PRENSA INTERNACIONAL
Marzo 18, 2004

Hay que solidarizarse con los que luchan por la democracia en Cuba

Al cumplirse un año del arresto y juicio sumario en Cuba de 75 disidentes, el secretario de Estado norteamericano formuló las siguientes reflexiones sobre los abusos del régimen de Castro

La Nación Line, Argentina, 18 de marzo de 2004.

WASHINGTON.- Hace un año esta noche, la notoria policía secreta de Cuba se desplegó por toda la isla para arrestar a docenas de ciudadanos cubanos por el "crimen" de pensar y actuar independientemente.

Algunos de los arrestados habían recopilado información sobre violaciones de los derechos humanos. Otros eran bibliotecarios y periodistas independientes. Muchos habían trabajado para conseguir firmas para el Proyecto Varela, la iniciativa popular para urgir un referéndum nacional sobre derechos fundamentales.

Todos compartían un compromiso con la reforma pacífica y democrática en Cuba.

Durante las tres semanas que siguieron, los tribunales ficticios e irresponsables de Castro condenaron a 75 cubanos a un promedio de cerca de 20 años de prisión. Sus juicios fueron una farsa judicial, totalmente desprovista del debido proceso de ley. Se excluyó a los observadores independientes y hasta a los parientes de los acusados.

Amnistía Internacional considera que todos los 75 activistas son "presos por motivos de conciencia". Eso lleva la cifra a un total de 89, para hacer de Cuba el país con el mayor porcentaje per cápita de presos políticos.

Estos hombres y mujeres abnegados cumplen sus sentencias draconianas en condiciones inhumanas y sumamente insalubres, en las que los servicios médicos son totalmente inadecuados. Como resultado, algunos han contraído graves problemas de salud o han experimentado un empeoramiento de problemas preexistentes.

En noviembre, el doctor Oscar Elías Biscet fue confinado durante 21 días en una celda de castigo por alentar a otros presos a exigir un mejor trato.

Unidad espiritual

Los arrestos en gran escala de marzo pasado fueron calculados, evidentemente, para echar un manto de depresión sobre el desarrollo de una sociedad civil independiente en Cuba, pero no han impedido que los cubanos decididos echaran a un lado sus temores y siguieran el ejemplo de activistas demócratas tan valientes como el doctor Biscet, Raúl Rivero, Víctor Rolando Arroyo y Oswaldo Payá, ganador del Premio Andrei Sakharov a la Libertad de Pensamiento 2002.

Como dijo Payá con tanta elocuencia, "los cubanos también tenemos derecho a nuestros derechos. Apelo a ustedes, en nombre de la unidad espiritual de los hombres libres, que tiene como estrella polar el derecho a la vida, la libertad, la justicia y la autodeterminación del pueblo. Apelo en nombre de los que apoyan la lucha pacífica".

En verdad, en la sociedad civil que ahora surge en Cuba puede verse la misma determinación de luchar por los derechos humanos que vimos en el movimiento de Helsinki, en la ex Unión Soviética y en el esfuerzo de la Carta del 77 en Checoslovaquia. Y el movimiento de las bibliotecas independientes refleja la misma resistencia a los golpes y la determinación que caracterizaron a las Universidades Volantes de Polonia.

La necesidad de un cambio

La represión en Cuba el año pasado ha generado un consenso internacional creciente en torno de la necesidad de un cambio en la isla.

La Unión Europea ha expresado su profunda preocupación por las violaciones flagrantes y continuas de los derechos humanos y las libertades fundamentales de los miembros de la oposición cubana y los periodistas independientes.

Para demostrar su rechazo a las acciones represivas del régimen cubano, los Estados miembros de la Unión Europea han tomado varias medidas, tales como suspender las visitas de alto nivel entre gobiernos, examinar si los intercambios culturales y de otra índole son apropiados, e invitar a los actos diplomáticos a los activistas en pro de la democracia.

La Carta Democrática Interamericana, aprobada por todos los países de nuestro hemisferio con excepción de Cuba, declara que "los pueblos de las Américas tienen derecho a la democracia, y sus gobiernos tienen la obligación de promoverla y defenderla".

En cumplimiento de esa solemne obligación, el presidente George W. Bush sigue firmemente comprometido a apoyar los esfuerzos de los propios cubanos para construir una sociedad civil independiente y el libre fluir de ideas e información desde la isla, hacia ella y a través de ella.

La nueva Comisión Estadounidense de Ayuda a una Cuba Libre, que tengo el honor de presidir, explorará maneras en las que podamos ayudar a los cubanos a prepararse pacíficamente para la inevitable transición democrática y ayudarlos a apresurar su llegada.

La actual reunión en Ginebra de la Comisión de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos ofrece una oportunidad importante para que las democracias de nuestro hemisferio y las naciones libres de todo el mundo se unan para condenar los abusos del régimen de Castro.

Quienes apreciamos la libertad debemos aprovechar esta oportunidad para enviar un mensaje vigoroso de solidaridad a los valientes hombres y mujeres que en Cuba son campeones de la causa de la democracia.

Por Colin Powell
Para LA NACION


 

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