos rencores alimentados por la intolerancia que impediría el reingreso pacífico y en tolerancia social a Cuba, a la comunidad democrática latinoamericana que tanto la añora.

Para que la ayudemos a construir la "autopista" de las libertades que cualquier sociedad necesita para ejercitar el debate y la acción hacia un destino legítimamente dispuesto por la comunidad nacional, que nos alegrará ver de manifiesto como resultado de un proceso de encuentro que solo pueden y deben protagonizar los cubanos.

Desde la comunidad latinoamericana se puede hacer mucho, por lo pronto hacer para "bien", lo que Cuba ha hecho para "mal". Soy claro: el Gobierno de Cuba adoctrinó, entrenó y financió la violencia marxista en todos los países latinoamericanos, y lo hace aún hoy día, se introdujo inescrupulosamente en los asuntos internos de nuestros Estados.

Soy claro: la comunidad latinoamericana, sus partidos políticos, sus organizaciones de promoción de la democracia y los derechos humanos, su prensa, deben constituirse en garantes de las libertades de "todos" los cubanos, de quienes no las tienen y sufren prisión por ello, de quienes son perseguidos y atemorizados, y aún de quienes creen disfrutarla cuando en realidad lo hacen para cumplir con los designios autoritarios de una ideología extinguida y un modelo museístico, que si no fuera por el drama que ha instaurado no permanecería un instante en la memoria de la humanidad.

Latinoamérica, sus dirigentes, sus políticos, sus parlamentarios, sus periodistas, deben abandonar la insensible y hasta hipócrita, en algunos casos, condescendencia que refleja la agraviante afirmación: "sí, ocurren esas cosas, pero al Gobierno de Cuba no hay que acosarlo..., ya bastante tienen con el acoso de los Estados Unidos...". Mientras tanto cada minuto de déficit de libertades se lleva años, esperanzas, vidas.

¿Qué más le vamos a regalar a la injusticia?

[Firmas Press]

El autor es parlamentario en Uruguay, ha sido Presidente de la Cámara de Representantes y ministro de Estado.

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