Las sombras de Cuba y del exilio
Luis Aguilar León, El
Nuevo Herald, 7 de marzo de 2004.
En la sombría ecuación del presente
cubano hay una tiniebla de soberana importancia
y vago perfil, que no ha podido ser estudiada.
Se trata de juzgar seriamente nada menos que lo
que piensa y siente el pueblo cubano. Claro que
se trata de un pueblo amordazado eficientemente
por un dictador que lleva 45 años imponiendo
su voluntad. Hay tal silencio en su mirada, que
es preciso aceptar la posibilidad de que en Cuba
queden muchos fidelistas, ignorantes de lo que
está pasando en el mundo.
De ahí que en una medio broma que recorre
Miami, muchos cubanos cuentan los ataques físicos
y mentales que sufre Fidel Castro y, a puro cálculo
volitivo, saben cuándo va a quedar quieto
para siempre. El supuesto período de reformas
y alianzas que ya se están forjando en
Cuba y fuera de Cuba, no logran predecir cuál
será la conducta que va a seguir el enigmático
gobierno americano; gobierno que en cuarenta y
cinco años no ha impuesto medidas políticas
positivas.
No estamos tampoco claros en qué imagen
del exilio tienen los cubanos de la isla y viceversa.
Lo cual nos lleva a reconocer que es casi imposible
analizar qué opinión tiene el pueblo
cubano de Fidel de los ''imperialistas'' y de
los exiliados. Bastan unas pocas preguntas para
enfrentar, objetivamente, hasta qué punto
es hondo el vacío que rodea a los cubanos
de la isla. Los heroicos disidentes que han sido
fusilados o lanzados a las prisiones han logrado
apoyo internacional y denuncias del exilio, pero
no han provocado ninguna manifestación
pacífica. Y digo ''pacífica'' para
evitar tumultos callejeros que le añada
al gobierno otro problema de derechos humanos.
Claro que sabemos cuán dura es la represión
del régimen, pero también sabemos
que en Cuba, en 1933, un programa de radio, mintiendo
sobre la fuga del presidente Machado, incitó
a que el pueblo se paralizara y que el ejército
dejara de apoyar a Machado.
Cuando se habla en tales términos es bueno
señalar que estos temas siguen puntillas
de historia. Se trata de conclusiones de historia,
no deseos personales. Muy pocos de ''nosotros''
aprendimos lo que duelen los golpes. Fidel movilizó
al pueblo y lo arrojó masivamente contra
los que él mismo llamaba ''traidores a
la revolución''. Las masas respondieron
y los fusilamientos comenzaron. En 1961, la Brigada
desembarcó en Playa Girón y los
decisivos aviones americanos no fueron enviados
a derrotar a los tanques castristas. Después
no ha habido más tanteos bélicos,
ni es fácil comprender por qué hay
que ir a la guerra contra un terrorista en Irak
mientras se deja en paz a un terrorista que comenzó
a atacar ferozmente a los Estados Unidos desde
hace cuarenta y cinco años.
En el país cubano, como en casi todo país
envuelto en honda crisis, quedan siempre flotando
amargos comentarios que dividen a la población.
''Ustedes fracasaron y se fueron a Miami... y
ahora quieren que nosotros seamos decisivos''.
Pero la verdad es que nadie piensa en derrotar
a Castro hoy. La realidad es que sólo se
piensa en lo que ocurrirá después
que él muera. Cuando plataformas o programas
que conduzcan a transacciones y alianzas traten
de evitar violencia y sangre y abran el camino
hacia la democracia. ¿Y a quiénes
apoyarían los cubanos que habitan en el
silencio de la isla? ¿Y qué piensan
los cubanos que vuelven a Cuba para ayudar a sus
familiares y ayudan también y sin querer
al régimen?
Frente a tales términos, y sin conocer
la verdad de la situación, hay que escudriñar
los factores populares y los programas que tengan
como objetivo visible y tenaz la libertad y la
democracia. Primero debemos superar el romanticismo
de las escenas emocionales que ofrecen las películas,
vehículos informativos de nuestro tiempo,
donde se ve al pueblo tomando la residencia del
dictador.
En muchos casos, la historia no registra el triunfo
de los pueblos frente a la dictadura. Ni siquiera
cuando la causa ha herido al alma de un pueblo.
En 1940, el ejército de Hitler derrotó
a Francia. Se suponía que el odio a Alemania
iba a dominar a los franceses. Mas no fue así.
Por cuatro años hubo empleados y políticos
que sirvieron bien a los alemanes, incluyendo
la persecución de los judíos. En
1944, los ejércitos aliados derrotaron
a los alemanes y liberaron a Francia. Se temió
una ola de venganzas. Mas el general Charles De
Gaulle suavizó los castigos y redujo el
número de sancionados. El sentido común
del pueblo contribuyó a eliminar al odio
y a mantener a Francia unida.
En 1989, el pueblo ruso no asaltó el Kremlin.
El comunismo se desinfló con el glasnost.
Y los nuevos gobiernos volvieron a las tradiciones
rusas y a explorar la democracia. El pueblo agradeció
que se evitara la violencia y que no surgiera
otro ''salvador'' comunista. En la América
Latina, a los ''salvadores'' siempre hay que vigilarlos.
Dejémonos de soñar, que a pesar
de nuestra ignorancia cuando muera Castro será
difícil establecer el camino hacia la libertad
y la democracia. Más aún cuando
el eje Castro-Chávez se ha puesto en movimiento.
Nosotros, todos nosotros, deberíamos también
ponernos en movimiento.
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