Entre dos
aguas
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - El consumo y comercialización de
estupefacientes ha dejado hondas secuelas en muchas familias cubanas. Secuelas
que podrían ser irreversibles, sobre todo en aquéllos que nada
tienen que ver con el asunto, pero que en definitiva son los que más
sufren.
Wilver, de once años, se encontraba solo en su casa cuando llegaron
dos camiones cargados de agentes de la policía especial, algunos
funcionarios de la dirección de la vivienda, una jueza y el presidente
del Comité de Defensa de la Revolución (CDR). Cumplían una
orden de desalojo, derivada de investigaciones realizadas al padre del niño,
detenido desde hace varios meses y acusado de consumo y comercialización
de drogas tóxicas.
Según el testimonio de residentes del pueblo de San Antonio de las
Vegas, en la provincia La Habana, lugar donde reside la familia de Wilver,
muchos se acercaron ante el gran alboroto y despliegue de fuerzas en la
vivienda. Los funcionarios alegaban que habían venido a sellar la casa, y
que no podían esperar por el regreso de la madre del niño.
Ante la premura de los policías y los funcionarios para cumplir con
la disposición, los vecinos comenzaron a sacar todos los objetos del
inmueble y a distribuirlos por las casas cercanas.
Así fue como Wilver, desde una esquina del portal, contempló
el saqueo de lo que hasta ese momento había sido su hogar. Vio salir de
la casa su cama, el escaparate con sus ropas, sus libros y sus juguetes hacia
rumbos diferentes.
La madre de Wilver se encaminó a la Federación de Mujeres
Cubanas (dirigida desde hace 44 años por Vilma Espín) a fin de
reclamar por lo que consideraba una injusticia cometida por las autoridades, ya
que la vivienda había pertenecido a los abuelos de su esposo desde el año
1943.
Una funcionaria, escuetamente, le explicó: "Esto es una orden de
las máximas instancias del gobierno. Como tú hay muchos que lo han
perdido todo. El que se meta en la droga enfrenta la ley".
Desde hace años, artículos e informaciones de periodistas
independientes (algunos cumplen largas condenas de cárcel actualmente),
alertaron sobre la existencia del tráfico de drogas entre la población
de la Isla. Sólo al principio del año 2003 el gobierno y la prensa
oficialista reconocieron públicamente la existencia del flagelo en
nuestra sociedad.
Hoy, el padre de Wilver está aún pendiente de juicio. La
madre, desesperada y derrotada a causa de la tragedia por la que atraviesa. El
niño se debate entre dos aguas: la irresponsabilidad de su padre y las
leyes del gobierno cubano. cnet/14
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