CUBANET .INDEPENDIENT30

24 de septiembre, 2002


A dónde van los jóvenes

Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro

LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - "Tío, ¿me puedes regalar un cigarro?", me solicitó con desembarazo. Iba vestido con bastante pobreza para una noche de sábado. Me pareció muy joven para que fumara, pero me abstuve de sermonearlo. Le alargué el cigarrillo y entonces me pidió fuego. Eran aproximadamente las once de la noche.

"¿Ya de vuelta a casa?", le pregunté simulando ingenuidad. "No, voy para La Piscina". Aspiró largo, hondo, del cigarrillo y soltó una gran bocanada de humo que se confundió con la noche. "¿Qué hay en la piscina?", volví a preguntar. "Nada: música, ron, jebitas". "¿Va mucha gente?". "Muchísima". "¿Qué hacen ahí?". "Bailar, beber, pasar la noche, no hay más ná".

El bichito de la investigación me picó. No podía dejar pasar la ocasión. Delante de mí tenía un muchacho de apenas 17 años que, evidentemente, no poseía ni con qué comprar cigarrillos y pretendía pasarla bien. Decidí trabar amistad. "¿Cómo te llamas?". "Osmel". "¿Sería muy ridículo que yo fuera a la piscina?". "Bueno, eso es para jóvenes, pero van algunos 'tembas'".

Emprendimos el camino. Alamar tiene muy poco alumbrado público. Entre la oscuridad se movía un desfile interminable de jóvenes con el mismo destino. Se oía el rumor del mar y se aspiraba el olor de la marisma. La noche era sofocante. Entre el sabanazo costero, junto a una carretera sin tráfico que corre hasta las inmediaciones de Cojímar, detrás de la Playita de los Rusos, está ubicada La Piscina. Es un cuadrado cerrado por tapias de dos metros y medio de alto. Frente a la puerta se amontonaban cientos de jóvenes. Un camión repleto de policías descargaba su cuota de vigilantes.

Osmel es un tipo famoso en la zona. Apenas llegamos vinieron muchos a saludarlo. "El puro es periodista", me presentó. "Yo soy Mercedes", dijo una mulatica bellísima de apenas 18 años. "Yo soy Yanelis", dijo otra muy joven también. "Yo me llamo Reinier". "Y yo Alejandro". Les extendí la mano a todos. "¿Entramos?", pregunté. Hubo miradas dubitativas, desconcierto, embarazo. "La entrada cuesta cinco pesos las mujeres y diez los hombres, no nos alcanza el dinero", dijo con cierto pudor Mercedes.

Pagué las entradas. Adentro, cerca de mil quinientos jóvenes se apelotonaban bajo la estridencia del Rap. Unos mostradores mal construidos y con techos de tejas de fibrocemento, vendían ron a granel. Los muchachos que me acompañaban "hicieron una ponina" y en una caneca que traían compraron la bebida. Me brindaron. Aquello quemaba la garganta, sabía a diablos. Se rieron con mis muecas.

Apenas se podía conversar, pero lo intenté. "Mercedes, ¿qué haces?". "Soy jinetera en reposo". "¿Qué es eso?". "Me quemé en la Habana Vieja. Me hicieron un acta de advertencia. Tengo que refrescar un tiempo. Yo vivo en San Isidro, pero estoy acá con mi papá y mi abuela hasta que pueda volver a la lucha". "Y tú, Yanelis, ¿qué haces?". Soy divorciada. Tengo una niña de dos años. Vivo con mi mamá. Dejé la escuela en noveno grado". Me brindaron otra vez de la caneca. No acepté. Repartí cigarrillos entre ellos. Todos fumaban.

Alejandro no estudia ni trabaja. Sus padres también son divorciados. Osmel estudia en una escuela de gastronomía. Reinier me mintió, quizás por pena, me dijo que estudiaba informática pero su turbación lo tornó poco creíble.

Se asombraron cuando los invité al bar. La venta en el bar es en divisas. El bar es un cuchitril de mala muerte. Oscuro. Las paredes mal pintadas. Unos bafles que retumban el interior. Las cervezas a dólar. De la esquina más oscura y apartada me llegó un cierto olor como de marihuana. Todos conocían la marihuana y "el cambolo" (crack). Bebieron con placer sus cervezas. Bailaron: por parejas o solos. Muchos bailaban solos, como en una muestra de que no necesitaban de nadie para divertirse.

Pregunté por las broncas. Me contestaron que muchas veces se arman grandes peleas y que algunos resultan lesionados, pero que siempre hay muchos policías. Lo peligroso es a la salida. Ya en la madrugada la gente está borracha. El entorno está muy oscuro y hay que retirarse en grupos. Se han dado casos de violaciones y golpizas.

Cerca de la una de la madrugada les dejé algún dinero para que siguieran divirtiéndose. Pensé en sus madres y pensé en mis hijos. Me marché conmovido. Reflexioné mucho camino de mi casa. Pero sólo les cuento lo que vi. Reflexionen ustedes.


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