El crimen de pensar independientemente
Powell hace un llamado a la
solidaridad con los "presos de conciencia"
cubanos
Colin Powell, especial para El
Universal. Venezuela, lunes 22 de marzo, 2004.
Hace un año, la notoria policía
secreta de Cuba se desplegó por toda la
Isla para arrestar a docenas de ciudadanos cubanos
por el "crimen" de pensar y actuar independientemente.
Algunos de los arrestados habían recopilado
información sobre violaciones de los derechos
humanos. Otros eran bibliotecarios y periodistas
independientes. Muchos habían trabajado
para conseguir firmas para el Proyecto Varela,
la iniciativa popular para urgir un referendo
nacional sobre derechos fundamentales. Todos compartían
un compromiso con la reforma pacífica y
democrática en Cuba.
Durante las tres semanas que siguieron, los tribunales
ficticios e irresponsables de Castro habían
condenado a 75 cubanos a un promedio de cerca
de 20 años de prisión. Sus juicios
fueron una farsa judicial, totalmente desprovista
del debido proceso de ley. Se excluyó a
los observadores independientes y hasta a los
parientes de los acusados.
Récord carcelario
Amnistía Internacional considera que
todos los 75 activistas son "presos por motivos
de conciencia". Eso lleva la cifra a un total
de 89, para hacer de Cuba el país con el
mayor porcentaje per cápita de presos políticos.
Estos hombres y mujeres abnegados cumplen sus
sentencias draconianas en condiciones inhumanas
y sumamente insalubres, en las que los servicios
médicos son totalmente inadecuados.
Como resultado, algunos han contraído
graves problemas de salud o han experimentado
un empeoramiento de problemas preexistentes. En
noviembre, el doctor Oscar Elías Biscet
fue confinado durante 21 días en una celda
de castigo por alentar a otros presos a exigir
un mejor trato.
Los arrestos en gran escala de marzo pasado fueron
calculados, evidentemente, para echar un manto
de depresión sobre el desarrollo de una
sociedad civil independiente en Cuba, pero no
han impedido que los cubanos decididos echaran
a un lado sus temores y siguieran el ejemplo de
activistas demócratas tan valientes como
el doctor Biscet, Raúl Rivero, Víctor
Rolando Arroyo y Oswaldo Payá, ganador
del Premio Andrei Sajárov a la Libertad
de Pensamiento 2002.
Como dijo Payá con tanta elocuencia, "los
cubanos también tenemos derecho a nuestros
derechos. Apelo a ustedes, en nombre de la unidad
espiritual de los hombres libres, que tiene como
estrella polar el derecho a la vida, la libertad,
la justicia y la autodeterminación del
pueblo. Apelo en nombre de los que apoyan la lucha
pacífica".
En verdad, en la sociedad civil que ahora surge
en Cuba puede verse la misma determinación
a luchar por los derechos humanos que vimos en
el movimiento de Helsinki en la ex Unión
Soviética y el esfuerzo de la Carta del
77 en Checoslovaquia. Asimismo, el movimiento
de las bibliotecas independientes refleja la misma
resistencia a los golpes y la determinación
que caracterizaron a las "Universidades Volantes"
de Polonia.
Presión internacional
La represión en Cuba el año pasado
ha generado un consenso internacional creciente
en torno a la necesidad de un cambio en la Isla.
La Unión Europea ha expresado su profunda
preocupación por las violaciones flagrantes
y continuas de los derechos humanos y las libertades
fundamentales de los miembros de la oposición
cubana y de los periodistas independientes.
Para demostrar su rechazo a las acciones represivas
del régimen cubano, los estados miembros
de la Unión Europea han tomado varias medidas,
tales como suspender las visitas de alto nivel
entre gobiernos, examinar si los intercambios
culturales y de otra índole son apropiados,
e invitar a los actos diplomáticos a activistas
prodemocráticos.
La Carta Democrática Interamericana, aprobada
por todos los países de nuestro hemisferio
con excepción de Cuba, declara que "los
pueblos de las Américas tienen derecho
a la democracia, y sus gobiernos tienen la obligación
de promoverla y defenderla".
En cumplimiento de esa solemne obligación,
el presidente George W. Bush sigue firmemente
comprometido a apoyar los esfuerzos de los propios
cubanos para construir una sociedad civil independiente,
y el libre fluir de ideas e información
desde la Isla, hacia ella y a través de
ella. La nueva Comisión Estadounidense
de Ayuda a una Cuba Libre, que tengo el honor
de presidir, explorará maneras en las que
podamos ayudar a los cubanos a prepararse pacíficamente
para la inevitable transición democrática
y ayudarlos a apresurar su llegada.
La actual reunión en Ginebra de la Comisión
de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos
ofrece una oportunidad importante para que las
democracias de nuestro hemisferio y las naciones
libres del mundo se unan para condenar los abusos
del régimen de Castro. Quienes apreciamos
la libertad debemos aprovechar esta oportunidad
para enviar un mensaje vigoroso de solidaridad
a los valientes hombres y mujeres que en Cuba
son campeones de la causa de la democracia.
(*) Secretario de Estado norteamericano
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