Genialidad,
pujo, honestidad, y chatarra
Ramón Díaz-Marzo
HABANA VIEJA, septiembre (www.cubanet.org) - Ultimamente estoy haciendo algo
que no hacía desde hace 10 años: leer los periódicos
oficiales que se editan y distribuyen dentro de la Isla.
Esta medida nació de una causa común y lógica a todo
escritor o periodista que pretenda inyectarle vida nueva a su gacetilla después
que uno ha descubierto que los artículos de opinión, en Cuba,
siempre son los mismos. Y es que las plantillas de periodistas oficiales que
posee cada periódico escriben el mismo articulo (sin ponerse de acuerdo)
con ligeras modificaciones de giros y palabras.
Porque la autocensura, más que miedo biológico, es un
mecanismo de defensa de los periodistas de opinión que, conociendo las
reglas del juego, saben que son víctima de un laberinto de poder que les
ata las manos al momento de redactar sus mamotretos mientras agonizan en esas
mazmorras de la mente internacionalmente conocidas como salas de redacción,
que en la mayor parte del periodismo oficial cubano empobrece el don de la
escritura cuando no pueden escribir sus personales puntos de vista. De manera el
periodismo, bajo estas circunstancias especiales, sí que es el oficio más
difícil del mundo.
Pero volviendo al tema inicial. Durante todos estos años, después
que ingresé en las filas de periodismo independiente, me propuse no leer
a nadie, incluyendo a mis propios colegas. Pensé, y no me arrepiento, que
tenía muchas cosas que decir a mi manera, y leer lo que estuvieran
escribiendo los demás podría actuar como un virus de estilo que me
hiciera más difícil la tarea de encontrar mi voz. Hoy, después
de 5 años de trabajo, estoy apto para leer otros mamotretos que no sean
los míos.
Para tal evento me decidí por el periódico "Juventud
Rebelde" que siempre ha tenido que ser, por causa de su nombre "juventud",
el menos aburrido de todos. Pero no piensen que leo el "Juventud Rebelde"
en todas sus ediciones. Sólo me interesa la edición del domingo,
que siempre incluye materiales foráneos que harían las delicias
del lector más exigente.
Para empezar, allá por los años 80 del siglo pasado, cuando la
idea de que algún día yo trabajaría como periodista habría
sido una fantasía, simplemente era yo el lector que compraba "Juventud
Rebelde", en su edición dominical, por una sola razón: las crónicas
de Gabriel García Márquez; que luego fueran recogidas y publicadas
en La Habana en un volumen titulado "La soledad de América Latina"
por la editorial Arte y Literatura, 1990. Así que lo de genialidad ya
pertenece al pasado. No creo que ningún escritor o periodista pueda
escribir textos tan exquisitos durante todas las semanas de sus días sin
que antes su cerebro se desmorone después de una explosión.
Con relación al pujo, recuerdo por aquellos días unos textos
horribles de un periodista, cuyo nombre ahora no recuerdo, que se atrevía
a publicar debajo del "Gabo" sus mamarrachadas autobiográficas.
Y siempre me daba tristeza, y hasta un poco de pena, que existan en nuestros
medios personas que se creen cómicas, y no lo son.
En cuanto a la honestidad hoy quiero resaltar (y espero que este texto no
los perjudique) a dos periodistas que están haciendo periodismo. Me
refiero al Sr. José Alejandro Rodríguez y al Sr. Ricardo Ronquillo
Bello. En la sección del primero, "Acuse de recibo", y en
muchos artículos suyos se respira un aire de opinión personal; y
al segundo, por un interesante material que despertó mi interés,
publicado el pasado domingo 15 de septiembre: "!Fuenteovejuna, señor!"
En cuanto a la chatarra, desde el punto de vista periodístico, las
hay buenas y malas; pero su origen es el mismo: cuando el pozo está seco.
Aquí los periodistas nos agarramos de la historia como una tabla de
salvación, para pasar por encima de un presente donde el comprometimiento
es inevitable. En este caso yo estaba un poco preocupado por el excelente
periodista Ciro Bianchi Ross, de quien tengo buenas referencias, y de quien
poseo un estupendo libro de entrevistas titulado "Voces de América
Latina", que siempre mantengo a la cabecera de mi cama junto a ese otro clásico
de la entrevista "Writers at Work/ The Paris Review interviews",
traducido y presentado por José Luis González, Biblioteca Era, México,
1968. Me reporta muchas satisfacciones cada vez que leo ambos libros. Sin
embargo, ya el pasado domingo 1 de septiembre Ciro publico la crónica "Vuelta
a los libros", que termina diciendo:
"Y basta. Hablar sobre libros siempre es grato. Decía Kant que
cuando uno no sabía de qué hablar, resultaba prudente hacerlo
acerca del estado del tiempo. O sobre libros, digo yo, que hoy me sacaron del
apuro de la página en blanco y permitieron que llenara este espacio".
Así, el pasado domingo 15 Ciro Bianchi Ross publicó una
excelente crónica, que casi es una película del sábado, "La
masacre de Orfila". Este texto me ha permitido recordar aquella republica
de pandilleros que sólo sabían dialogar con la pistola. Es bueno
tomar conciencia de que la Cuba futura no funcionaría si otra vez tuviéramos
que sufrir ese tiroteo vulgar en las calles de nuestra Isla. En este caso la
chatarra histórica no sólo ha salvado nuevamente a Ciro de la página
en blanco, sino que nos ha permitido revivir una época de nuestra
historia que sería un gravísimo error repetir.
¿Acaso yo también me salvé hoy de la página en
blanco? Saque el lector sus propias conclusiones.
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