CUBANET .INDEPENDIENT30

26 de septiembre, 2002


El bodeguero

Oscar Mario González, Grupo Decoro

LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Aunque la bodega y el bodeguero no hayan cambiado de nombre, ambas realidades, la humana y la mercantil, poco tienen que ver con lo que siempre fueron.

La otrora venduta abarrotada de productos y el bodeguero (que se movía entre frijoles, papas, ajíes), acosados desde los primeros momentos por la antipatía marxista, recibieron el golpe definitivo con la imposición a la ciudadanía de la libreta de racionamiento.

El bodeguero actual dista mucho de aquel comerciante siempre gentil, que por la fuerza del tiempo y el buen trato se insertaba en el hogar como un miembro más de la familia.

No se trata de que el actual bodeguero, en su condición humana, sea diferente a aquél. Pero el sistema es otro, y en los pantanales no crecen las flores que perfuman. El de hoy es lo que puede ser y no lo que tiene que ser.

Compitiendo con el carnicero por la supremacía del barrio, el bodeguero es todo un personaje. Sin lugar a dudas, el principal agente de la subsistencia. Al menos en apariencia. En la trastienda se mueven otros hilos negros.

Desconfiado y poco permeable, el bodeguero posee un suspicaz olfato como principal arma de defensa. Pocos como él saben de las miserias humanas, y como pocos cubanos conoce la realidad social en que se vive. Ello le sirve para distinguir al individuo "peligroso" o "conflictivo" de aquel que "no está en ná".

Por lo general no son jóvenes los bodegueros, sino ya maduros como un buen plátano para freír, lo cual les facilita ejercer con éxito el indispensable arte del simulacro y la doble moral en la cual están inmersos los cubanos en su inmensa mayoría.

Habitualmente, los bodegueros permanecen en la misma bodega durante varios años, y cuando caen en desgracia (muchas veces por excesiva ambición) se les asigna otra bodega, en otro barrio, pero dentro del mismo municipio, de modo tal que siempre quede dentro de la "familia".

Una causa que puede provocar su exclusión definitiva es la transgresión de las reglas del juego. Entre él y los niveles superiores existen normas y pactos refrendados por el mutuo interés, tan secretos y anónimos como reales e inexorables. Tales prescripciones encierran caminos estrechos y sinuosos a través de los cuales ha de moverse el bodeguero, evitando cualquier tropezón. Un fallo apreciable conduciría a su exclusión, con la consecuente pérdida de privilegios y la realidad de pasar a ser un ciudadano más.

Es así que un bodeguero inteligente y con sentido común no basará sus beneficios en inclinar el pesaje del producto a su favor, ni en enfrascarse en inútiles discusiones con el cliente. Su éxito ha de basarse fundamentalmente en atar bien los cabos que le unen con el nivel superior.

Esta es la fuente generadora de un mercado subterráneo, en virtud del cual nuestro sujeto obtiene buenos dividendos y usted resuelve cinco libras de leche en polvo o dos sacos de azúcar. De tal modo, y a la sombra del bodeguero, vive el fabricante de ron casero y el elaborador de pizzas, el que produce chambelonas o coquitos prietos.

Otro tanto sucede con la familia que compra algún producto para hacer visible la cuota asignada, que sólo alcanza para los primeros siete días del mes.

Por lo común, el bodeguero no vive muy cerca de la bodega , aunque sí en el mismo barrio. No es un tipo demasiado ostentoso. Una de las preguntas que se hace el ciudadano algo dado a la curiosidad (y en Cuba son muy frecuentes) es la de saber dónde tendrá echada su "guanaja" el bodeguero. Porque de que la tiene, la tiene.

La mujer de nuestro sujeto suele ser discreta y habla del marido lo menos posible. No tiene amistades íntimas en la cuadra. No frecuenta la casa del vecino para que frecuenten la suya. Practica una sentencia clásica: "En boca cerrada no entran moscas".

Así pues, a pie o en bicicleta, cada día se ve ir y venir al bodeguero. Sin prisa cuando devuelve el saludo. Observando todo a su paso, con la absoluta indiferencia de quien no ve nada. Proyectando la imagen del hombre atiborrado de ocupaciones y responsabilidades. Consagrado como pocos al desinteresado servicio a su comunidad.


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