Anales del secuestro
Armando Añel. Libertad
Digital. España, 1 de Marzo de 2004.
Nicaragua les otorgó visado, pero la
esposa y las hijas del lanzador José Ariel
Contreras continúan retenidas en Cuba:
desde hace 18 meses engrosan el pelotón
de vanguardia de los rehenes del castrismo. Secuestrado
él mismo -los deportistas, como los ingenieros,
como los médicos, como todos en la isla,
son propiedad estatal-, el relevista de los Yankees
de Nueva York había burlado a sus secuestradores
en 2002, quedándose en México para
posteriormente pasar a los Estados Unidos. No
obstante, el precio a pagar ha sido alto. Una
familia rota, descolocada, forzada a esperar al
menos cinco años para, si La Habana tiene
a bien permitírselo, reunirse de nuevo.
Del caso, en el que están implicadas
dos menores de edad, no se hace eco la gran prensa
internacional -muy a la inversa de como ocurriera
en su día con el hoy robotizado Elián
González-, tampoco de los muchos otros
que hacen de Cuba un santuario del secuestro mediáticamente
correcto. Implementada como vehículo de
control político y coacción social,
la obsesión de acumular rehenes cumple
funciones profilácticas en el ideario represivo
del castrismo: téngase en cuenta que en
la isla el Estado y sus innumerables ramificaciones
penden del hilo de la indefensión ciudadana.
Más que nada, es por medio del terror y
la espada de Damocles del chantaje institucional
que el régimen consigue mantenerse en el
poder.
De cualquier manera, el secuestro en Cuba difiere
ostensiblemente del practicado por organizaciones
tan afines al castrismo como las FARC o ETA; aunque
los réditos económicos están
contemplados, no constituyen una prioridad para
La Habana. Para que cunda el ejemplo el Gobierno
debe castigar con dureza a quienes infringen las
sagradas reglas del fundamentalismo oficialista
-esto es, la fe incontrastable y la obediencia
ciega-, al tiempo que intenta cerrar a como dé
lugar las cada vez más preocupantes vías
de agua de un barco que se va a pique. Por eso
es tan importante el ejercicio del secuestro a
posteriori, en las personas de los familiares
del prófugo en cuestión, aun cuando
en el episodio se vean envueltas personalidades
de calibre mediático, como el mismo Contreras.
La realidad cubana suele superar las más
atroces ficciones. En la isla, el precio de la
independencia personal resulta, de una manera
u otra, exorbitante. Nadie puede alterar impunemente
el guión de la tragicomedia revolucionaria,
filmada, desde hace casi medio siglo, por las
cámaras de la policía del pensamiento.
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