CUBANET .INDEPENDIENT30

25 de septiembre, 2002


S.O.S. educación en peligro

Oscar Espinosa Chepe

LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Resulta innegable que la educación en Cuba hasta finales de los años 80 avanzó, a pesar de su utilización como instrumento de adoctrinamiento ideológico y enfoques dogmáticos. Las estadísticas internacionales muestran que se lograron progresos en la instrucción de la ciudadanía, con niveles de escolarización más elevados que la inmensa mayoría de los países del Tercer Mundo.

Cuando se realiza esta valoración no puede olvidarse que ya antes de 1959 la educación cubana ocupaba un lugar destacado en el área latinoamericana, conseguido fundamentalmente a partir de un esfuerzo muy serio realizado con posterioridad a la instauración de la República en 1902. Baste señalar que según el censo de 1899 sólo el 43.2 por ciento de la población de diez años o más estaba alfabetizado, mientras el censo de 1953 arrojó el 76 por ciento. Este indicador era solamente superado en la región por Argentina (87 por ciento), Chile (81 por ciento) y Costa Rica (79 por ciento).

Señalada esta realidad de la existencia en Cuba de una tradición importante en la instrucción de la ciudadanía, es necesario resaltar que a partir de 1990, con el período especial, se inició un proceso de reversión de los logros en ese sector debido esencialmente a una radical disminución de los recursos humanos y materiales disponibles.

Si en 1989 el presupuesto ejecutado fue de 1,664 millones de pesos, en 1998 llegó a 964 millones tras una continuada caída de las asignaciones, ambas cifras calculadas a precios constantes por la Comisión Económica de América Latina y el Caribe de la ONU (CEPAL). En términos comparables representó un descenso del 42 por ciento.

Tomando en consideración los gastos para la educación por habitante: en 1989 se dispusieron 157.32 pesos y en 1998 fueron empleados 86.53 pesos, o sea un 45 por ciento menos.

En este contexto empeoraron las condiciones materiales, lo que es visible en el deplorable estado de las instalaciones docentes, la carencia de materiales de enseñanza en general y el descenso de la calidad de la alimentación para los alumnos internos y semi-internos.

A ello se sumó el masivo abandono del magisterio por parte de profesores y maestros, a causa de la acelerada depreciación de los salarios, un cúmulo enorme de tareas extra docentes, la mayoría de carácter político, condiciones de trabajo desfavorables, falta de reconocimiento social y una pesada carga burocrática.

Ante el continuado retroceso de la educación, sector siempre mostrado por las autoridades como uno de sus principales logros, en los últimos tiempos fueron tomadas diversas medidas. A principio de 1999 se elevaron los salarios en dependencia de las evaluaciones a la labor efectuada. Un licenciado en educación con una escala mensual de 280 pesos puede recibir un aumento de 50 pesos cuando su trabajo es calificado de muy Bueno (MB) y de 20 pesos si obtiene calificación de Bueno (B). Los evaluados de Regular R) o Malo (M) no reciben incrementos. A esto se suma el derecho a un suplemento por años de servicios en la docencia.

En total. El salario de un educador nunca rebasa el equivalente de 20 dólares mensuales en moneda nacional. Quizás un poco más en el caso de los profesores universitarios que tienen opciones salariales algo superiores.

Para suplir todos los profesores y maestros que abandonaron la enseñanza se han realizado cursos emergentes con jóvenes captados del nivel preuniversitario (bachillerato), quienes son preparados en pocos meses, para dar clases en la enseñanza primaria y secundaria.

Paralelamente, ha comenzado un ciclo de clases por televisión para lo cual se distribuyeron miles de equipos en las escuelas de todo el país. Con este nuevo método que en principio sí pudiera ser una vía para complementar la enseñanza de las distintas asignaturas, debido a la carencia de personal calificado y con experiencia en las aulas para guiar a los alumnos, es poco probable que se obtengan los beneficios a que se aspira.

En la enseñanza primaria se persigue que exista un maestro por cada 20 alumnos, mientras en la secundaria el objetivo proclamado es de 15 alumnos por profesor. En este tipo de enseñanza se quiere que cada docente imparta distintas materias, lo que pondrá fin a la especialización vigente durante muchos años. Esto conlleva que los ya existentes se recalifiquen, sin que adicionalmente se prevea un incremento de salario.

En la práctica existe un gran peligro de que el índice de 20 alumnos en la primaria y 15 en la secundaria sólo sea real en el papel, con profesores y maestros preparados a la carrera, sin la madurez, la experiencia y los conocimientos requeridos. Esta situación resulta más grave en la secundaria donde, como se indicó, ha sido implantada una integralidad profesoral que tiene por objetivo llevar a los docentes a impartir varias materias, lo cual pudiera provocar la fuga adicional de aquellos con mayor experiencia por condiciones de trabajo mucho más exigentes y sin ningún tipo de compensación salarial.

En los últimos meses, particularmente en Ciudad La Habana, se acometió la reparación de los desvencijados centros de enseñanza. Miles de trabajadores de la construcción fueron desplazados desde las provincias, paralizándose en todo el país muchas obras para cumplir la meta "a como diera lugar", de tener en septiembre todos los locales reparados. Al mismo tiempo se han instalado computadoras para la enseñanza masiva de la informática en las escuelas.

Con bombo y platillo las autoridades cubanas han lanzado las consignas de superar en materia educacional a los países más desarrollados, y tornar el país en el "más culto del mundo". Propuesta que hace recordar campañas anteriores, como la de convertir a Cuba en uno de los mayores productores de leche del orbe y la correspondiente a la zafra de los diez millones de toneladas de azúcar para dominar el mercado internacional de ese producto. Como se recordará, en ambos casos sólo se obtuvieron grandes fracasos. Hoy la leche no alcanza ni para venderla a los niños mayores de siete años de edad, y casi la mitad de los centrales azucareros han sido cerrados definitivamente por el alto nivel de ineficiencia presente.

No sería una sorpresa que todo estos "buenos propósitos" en materia educacional concluyan de forma similar con los cursos emergentes y la falta de solidez que los acompañan. Las consecuencias de ello serían terribles, pues dañarían notablemente la preparación intelectual de nuestra juventud, con efectos incalculablemente nocivos para el futuro de la sociedad.


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