La economía
enclenque cubana
LA HABANA, junio (www.cubanet.org) - Cuba vive por cuatro décadas una
economía de guerra... sin guerra. La existencia de la anciana libreta de
(des)abastecimiento, cada vez más recortada de productos, es elocuente de
tal situación.
Los problemas cotidianos de economía es realidad que inquieta a la
mayoría de los cubanos, cuyo intríngulis arranca del propio régimen.
Economía cerrada, harto controlada aún en sus mínimos
resquicios liberales, sin brújula ni rumbo, siempre a saltos y por lo
mismo muy vulnerable, lo que ha dado por resultado una economía
enclenque, de altibajos constantes, sin respaldo financiero sólido, ni
externo ni interno, y en la que siempre aflora, como cabeza de turco, el
sonsonete del embargo norteamericano.
Y todo por el terror del gobierno a que en Cuba afloren formas neoliberales,
que no obstante existen, aunque a lo "bonsai" porque, como dice cierto
economista, el régimen quiere construir el socialismo con fuentes
financieras capitalistas, sin otro resultado que amalgamas absurdas.
Lo que necesita la economía cubana -dicen los expertos del régimen-
es moneda dura para comprar, para desarrollar al país. Sin embargo, los
inversionistas extranjeros no se deciden a invertir en Cuba porque son
demasiadas las trabas burocráticas, las regulaciones, la falta de
seriedad, los incumplimientos de plazos y ahora, más que antes, una atmósfera
política enrarecida por la estocada a fondo contra pacíficos
opositores y periodistas independientes, sancionados a largos años de
prisión, y la aplicación de la pena de muerte a tres de los
secuestradores del ferry "Baraguá", lo que trajo aparejada la
repulsa de la comunidad internacional.
Inoportuna y poco inteligente batida represiva en momentos precisamente en
que la Unión Europea haría una dispensa al régimen de la
Habana, aceptando a Cuba en el Acuerdo de Cotonou, y cuando iba a estrenarse una
oficina de intereses y enlace de la Comunidad Europea en nuestro país.
Momento también en que nuevas voces se levantaban en los Estados
Unidos pidiendo flexibilizar el embargo. Todo se vino abajo como si al gobierno
de Cuba nada de esto le importara.
En cuanto a lo interno en materia económica, ningún dato más
elocuente que el derrumbe de la industria azucarera, la principal del país
a través de su historia, sin versatilidad agrícola e industrial
sustituta, hueco que se quiere rellenar con la industria turística, renglón
al que se dedican los principales recursos económicos.
Ni siquiera las industrias del níquel, el tabaco o ron logran
equiparar las ventas anteriores a 1959.
A las claras, se ha perdido competitividad, a pesar del empeño de los
ideólogos y economistas oficiales en demostrar que el país está
en fase recuperativa. Pero la realidad desmiente la afirmación y hace
recordar la máxima inglesa: "Los años son tercos".
Para que pueda ser cierta la afirmación de positiva transformación
habría que empezar por soltar amarras y contar con una voluminosa inversión
extranjera que el fundamentalismo político niega, y es precisamente el
principal obstáculo.
Después, considerar la arrolladora dependencia del petróleo
importado y en su relación, la existencia de plantas generadoras de
electricidad obsoletas y derrochadoras del costoso y escaso combustible.
Habría que revitalizar -recrear- la producción interna a una
proporción semejante a los altos volúmenes y calidad de los
logrados hasta 1959, cuando el país era capaz de satisfacer en muchas
regiones el mercado interno, e incluso lograba un margen exportador.
Tampoco hay dudas de que la actual política agraria no ofrece reales
estímulos de producción, debido a los super controles estatales
que monopolizan los mayores volúmenes de productos de la agricultura, así
como la transportación y la comercialización.
A los pobres economistas oficiosos se les tiene enajenados tratando de
encontrar fórmulas y teorías de equilibrio entre estómagos,
cantidad y calidad de alimentos, en medio de disquisiciones sobre costos,
producción, eficiencia, gestión económica, finanzas, pesos
y dólares, contabilidad, controles financieros, auditorías,
corrupción, ausentismo, delincuencia, "desvíos"
(eufemismo de robo y hurto), bajos salarios, custodios, guardias obreras,
vigilancia, presión del sindicato, trabajo voluntario, "jabitas"
de estímulos, tribunales, separación laboral, "patria o
muerte", desfiles... en fin, palabras, cálculos, porcientos,
burocracia y, claro, la meta del Perfeccionamiento Empresarial que, después
de tantos tumbos, es llegar a la conclusión de que se trata de formas
capitalistas de dirección, control y producción.
¡Qué tan gran descubrimiento 44 años después de
llevar la economía del país a tocar fondo! cnet/12
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