Exposición
agroalimentaria de Estados Unidos de América en La Habana
Miriam Leyva
LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Se considera un hito histórico
de las relaciones entre Estados Unidos de América y Cuba la exposición
de productos agroalimentarios estadounidenses inaugurada el 26 de septiembre en
las instalaciones de Pabexpo en La Habana, y que se extenderá hasta el día
30.
Luego de más de cuarenta años sin que se produjera un evento
similar, 288 firmas de 33 Estados norteamericanos participan en la exposición.
La personalidad de mayor relieve es el señor Jesse Ventura, gobernador de
Minnesota.
Los políticos y comerciantes estadounidenses dan un paso importante
en la probable apertura de nuevos derroteros en la prolongada atmósfera
de confrontación entre ambos gobiernos, en lo que parece ser el reinicio
del fructífero intercambio mercantil prevaleciente desde la etapa de
consolidación hacia naciones independientes. Cabe recordar que en el
siglo XIX, cuando Cuba dependía políticamente de la Metrópoli,
España sostenía sus relaciones económicas fundamentales con
los Estados Unidos de América.
Sin embargo, muchos escollos habrá que sortear para que productores y
hombres de negocios estadounidenses consoliden la venta de sus mercancías.
La aparente euforia de las autoridades cubanas deberá pasar de contratos
de poca monta, pagados al contado y de inmediato durante el 2002, a volúmenes
superiores, muy cuestionados por los especialistas que tienen en cuenta la
crisis económica que enfrenta el país y las limitadas
posibilidades de obtener divisas, en momentos que declina su nueva y principal
fuente: el turismo.
Posiblemente por ello, al unísono con el levantamiento de las
limitaciones aún existentes al comercio por parte del gobierno de Estados
Unidos de América, en el Congreso de esta nación se procura
eliminar las restricciones para que ciudadanos estadounidenses puedan visitar
Cuba. De este turismo mucho más amplio, y con mayor capacidad económica
que el que visita actualmente la isla, podría surgir la ayuda financiera
para respaldar las adquisiciones a los impetuosos negociantes norteamericanos.
Esta pudiera ser la explicación del cambio de actitud del gobierno de
Cuba, que por vez primera da reales señales de desear el levantamiento
del embargo ya que, a pesar de su permanente propaganda al respecto, en realidad
siempre le ha servido para culpar al "enemigo imperialista" de todos
los descalabros causados por su propia políticas económicas
voluntaristas, y para mantener la represión contra los opositores políticos.
Asimismo, permitiría considerar sincero su interés por el
turismo estadounidense cuando se sabe que sólo a comienzos de los años
90 las autoridades estimularon el impulso de "este mal inevitable"
procedente de otros confines, como le llamaban, debido a la crisis económica
agudizada por la pérdida de las subvenciones procedentes del bloque soviético.
Indudablemente, para mal alimentar a la población cubana y bien
abastecer los hoteles y centros de servicio a los extranjeros, se debe importar
la mayoría de los productos, ya que en Cuba la agricultura es cada día
más ineficiente e improductiva. Los precios de los productos
estadounidenses son más competitivos y la cercanía de ambos países
permite abaratar los costos de transportación. Por otro lado, los
comerciantes del norte podrían ampliar el mercado de sus estancados
productos.
También es probable que las autoridades cubanas se estén
acercando a personalidades de Estados Unidos de América, en momentos en
que el clima político internacional, y particularmente el existente en
ese país, no es favorable a su tradicional postura de confrontaciones.
Este juego de intereses parece dejar fuera un elemento fundamental: la
agobiante situación política y económica en que vive sumido
el pueblo cubano. Ese aspecto es muy debatido entre las personas sensibilizadas
por la necesidad de revertirla y lograr un futuro democrático y próspero.
No obstante, aún suponiendo que ese "pequeño detalle"
se saliera de los cálculos de las partes, el omnipresente Estado tendrá
que crear nuevos empleos y además no podrá enfrentar todos los
servicios que demanda una avalancha estadounidense, por lo que a pesar del
Estado cubano tendrán que ser brindados por cuentapropistas, que a su vez
necesitarán ayudantes, por lo que los efectos económicos se
expandirán a la población.
En el aspecto político, el contacto entre los cubanos y los
visitantes podría contribuir a ampliar los conocimientos de una población
que ha permanecido encerrada en los límites del adoctrinamiento y la
propaganda. Ese tendido de puentes pudiera profundizar la conciencia de la
necesidad de cambios en la sociedad y de una verdadera democracia, como sucedió
en los países de Europa Central y Oriental a partir de los años
70.
Lamentablemente, el juego de intereses en lo inmediato también ha
relegado al pueblo en la apreciación y disfrute de los logros de la
producción agroalimentaria y los avances científico-técnicos
de los Estados Unidos de América, pues la asistencia a la exposición
es por invitación. Parece que el régimen le teme al impacto
deslumbrante, y los expositores no desean poner en peligro los negocios por ese
"pequeño detalle".
Únicamente los elegidos han podido participar en la exposición
de productos agroalimentarios estadounidenses en La Habana. Sin embargo, el
impacto de lo percibido con seguridad conmocionará las mentes de muchos y
se comentará. El proceso empieza. No se puede tapar el sol con un dedo, y
por suerte todo cambia.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|