Ser alguien
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Ser alguien, en el lenguaje
popular, significa distinguirse, no pasar por la vida con la grisura de quienes
vegetan y fornican con la inconciencia de los animales.
Pero ser alguien no conlleva perseguir relumbrones falsos o fulgores efímeros.
Eso es ya ser vanidoso. Ser alguien es ser uno mismo. Tener derecho de hacer y
pensar con libertad, ya se sea príncipe o mendigo. Aspirar al poder, la
prosperidad, la representatividad -anhelos muy humanos- es algo con lo que, en
cualquier sociedad, se puede soñar. En Cuba no. En Cuba es otro el
cantar.
Aquí la gente se fabrica un personaje, inventa una leyenda sobre sí
mismo para sobrevivir a la indigencia de relieve social que impone una absurda
masificación -en todos los órdenes de la vida- que despersonaliza
al individuo. Ser maestro es ser un Don Nadie, ser médico es ser un Don
Nadie, ser ingeniero es ser un Don Nadie. Y esto ocurre porque aquí nadie
es nada.
En Cuba, y esto no es necesario matizarlo mucho para demostrarlo, el único
que es alguien es Fidel Castro. Los demás somos ministros hasta que él
lo decide, somos fiscales hasta que él lo desea, somos periodistas
mientras copiemos bien su dictado, somos personas mientras no nos le opongamos.
Ante esa imposibilidad de ser alguien por sí mismos la gente tiene
tres opciones: aceptarle el juego a Fidel Castro y creerse el cargo, la posición
para creerse que es alguien; abandonar el país e intentarlo en otra
parte; fabricarse, como hace la mayoría, un personaje inexistente y andar
por la vida de farsante ridículo.
La gente se siente tan aplastada, tan insignificante que se ven en la
necesidad de inventarse una persona otra, una vida otra, una suerte otra, se
enmascaran tras un personaje que llenan de atributos, conexiones, influencias,
pompas tan resonantes que se tornan inverosímiles, pero que ellos se
creen, y viven con la ilusión de que los demás se lo crean.
Así usted conoce a una persona que, a primera vista, le pareció
cuerdo, sensato, respetable, seguro de sí mismo, y en la segunda
conversación, sin esperarlo, comienza a dibujarle el personaje que
necesita ser para no parecer el Don Nadie que todos somos en esta isla. Ah,
caramba, esto es una epidemia. Nadie está contento con lo que es. Parece
un trastorno psiquiátrico nacional. La fiebre de ser alguien donde nadie
es nada.
Y la raíz del fenómeno la encontramos en la precariedad económica.
Ningún empleo en Cuba produce la solvencia a que se aspira. Un médico
gana menos que un botones de hotel de turismo, un maestro gana menos que un
mesero de club nocturno. Y a nadie le complace andar eternamente en la pobreza.
Pero como la pobreza sí se ha hecho eterna en Cuba, la gente se ha
trastornado y no hay manera de que un alto por ciento de la población no
padezca la fiebre de ser alguien.
La enfermedad es grave. Pudiera parecer vanidad. Pero no. Es necesidad de
conservación, es urgencia por no perder la autoestima frente a un estado
de cosas que anula todo desarrollo de la individualidad. No se asombre si
alguien se le presenta como presidente de la Federación Independiente
Flor Amarilla, Flor Colorá, y le habla de un proyecto millonario que
involucra a las Naciones Unidas, Estados Unidos de América, la Comunidad
Europea y parte de Asia, para salvar de la contaminación al río
Bacuranao. No es un loco, es un don Nadie que aspira ser alguien en una sociedad
donde nadie es nada, o donde si lo es muy poco puede hacer.
Esta información ha sido transmitida por teléfono,
ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a
Internet. CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza
la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como
fuente.
|