S.O.S.
educación en peligro
Oscar Espinosa Chepe
LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Resulta innegable que la educación
en Cuba hasta finales de los años 80 avanzó, a pesar de su
utilización como instrumento de adoctrinamiento ideológico y
enfoques dogmáticos. Las estadísticas internacionales muestran que
se lograron progresos en la instrucción de la ciudadanía, con
niveles de escolarización más elevados que la inmensa mayoría
de los países del Tercer Mundo.
Cuando se realiza esta valoración no puede olvidarse que ya antes de
1959 la educación cubana ocupaba un lugar destacado en el área
latinoamericana, conseguido fundamentalmente a partir de un esfuerzo muy serio
realizado con posterioridad a la instauración de la República en
1902. Baste señalar que según el censo de 1899 sólo el 43.2
por ciento de la población de diez años o más estaba
alfabetizado, mientras el censo de 1953 arrojó el 76 por ciento. Este
indicador era solamente superado en la región por Argentina (87 por
ciento), Chile (81 por ciento) y Costa Rica (79 por ciento).
Señalada esta realidad de la existencia en Cuba de una tradición
importante en la instrucción de la ciudadanía, es necesario
resaltar que a partir de 1990, con el período especial, se inició
un proceso de reversión de los logros en ese sector debido esencialmente
a una radical disminución de los recursos humanos y materiales
disponibles.
Si en 1989 el presupuesto ejecutado fue de 1,664 millones de pesos, en 1998
llegó a 964 millones tras una continuada caída de las
asignaciones, ambas cifras calculadas a precios constantes por la Comisión
Económica de América Latina y el Caribe de la ONU (CEPAL). En términos
comparables representó un descenso del 42 por ciento.
Tomando en consideración los gastos para la educación por
habitante: en 1989 se dispusieron 157.32 pesos y en 1998 fueron empleados 86.53
pesos, o sea un 45 por ciento menos.
En este contexto empeoraron las condiciones materiales, lo que es visible en
el deplorable estado de las instalaciones docentes, la carencia de materiales de
enseñanza en general y el descenso de la calidad de la alimentación
para los alumnos internos y semi-internos.
A ello se sumó el masivo abandono del magisterio por parte de
profesores y maestros, a causa de la acelerada depreciación de los
salarios, un cúmulo enorme de tareas extra docentes, la mayoría de
carácter político, condiciones de trabajo desfavorables, falta de
reconocimiento social y una pesada carga burocrática.
Ante el continuado retroceso de la educación, sector siempre mostrado
por las autoridades como uno de sus principales logros, en los últimos
tiempos fueron tomadas diversas medidas. A principio de 1999 se elevaron los
salarios en dependencia de las evaluaciones a la labor efectuada. Un licenciado
en educación con una escala mensual de 280 pesos puede recibir un aumento
de 50 pesos cuando su trabajo es calificado de muy Bueno (MB) y de 20 pesos si
obtiene calificación de Bueno (B). Los evaluados de Regular R) o Malo (M)
no reciben incrementos. A esto se suma el derecho a un suplemento por años
de servicios en la docencia.
En total. El salario de un educador nunca rebasa el equivalente de 20 dólares
mensuales en moneda nacional. Quizás un poco más en el caso de los
profesores universitarios que tienen opciones salariales algo superiores.
Para suplir todos los profesores y maestros que abandonaron la enseñanza
se han realizado cursos emergentes con jóvenes captados del nivel
preuniversitario (bachillerato), quienes son preparados en pocos meses, para dar
clases en la enseñanza primaria y secundaria.
Paralelamente, ha comenzado un ciclo de clases por televisión para lo
cual se distribuyeron miles de equipos en las escuelas de todo el país.
Con este nuevo método que en principio sí pudiera ser una vía
para complementar la enseñanza de las distintas asignaturas, debido a la
carencia de personal calificado y con experiencia en las aulas para guiar a los
alumnos, es poco probable que se obtengan los beneficios a que se aspira.
En la enseñanza primaria se persigue que exista un maestro por cada
20 alumnos, mientras en la secundaria el objetivo proclamado es de 15 alumnos
por profesor. En este tipo de enseñanza se quiere que cada docente
imparta distintas materias, lo que pondrá fin a la especialización
vigente durante muchos años. Esto conlleva que los ya existentes se
recalifiquen, sin que adicionalmente se prevea un incremento de salario.
En la práctica existe un gran peligro de que el índice de 20
alumnos en la primaria y 15 en la secundaria sólo sea real en el papel,
con profesores y maestros preparados a la carrera, sin la madurez, la
experiencia y los conocimientos requeridos. Esta situación resulta más
grave en la secundaria donde, como se indicó, ha sido implantada una
integralidad profesoral que tiene por objetivo llevar a los docentes a impartir
varias materias, lo cual pudiera provocar la fuga adicional de aquellos con
mayor experiencia por condiciones de trabajo mucho más exigentes y sin
ningún tipo de compensación salarial.
En los últimos meses, particularmente en Ciudad La Habana, se acometió
la reparación de los desvencijados centros de enseñanza. Miles de
trabajadores de la construcción fueron desplazados desde las provincias,
paralizándose en todo el país muchas obras para cumplir la meta "a
como diera lugar", de tener en septiembre todos los locales reparados. Al
mismo tiempo se han instalado computadoras para la enseñanza masiva de la
informática en las escuelas.
Con bombo y platillo las autoridades cubanas han lanzado las consignas de
superar en materia educacional a los países más desarrollados, y
tornar el país en el "más culto del mundo". Propuesta
que hace recordar campañas anteriores, como la de convertir a Cuba en uno
de los mayores productores de leche del orbe y la correspondiente a la zafra de
los diez millones de toneladas de azúcar para dominar el mercado
internacional de ese producto. Como se recordará, en ambos casos sólo
se obtuvieron grandes fracasos. Hoy la leche no alcanza ni para venderla a los
niños mayores de siete años de edad, y casi la mitad de los
centrales azucareros han sido cerrados definitivamente por el alto nivel de
ineficiencia presente.
No sería una sorpresa que todo estos "buenos propósitos"
en materia educacional concluyan de forma similar con los cursos emergentes y la
falta de solidez que los acompañan. Las consecuencias de ello serían
terribles, pues dañarían notablemente la preparación
intelectual de nuestra juventud, con efectos incalculablemente nocivos para el
futuro de la sociedad.
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