Lincoln Diaz-Balart.
El Nuevo Herald,
febrero 25, 2003.
Dos recientes encuestas sobre opinión pública con respecto a
Cuba se han unido al coro de los que propagan la tesis de que los
cubanoamericanos ya no desean confrontar a la tiranía cubana y desean
apaciguarla. Los conductores de dichas encuestas buscan confundir el hecho de
que la gran mayoría de los cubanoamericanos, incluidos Ileana
Ros-Lehtinen, Mario Díaz-Balart y yo, apoyamos la reconciliación
en una Cuba libre y democrática en el marco de un estado de derecho, con
el sometimiento a y la aceptación de la tiranía cubana.
El pasado otoño, mi hermano, el congresista Mario Díaz-Balart,
tuvo una oponente en las elecciones para el Congreso federal. La legisladora
estatal demócrata que se opuso a Mario era muy bien conocida y nunca había
perdido unas elecciones, inclusive en distritos fuertemente republicanos. Sus
posiciones en la educación y el seguro social eran populares, pero ella
decidió que el apaciguamiento de la tiranía cubana fuera un tema
central de su campaña. El coro que ahora fomenta encuestas interesadas
alcanzó un alto nivel de paroxismo. Numerosos artículos, hasta en
The Washington Post, escribieron sobre el ''referéndum sobre política
hacia Cuba'' en la comunidad cubanoamericana. El nuevo distrito 25, demográficamente
el más joven de la Florida, iba a demostrar al mundo que la comunidad
cubanoamericana había ''cambiado''. Mario aceptó públicamente
el ''reto del referéndum''. Si Mario hubiese sido derrotado la prensa
mundial hubiera hecho alarde de cómo la comunidad cubanoamericana había
''cambiado''. A raíz de la victoria de Mario los expertos aseguran que
otras razones, ''no relacionadas al tema de Cuba'', fueron el factor
determinante de su aplastante victoria.
Más del noventa por ciento de cubanoamericanos votaron por Mario Díaz-Balart.
Más del noventa por ciento votaron por Ileana Ros-Lehtinen, y yo fui
reelecto sin oposición. El referéndum se celebró y no
mediante encuestas pagadas por intereses con agendas encubiertas, sino en las
urnas electorales, tras debates públicos, exhaustivos y democráticos.
Las recientes encuestas ofrecen múltiples ejemplos para el estudio de
típicas campañas de desinformación. Junto a alguna pregunta
ocasional con cierta relevancia real, como ''si el actual gobierno de Cuba se
mueve hacia la democracia'' (el 73% respondió que no), se incluyeron
afirmaciones con falsedades con el objetivo de captar resultados
predeterminados.
Por ejemplo, en relación con el Proyecto Varela, los ciudadanos a
quienes se les preguntaba, eran previamente ''informados'' del supuesto
''hecho'' de que dicho proyecto pide un ''referéndum nacional para
organizar elecciones democráticas'', aunque el Proyecto Varela no pide
elecciones multipartidistas. Ni siquiera pide la legalización de partidos
políticos, como nos admitió Oswaldo Payá a Ileana
Ros-Lehtinen, Mario Díaz-Balart y a mí durante su reciente visita
a Miami. El Proyecto Varela solamente solicita la posibilidad de que individuos
se postulen como candidatos independientes al parlamento-títere en el
sistema de un solo partido (el comunista) y acepta la continuación de la
Constitución totalitaria y sus estructuras.
En otro ejemplo, a pesar de la solidaridad reflejada en la política
de Estados Unidos hacia la oposición interna cubana, y el histórico
y extraordinario apoyo de los exiliados al pueblo oprimido en la isla, y
especialmente a la oposición interna, las encuestas maliciosamente buscan
dividir y distanciar a los cubanos de la isla de los exiliados con preguntas
sobre si los disidentes o los exiliados son ``más importantes''.
Los puntos de vista de los representantes electos del pueblo, Ileana, Mario
y yo, no sólo son bien conocidos y apoyados por los cubanoamericanos en
forma de consenso, sino que los hemos codificado (convertido en ley). La
liberación de todos los presos políticos --sin excepción
alguna; la legalización de todos los partidos políticos,
sindicatos obreros y la prensa; y la convocatoria de elecciones libres con
supervisión internacional, eso es lo que creemos y en lo que insistimos
para Cuba antes de que se normalicen las relaciones de Estados Unidos con un
gobierno cubano. La codificación de estas tres condiciones antes de que
un presidente de Estados Unidos pueda normalizar relaciones con un gobierno
cubano es, precisamente, el reconocimiento del papel fundamental que la oposición
interna está jugando ahora y tiene que jugar en la transición
democrática cubana; es un instrumento de presión para la oposición
interna en la transición. Nadie está más consciente que
nosotros, y siempre lo hemos estado, de que el cambio dentro de Cuba ocurrirá
dentro de Cuba. De la misma forma, nadie ha estado más consciente de la
necesidad de ayudar a la valiente oposición interna, como fue ilustrado
por mi presentación, en mayo del 2000, del Proyecto de Ley de Ayuda a la
Oposición Interna Cubana junto a casi 100 de mis colegas congresionales
--por eso también luchamos. Y recibimos más del 90 por ciento de
los votos de los cubanoamericanos para hacerlo.
Nosotros nos debemos al pueblo; representamos sus aspiraciones y puntos de
vista. En una democracia, las elecciones sí cuentan, a pesar de lo que
pretenden hacernos creer los que pagan campañas y encuestas de
desinformación.
Representante federal republicano por el estado de la Florida. |