Cuba: Aguas tiņosas
Guillermo Cabrera Infante. La
Opinión, California. Publicado en La
Nueva Cuba el 4 de marzo de 2004.
Dice Cuba en la mano: "Aura tiñosa
[Cathartes Aura, familia Vulturidas]: Ave de rapiña,
diurna, de aspecto repugnante, plumaje negro,
cabeza desprovista de plumas, con arrugas detrás
del cuello y sobre el occipucio, pico rosado amarillento
en la base, ojos de color carmín con un
cerco azul alrededor de las pupilas y pies rosados.
Afirma el doctor Gundlach que no ha visto otra
ave que vuele de un modo más perfecto.
Cuando busca alimento, el aura vuela en todas
direcciones o en línea recta, describiendo
grandes círculos, sin dar aletazos. Al
distinguir el cadáver de un animal, desciende
achicando los círculos cada vez más,
y entonces aletea hasta posarse a poca distancia
de su inmóvil presa".
Pero hay tiñosas políticas. Una
muestra temprana de aura tiñosa fue Roberto
Fernández Retamar (a quien Pablo Neruda
en sus memorias llamó "el sargento
Retamar") entrevistado por la televisión
de cable americana. Cuando le preguntaron por
mí dijo que yo era un contrarrevolucionario
visceral olvidando que el corazón es también
una víscera. Preguntado por qué
mis libros estaban prohibidos en Cuba respondió
con un proyecto de aura: "Cuando se muera",
aseguró, "entonces lo publicaremos".
Las otras auras tiñosas lo imitaron. Después
de todo, todos no hacían más que
copiar el método soviético: allá
publicaron a Nabokov y a Stravinsky después
de muertos. Antes, mencionarlos siquiera era una
actividad condenada por el Estado.
Ernesto Lecuona, el eminente pianista y compositor
cubano, murió en el exilio de Islas Canarias,
pero pidió que no lo enterraran en Cuba
bajo Fidel Castro. Está enterrado en Nueva
York. Durante años su música no
fue oída en Cuba, hasta que descubrieron
que los derechos de autor de Lecuona daban múltiples
beneficios para las arcas cubanas. Lecuona está
todavía enterrado en Nueva York pero su
música se toca y se oye y se silba en Cuba
castrista.
El caso de Lydia Cabrera es más singular.
Exiliada temprana (ya estaba establecida en el
exilio en 1960) Lydia era una contraria formidable.
Cuando murió se editó en Cuba su
obra maestra El monte, un libro capital de la
religión afrocubana y una muestra impecable
de antropoesía. El libro fue impreso y
sus ejemplares guardados en el almacén
de la imprenta -de donde desaparecieron de la
noche a la mañana. Todos. Se supo que los
habían robado ladrones ocultos pero se
podían comprar ejemplares que se vendían
a precio de dólares en los rincones oscuros
de La Habana Vieja. El libro era un tesoro que
los practicantes de la santería querían
tener. No hubo una segunda edición.
Labrador Ruiz tenía una lengua afilada
que practicaba como un florete en su esgrima contrarrevolucionaria.
Cuando murió en Miami no se publicaron
los hechos de su vida, sino que uno de esos miñones
del Ministerio de Cultura escribió un perfil
de Labrador en el exilio que era una obra maestra
-de la mendacidad-. Allí se decía
que Labrador y su mujer Cheché vivían
en la penuria más extrema. Sucede que la
verdad es contrarrevolucionaria. Labrador y Cheché
vivían en un confortable apartamento pagado
por el municipio de Miami y recibía todos
los días una cantina con su comida favorita
cocinada por un restaurante modelo.
Carroña temprana fue la de Jorge Mañach.
Ensayista y un demócrata ejemplar, había
llegado en su oposición a Batista a escribirle
a Fidel Castro el discurso que ofreció
al tribunal, que lo condenó, y al pueblo
de Cuba. Esa pieza oratoria tenía como
nombre una cita directa de Hitler, tomada del
Mein Kampf: "La historia me absolverá".
La misma historia condenó a Mañach
a un exilio temprano. Toda su biblioteca fue confiscada
y sus libros hechos picadillo de papel. Al poco
tiempo de morir se podía citar a Mañach
como un ejemplo de intelectual equivocado pero
estimable.
Lino Novas Calvo es, quizás, el más
grande cuentista cubano, aunque nacido en Galicia.
Durante su juventud desempeñó los
más variados oficios (entre ellos chofer
de taxi habanero) y se hizo comunista y fue un
temprano ejemplo de intelectual comprometido:
llegó a ser redactor del diario comunista
Hoy. Su exilio fue también temprano y ejerció
en Estados Unidos como profesor en una universidad
americana. Por un tiempo fue silenciado y ninguneado
y hecho desaparecer del panorama literario cubano
que una vez prestigió. Cuando murió
en Nueva York se hizo una edición cubana
de su novela Pedro Blanco, el negrero y se publicaron
volúmenes con sus cuentos maestros. Hasta
se hizo una frase: "Regresa, Lino. Todo está
perdonado".
El caso de Manuel Moreno Fraginals no es sui
géneris pero sí es ejemplar. Moreno
Fraginals estuvo escribiendo por más de
10 años una monografía que sería
su opus magnum. Titulada El central era un estudio
total del azúcar desde la plantación
o cañaveral hasta el azúcar blanca.
El central tenía una dedicatoria que era
un contrasentido: decía "a... Che
Guevara". Sucede que Guevara fue el enemigo
acérrimo del azúcar. Antes había
un lema, "Sin azúcar no hay país",
que declaraba cuánto debía Cuba
al azúcar como producto de exportación.
Guevara se dio a la tarea de demostrar que sin
azúcar sí había país
y en su empeño destruyó la industria
azucarera. El libro de Moreno Fraginals, publicado
en Cuba cuando el autor residía en la isla,
casi un coffee table book por sus excelentes ilustraciones,
fue recibido con elogios dentro y fuera de Cuba.
Pero sucedió que Fraginals decidió
exiliarse en Miami y su libro cayó en un
olvido voluntario: no aparecía por ningún
lado en Cuba -hasta que Fraginals murió
y su obra maestra fue rescatada del olvido a que
la habían condenado en la isla-. Fue casi
un renacer de El central. El autor murió
y con su muerte hizo volver a la vida a su libro.
El caso más reciente y más extremo
fue el de Reinaldo Arenas. Como saben los que
han leído su testamento político
o hayan visto su biografía fílmica,
Antes que anochezca, Reinaldo fue un exiliado
combativo (y combatido desde Cuba con el silencio)
y un vocero contrarrevolucionario. Tanto que es
su testamento político (que la película
omitió) y allí declara culpable
de su suicidio no al régimen sino a Fidel
Castro directamente. Antes que anochezca tiene
como epílogo una visión de PM, el
corto metraje que hicieron Saba Cabrera, mi hermano,
y Orlando Jiménez. Allí, después
de la fiesta de colores que es la película,
era una esquela en blanco y negro, la peliculita
siempre una obra maestra. El éxito de Antes
que anochezca, la película, se reflejó
en las ventas de las memorias de Arenas y ha sido
vista en todas partes como su testamento y su
memoria póstuma.
Ahora viene la última edición de
rescate de Arenas. Hay que recordar que Reinaldo
en Cuba sólo mereció el silencio
y la calumnia y la cárcel y que era un
enemigo acérrimo del régimen de
Castro y una víctima histórica y,
lo que es más flagrante, literaria también.
Pero hay una coda que es un festín para
las auras. Acaba de aparecer en Cuba una entrevista
¡con la madre de Arenas! Esta pobre señora
fue una madre que Reinaldo veneraba. Ahora es
una buena revolucionaria que ha perdido a su hijo
que deviene, en sus palabras, un revolucionario
equivocado, a punto de regresar a Cuba, después
de fugado y calumniado y odiado como ninguno.
La madre ejemplar ha recibido un premio y Fidel
Castro le ha dado un apartamento en un edificio
dedicado a alojar a escritores y artistas del
régimen. A cambio sus palabras hieren la
memoria de Arenas de una manera abominable. Hay
que hacerse, sin embargo, una pregunta, ¿quién
de los poetas y pintores y escritores desaparecidos
en el exilio y ausente de la historia revolucionaria
reaparecerá como una carroña digestible?
Puedo proponer varios, el eminente historiador
Levi Marrero, muerto en Puerto Rico hace dos años,
el poeta Eugenio Florit, muerto nonagenario en
Miami (noticia de último minuto: ya se
prepara en La Habana una antología del
poeta que nunca mencionaron en Cuba vivo) y, ¿por
qué no decirlo, para volver a la proposición
de Retamar, yo mismo? La costumbre me hace poner
al pie de página un aviso de copyright,
que el régimen comunista no reconoce, y
no se salta porque me exalta.
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