El golpe de estado en Cuba
Fernando Valverde Grau, El
Nuevo Herald, 10 de marzo de 2004.
En el día de hoy se cumplen 52 años
de la asonada militar producida por el general
Fulgencio Batista en Cuba. En el lapso de 25 años
comprendido entre el 4 de septiembre de 1933 y
el 31 de enero de 1958, el país progresó
a niveles insospechados, realmente increíbles,
debido principalmente a dos líderes de
la época: uno, el doctor Ramón Grau
San Martín (líder civil) y el otro,
el general Fulgencia Batista y Zaldívar
(líder militar).
Nadie que conozca nuestra historia puede olvidar
los primeros cien días del gobierno de
Grau (septiembre de 1933 a enero de 1934), cuyas
leyes revolucionarias iluminaron la esperanza
de nuestro pueblo. Igualmente ocurrió en
lo militar con Batista, cuya autoridad sirvió
para imponer el orden en el campo y acabar con
los soviets que se habían apoderado de
los ingenios azucareros --ya los comunistas empezaban
a hacer de las suyas-- e imponer la paz en la
capital, alterada por los saqueos y la vendetta
pública que perseguían a los esbirros
del machadato. Once años de tranquilidad
de 1933 a 1944 hasta llegar a la jornada gloriosa
del 1 de junio de 1944, en que sube Grau al poder.
Grau, al tomar posesión, declara ante
notario público, en el Congreso, sus bienes
de fortuna. Un gesto aparentemente hermoso, pero
demagógico. El pueblo que veía en
él a su ''mesías'' creía
que iba a repetir la obra de su primer gobierno
revolucionario. Y no fue así. Empezaron
a salir a flote los affairs, los trueques, las
trampas y los tramposos. Todo el mundo quería
hacer dinero y lo hicieron a la sombra del ''divino
galimatías'', bautizado así por
la forma de expresarse en público.
A mediados de su mandato José Alemán,
ministro de Educación, viajó a Miami
con numerosas maletas repletas de dinero para
invertirlo en la compra de numerosas propiedades:
Key Biscayne, el hotel Barcelona, de Miami Beach,
el estadio Bobby Maduro, etc., y el pueblo se
preguntaba entonces: ¿de dónde salía
ese dinero? Pronto se supo que del erario cubano.
Y no eran pesos, sino millones, que fueron denunciados
después por el senador Pelayo Cuervo en
la famosa Causa 82.
Nadie desde entonces ha sabido qué se
hizo de esos 174 millones que se volatilizaron
misteriosamente. Grau no robaba, pero dejaba robar,
que es peor porque el que individualmente roba
limita su cuantía, pero el que deja robar
multiplica la cantidad del robo porque son más
las manos que intervienen en él.
Así llegamos a Prío, el presidente
cordial, quien medró en la presidencia
sin que pudiera erradicar la tara de la corrupción
y el gansterismo, arrastres del gobierno anterior.
En cambio, en el orden jurídico hizo que
se promulgaran las llamadas leyes complementarias
de la Constitución de 1940.
Y ahora hablemos de Chibás, el gran sagitario
desaparecido del autenticismo. Sin duda el más
carismático y valiente líder de
la oposición. Sus persistentes denuncias
calaron muy hondo en la conciencia del pueblo.
Una noche, sin embargo, sin asesorarse bien denunció
un rumor sin fundamento real que no pudo demostrar
después. Y al verse acorralado, atrapado
en su supuesta calumnia, se suicidó mientras
trasmitía por radio, lanzando en prenda
de su buena fe su frase de ''el último
aldabonazo''. Soñaba, dicho sea en honor
a su memoria, con adecentar la administración
pública, un sueño de locos, como
suelen soñar los que como él trataron
de arreglar el mundo sin lograrlo...
Así llegamos al golpe de estado. ¿Por
qué se llega a él? Muchos piensan
que por el desorden y el crimen imperantes en
el país. Se mataba en plena calle por el
gusto de ver correr la sangre hasta que un crimen
desbordó la copa. Fue el perpetrado contra
Alejo Cossío del Pino. Se trató
al principio de endilgarle la culpa a Batista,
usado de pretexto para producir el golpe. Pero
no era verdad. El autor del crimen era amigo de
Prío y tras cometerlo se refugió
en Palacio, para después ser despachado
en avión para Caracas. El viaje de Palacio
al aeropuerto de Rancho Boyeros lo hizo el asesino
en un carro celular de la policía bajo
protección oficial.
Así andaba Cuba. Hasta que llegó
lo que se esperaba, el golpe de estado. El doctor
Prío temía --y no lo disimulaba--
más a la Causa 82 y a los ortodoxos que
a Batista. De lo que se infiere que el golpe,
aunque indefendible, tuvo explicación en
el largo proceso que lo antecedió, la conspiración,
permitida por Prío y confirmada después,
cuando se produjo el golpe, por la actitud indiferente,
impasible, resignada y tibia del presidente cordial.
Periodista cubanoamericano.
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