A. Míguez - Madrid.-
La Razón Digital, España.
Junio 14, 2003.
El Gobierno cubano notificó ayer a la Embajada española la «denuncia»
del acta de creación del Centro Cultural de España en La Habana,
lo que pone fin a la gestión española de esta institución.
El Ministerio de Exteriores cubano hizo llegar una «nota verbal» en la
que «denuncia» el acta por la que ambos países acordaron el
establecimiento del Centro Cultural de España, suscrita en mayo de 1995,
y del protocolo firmado en septiembre del pasado año. El Centro, que fue
inaugurado en 1997, dependía hasta ahora de la Agencia Española de
Cooperación Internacional, del Ministerio de Exteriores. Según el
dictador, «se había usado para todo menos para la cultura española».
A pesar de la situación creada desde el régimen castrista,
tanto Mariano Rajoy como Ana Palacio escogieron ayer un «perfil bajo»
en la actual disputa porque se trata de no participar en la «escalada
verbal» (Palacio) y porque los insultos de Castro contra Aznar «se
comentan por sí solos» (Rajoy). Se trata de evitar que Castro se
salga con la suya y mantenga la tensión con España para movilizar
a sus partidarios más radicales en un momento especialmente difícil
para el régimen cubano que no sabe qué hacer con los casi cien mil
«macheteros» (cultivadores de caña de azúcar) lanzados
al desempleo tras una drástica reconversión del sector. Estamos
hablando del 3% de la población activa de la isla. Castro ha utilizado la
«amenaza exterior» (EE UU), real o inventada, para movilizar a sus
seguidores en los momentos más críticos.
Ahora le ha tocado a España y todo indica que no se parará en
el diluvio de improperios y descalificaciones lanzados contra Aznar y Berlusconi
ni en las sonoras y masivas manifestaciones.
En su kilométrico discurso durante la inauguración de una
reunión sobre «Cultura y Desarrollo» días pasados, el
dictador caribeño ya anunció que clausuraría el Centro
Cultural español de La Habana. En el mismo discurso, Castro deslizó
una amenaza muy concreta: que el régimen extremaría la vigilancia
para con los diplomáticos españoles en lo que respecta a sus
contactos con los disidentes. Analistas de temas cubanos sospechan que esta
advertencia constituye una amenaza contra los diplomáticos acreditados en
la isla (una docena) alguno de los cuales podría ser expulsado o
declarado persona non grata precisamente por sus contactos o relaciones con los
disidentes. Durante muchos años la URSS y sus satélites utilizaron
esta técnica con los diplomáticos de los países
occidentales. En la declaración de la UE sobre Cuba que tanto molestó
al régimen castrista se aconsejaba a las embajadas de los países
miembros de la Unión que invitaran a los disidentes a los actos y
actividades que se celebren en sus representaciones. Castro puede responder a
este extremo expulsando a algún diplomático, prioritariamente español,
porque en estos momentos el «enemigo principal» es Aznar. En la
representación española en La Habana hay, como en la mayoría
de las embajadas occidentales un funcionario que se encarga de mantener
relaciones discretas con los disidentes más conocidos ya sea con el
reciente premio Sajarov, Oswaldo Payá, o con Elizardo Sánchez
Santa Cruz, presidente de la Comisión cubana de Derechos humanos, dos de
los escasos disidentes que no fueron encarcelados y condenados en la última
tanda represiva del régimen.
Para evitar que algún diplomático español sea el primer
chivo expiatorio es bastante probable que el embajador español, Jesús
Gracia, aconseje moderación y menos «visibilidad» a sus
funcionarios en las relaciones entre los funcionarios de la embajada y los
disidentes. Ésas son también las instrucciones provinientes del
Palacio de Santa Cruz (Exteriores). |