CUBANET... INTERNACIONAL

Junio 12, 2003



Fidel y la pandillita

Por Carlos Alberto Montaner. ABC. España, junio 14, 2003.

Fidel Castro se enfrenta a un nuevo enemigo. Le llama, con gran desprecio, la «pandillita». La pandillita es Europa. Son veinticinco países: España, Italia, Inglaterra, Francia, Alemania, y así hasta los quince miembros de la Unión Europea, a los que se suman otros diez que esperan a la puerta. Según sus declaraciones, el jefe de la pandillita es José María Aznar, pero supuestamente tanto Aznar como la pandillita son peones de Washington que se suman lacayunamente a la política del Departamento de Estado.

El comandante miente. Europa, en efecto, ha cambiado su análisis de la situación cubana, pero no por influencia de la Casa Blanca, sino por la comprobación in situ de que Castro es un tirano incorregible, empeñado en sostener un modelo disparatado, que ha rechazado todos y cada uno de los gestos de buena voluntad hechos desde el Viejo Continente. De nada han servido los consejos de los economistas socialistas, los créditos blandos concedidos a La Habana, la invitación a formar parte del Acuerdo de Cotonou o las condenas en el Parlamento Europeo al embargo norteamericano. Castro no se ha movido un milímetro de su búnker estalinista, repleto de demócratas presos, y en el que el paredón no ha dejado jamás de funcionar alegremente.

Lo que ha ocurrido es a la inversa. EE.UU. se acerca a la posición europea concebida por el gobierno de Aznar en 1996. Está surgiendo un fenómeno de convergencia entre las naciones democráticas frente a la última dictadura comunista de Occidente, muy parecido al que precedió el fin del apartheid sudafricano. Y no sólo coinciden en esa posición las naciones desarrolladas del primer mundo. Hace pocas fechas el Parlamento Latinoamericano, a instancias del diputado uruguayo Jaime Trobo, también denunció la violación de los derechos humanos en Cuba y pidió una investigación a fondo del encarcelamiento y maltrato a los disidentes condenados por razones de conciencia.

Felipe González se lo ha confesado al periodista Andrés Oppenheimer: Castro es hoy un personaje patético, comparable al Franco agotado y ajeno a la realidad de los últimos tiempos de su largo mandato. Castro no percibe su notable anacronismo. No se da cuenta de que es una reliquia de la guerra fría, sostenido por la represión, la inercia, y el inmenso temor que inspira a los cubanos dentro y fuera de los círculos de poder, pero carente de legitimidad y, por lo tanto, de instituciones que puedan continuar funcionando tras su desaparición física. Sólo que los últimos coletazos del castrismo van a ser dolorosos. Estamos sufriendo uno de ellos.

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