Otro
aniversario
Oscar Mario González, Grupo Decoro
LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Los Comités de Defensa de
la Revolución (CDR), arriban a su aniversario 42 como ramas de un árbol
plagado de carcoma. Sus miembros, extenuados e indiferentes, son las señales
más visibles del deterioro y la apatía. Muchos de los fundadores
de la organización están muertos. Y otros tantos fuera del país.
De los sobrevivientes más veteranos, la mayor parte vive de una raquítica
pensión que no sobrepasa los cien pesos mensuales, pasando las mil y una
noches para evitar un viaje seguro al cementerio. Vendiendo las cuatro cajas
mensuales de cigarrillos que compran a través de la libreta de
racionamiento y que luego revende en el mercado informal.
Peor suerte corren los que pasan sus últimos días en el asilo
estatal, entre sopas de cabeza de pescado y jugos con poca azúcar y
sabor irreconocible. Todos, los del asilo y los de afuera, marcados por la
desesperanza.
Se dice que más del 99 por ciento de los cubanos pertenecen a los
CDR, lo cual es perfectamente creíble. Lo difícil de imaginar, y
muy digno de alabanza, es que existan cubanos capaces de negarse a engrosar sus
filas. Tal actitud clasificaría al ciudadano como enemigo, y por tanto, "amigo
del enemigo imperialista".
De cualquier manera, en estos tiempos de dólares y turistas, de
gerentes y corporaciones, con la libreta de racionamiento agonizante y los
precios por las nubes, no se puede tener la guardia muy en alto. Hay que
bajarla un poco para tener tiempo de luchar por el dólar, con el cual se
abren todos los caminos.
Así pues, en la cuadra nadie quiere hacerse cargo del comité.
La proposición al cargo de presidente es sentida por el propuesto como
un gesto inamistoso y mal intencionado. Con frecuencia es necesario citar
varias veces a la misma reunión, ya sea porque acuden pocas personas o
porque los propuestos exponen mil excusas a fin de evadir la posible elección.
Al final, siempre aparece un "compañero" comprometido con el régimen
hasta los tuétanos que da el paso al frente para salvar la reputación
revolucionaria de los vecinos.
En sentido general, la celebración de reuniones es muy difícil.
La gente siempre tiene un pretexto para no ir, y como en este país
sobran las desgracias, abundan las razones. El recurso de la charla política
está pasado de moda y nadie quiere oír esos cuentos chinos o
aceptar que le vengan con la historia del tabaco.
La cuestión de la guardia es quizás la dificultad mayor.
Definitivamente los "compañeros" no quieren hacer la guardia.
Ante tan espinoso asunto hay que utilizar todas las mañas. No se puede
plantear el problema en toda su crudeza. Hay que salvar la actitud "revolucionaria"
de la cuadra, pues se podría poner malo el "picao". Una solución
puede estar en informar que se hace la guardia aunque no se haga. En último
caso el presidente del CDR tal vez sea indiferente si usted desea o no la
muerte del socialismo; quizás también él la desee. Lo que
necesita es que usted cuelgue en la puerta de la casa un letrero que diga "Viva
el Socialismo"
Definitivamente, los dirigentes del comité tienen los mismos
problemas que cualquier otro ciudadano. No es extraño que en la cuadra
el presidente del CDR sea el principal agente del "trapicheo" y el
negocio ilícito. Él sabe que los tiburones de ahora no salpican y
que la vida en este valle de lágrimas no es posible sin un baño
de agua bendita.
Estas realidades producen un condicionado acercamiento entre vecinos y
comité. Y todo lo que acerque a los cubanos ha de tenerse por bueno y
provechoso. Nada de ello altera el hecho de que estas organizaciones nacieron
al amparo de la mentira, el odio y la perfidia, de las que se nutren y
sustentan. Por lo demás, el comité de defensa ha sido el
instrumento más usado por el régimen para sembrar el rencor y la
desconfianza entre los vecinos, y aún entre los miembros de la familia.
Quién sabe si por esas curiosas ironías del destino, sean
estos comités los que le den el golpe definitivo al gobierno. ¿Por
qué no? No sería nada excepcional que la consecuencia esté
en la naturaleza de la causa, ni sería la primera vez en la historia que
el puñal que se clava en el pecho del tirano sea el mismo que esgrime en
sus manos.
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