La erosión de la democracia
Andrés Oppenheimer. El
Nuevo Herald, 1 de marzo de 2004.
Estos son días sombríos para la
causa de la democracia en América Latina:
la renuncia del ex presidente haitiano Jean-Bertrand
Arististide ante el avance de tropas rebeldes,
las artimañas del gobierno venezolano para
impedir un referéndum pedido por 3.4 millones
de opositores y otros hechos recientes dan la
pauta de una continua erosión del principio
de la defensa colectiva de la democracia y los
derechos humanos en la región.
En Haití, el gobierno de Francia - con
el guiño de Washington - exigió
la renuncia del presidente Jean-Bertrand Aristide,
que a pesar de su desastrosa gestión tiene
la característica de haber sido electo.
La exigencia francesa, según me dicen altos
funcionarios europeos, estuvo motivada en parte
por el deseo de hacer un gesto dramático
para congraciarse con Estados Unidos y dejar atrás
los rencores de la guerra de Irak.
Pero el hecho que un grupo de rebeldes armados
de ultra-derecha en Haití pudieron lograr
un pedido internacional de que renuncie un presidente
democráticamente electo debería
hacer sonar voces de alarma en el hemisferio.
Ocurre en momentos en que la violencia política
se está expandiendo en varios países
latinoamericanos con presidentes débiles,
y en que algunos gobiernos están mostrando
una peligrosa tolerancia con las dictaduras.
La rebelión contra Aristide ocurrió
apenas cinco meses de la sangrienta rebelión
de grupos radicales de izquierda que derrocó
al presidente constitucional de Bolivia, y tras
los hechos de violencia que precipitaron la caída
de un presidente argentino en el 2001, y uno en
Ecuador en el 2000.
Muchos funcionarios de Washington y América
Latina temen que Haití, Bolivia y las otras
protestas violentas sean sólo el principio
de una oleada insurreccional en la región,
por la proliferación de grupos violentos
como los cocaleros bolivianos, algunos grupos
piqueteros en Argentina, los Sin Tierra en Brasil,
y varios grupos indigenistas en Ecuador y Perú,
que podrían envalentonarse con los últimos
acontecimientos.
"Se está dando un nuevo fenómeno,
que es la combinación de movimientos insurreccionales
con electorales", dice Alberto Garrido, un
analista político venezolano y autor de
varios libros. "Hay una superficie que va
con la legalidad del sistema, y una metodología
insurreccional".
Según Garrido, durante el Congreso Bolivariano
de los Pueblos que se realizó en Caracas
en diciembre, "abiertamente anunciaron sus
intenciones de trabajar en conjunto".
En Venezuela, la democracia sufrió un
nuevo golpe la semana pasada cuando un tribunal
electoral controlado por el presidente Hugo Chávez
de hecho descalificó más de 1 millón
de firmas de las 3.4 millones que recolectó
la oposición para pedir un referéndum
sobre su mandato. Los veedores de la Organización
de los Estados Americanos y el Centro Carter ofrecieron
una solución técnica para verificacar
la validez de las firmas, pero gobierno de Chávez
no parece muy inclinado a aceptar la oferta.
Pedirán Washington y los gobiernos de
América Latina la aplicación de
la carta democrática de la OEA, que sanciona
los "golpes constitucionales", contra
Venezuela?
Lo dudo mucho. Lo más probable es que
Washington y los gobiernos de América Latina
se hagan los distraidos.El gobierno del presidente
Bush, que ya tiene bastantes problemas en Irak,
no quiere abrirse un nuevo frente que pueda amenazar
los suministros de petróleo de Venezuela
a Estados Unidos. Y los países del Caribe
y América Central dependen demasiado de
los suministros de petróleo subsidiado
de Venezuela.
"Ya no se ve una voluntad de hacerle frente
a estos problemas (de atentados contra la democracia)
como antes", dice Michael Schifter, un analista
del Diálogo Inter-Americano en Washington
D.C. "El compromiso de Estados Unidos con
la democracia es muy fuerte, hasta que choca con
otros intereses, como el petróleo".
Otro hecho lamentable fue que, en Argentina,
el gobierno del Presidente Néstor Kirchner
anuncio oficialmente durante una visita del canciller
cubano Felipe Pérez Roque que Argentina
se abstendrá de condenar a Cuba en la próxima
reunión de la Comisión de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas.
El anuncio del gobierno argentino - paradójicamente
encabezado por funcionarios que padecieron una
dictadura - se produjo apenas días después
de que la representante de la Comision de Derechos
Humanos de la ONU para Cuba, la magistrado francesa
Christine Chanet, denunció una "ola
de represión sin precedentes" en la
isla, y poco después de que Amnistía
Internacional declarara a Cuba el país
con más prisioneros políticos en
América Latina.
Aunque Kirchner se reivindico en parte encontrándose
con la oposición venezolana durante un
viaje a Caracas el sábado, lo cierto es
que en diferentes países, de diferentes
maneras, se está produciendo una gradual
erosión del principio que ha venido rigiendo
las relaciones inter-Americanas desde la caída
de las dictaduras militares en la década
de 1980: la idea que la democracia debe ser defendida
colectivamente por todos los países, y
que no hay tal cosa como "dictaduras buenas".
Estamos viendo un relajamiento de ese principio,
que algunos de los presidentes democráticos
de hoy podrian lamentar en el futuro.
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