Frank Calzón.
El Nuevo Herald,
septiembre 17, 2002.
Añádase otro argumento al debate sobre si eliminar o no las
restricciones de viajes a Cuba: la explotación de que son objeto las
mujeres y los niños cubanos.
A principios de este año, investigadores del Proyecto Protección,
un instituto sobre derechos humanos radicado en la prestigiosa Universidad Johns
Hopkins, informaban que ''...los turistas canadienses y norteamericanos son un
factor determinante en el drástico aumento de la prostitución
infantil y la explotación de la mujer en Cuba''. Este aumento se le
atribuye a la ofensiva desatada contra el turismo sexual en el sureste asiático
y el levantamiento de las restricciones políticas para viajar a Cuba,
afirman los investigadores en su Informe de derechos humanos sobre el tráfico
de personas, especialmente de mujeres y niños.
La prostitución existe en muchos países, pero las polémicas
comunistas de Fidel Castro y su control represivo complican el problema en Cuba.
Acto seguido a su asalto al poder, Castro le echó la culpa al
''capitalismo opresor'' y al turismo nortemericano de la prostitución que
había entonces en Cuba. Les aseguró a los cubanos que en su nueva
sociedad desaparecerían para siempre la prostitución y la
''explotación del hombre por el hombre''. Hoy, cuarenta años más
tarde, la situación es mucho peor. Las cubanas, los niños y las niñas
no sólo se enfrentan a la explotación del hombre, sino que
hombres, mujeres y niños por igual se enfrentan también a la
''explotación del hombre por el hombre'' en su condición de
siervos de un gobierno dueño de vidas y hacienda, que asigna trabajo y
vivienda, define sueldos, y dicta cuándo y dónde pueden los
cubanos comprar y viajar.
Cuba carece tanto de una ''sociedad civil'' como de los medios para
construirla. Los cubanos no pueden señalar abiertamente ningún
problema al que ''pueda sacarle partido el enemigo'' o que ''humille o
desprestigie al gobierno'' (Propaganda
Enemiga). Los medios de comunicación y la prensa también
son propiedad del régimen, y sufren su censura. Sólo cuando Castro
''descubre'' él mismo un problema es que se puede discutir o comentar. Y
entonces, la culpa es del "monstruo imperialista del norte''.
A diferencia de otros países, en Cuba no existe el tipo de
organización independiente que exige que se protejan a las mujeres y a
los niños. Hace unos años, Castro se vio obligado a reconocer el
retorno de la prostitución. Pero lo hizo de forma jocosa, restándole
importancia, y además declaró que las prostitutas cubanas eran
''las más educadas del mundo''. Castro negó por años la
existencia y propagación del sida en el país. Entonces, ¿qué
nos hace pensar que ahora admitirá el grado a que ha llegado el abuso
sexual de menores en Cuba? Sería desmentir él mismo su propia
propaganda sobre ''la preocupación especial'' de su revolución por
los niños cubanos y sobre lo mucho que se ha logrado en pro de su
bienestar.
No obstante la propaganda, ya casi nadie cree eso de ''la preocupación
especial'' por los niños, o los ''logros'' de la revolución
castrista. Cuba es un país donde se les suspende a los niños la
cuota de leche cuando cumplen los siete años. Ni los padres ni las madres
tienen derecho a opinar sobre las escuelas estatales, o sobre el envío de
sus hijos en edad de secundaria básica a lo que se llama ''la escuela al
campo'', que consiste en enviar a los adolescentes a planes de estudio y trabajo
(agrícola) combinado en fincas del estado localizadas en alejadas zonas
rurales. El Papa Juan Pablo II calificó de ''traumática'' esta
separación forzosa de la familia cubana, y advirtió sobre los
efectos ''profundos y negativos'' de dicha separación, sobre la
vulgaridad, la promiscuidad, y la pérdida de valores éticos. Cabe
señalar que los adolescentes cubanos tienen relaciones sexuales a
temprana edad dadas las condiciones en la ''escuela al campo'', y que los
resultantes embarazos terminan en abortos que el estado provee fácil y
gratuitamente.
El informe del Proyecto Protección señala que Cuba ha firmado
numerosos convenios internacionales, pero "no ha ratificado el
Convenio 182 de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre las peores formas
de trabajo infantil, y cómo erradicarlas; ni el
Protocolo
de Naciones Unidas sobre la prevención, eliminación y
penalización de la trata de personas, especialmente de mujeres y niños''.
La percepción que se tiene de Cuba demora en actualizarse con la
realidad que se vive en el país. En 1996, la Universidad de Leicester
publicó un extenso informe titulado Prostitución infantil y
turismo sexual: Cuba, basado en una serie de entrevistas realizadas en la isla
por dos sociólogos británicos. El informe señalaba que ''la
explotación sexual de menores que existe en Cuba la cometen mayormente
los turistas''. La falta de interés y de asistencia de la Federación
de Mujeres Cubanas hacia las mujeres y los menores explotados de esta forma ''es
inexplicable'' según los dos investigadores. Conste que la Federación
es la única organización formal en la isla encargada de proteger y
promover el bienestar de mujeres y niños. Fidel Castro ignoró el
Informe Leicester, como ha ignorado el informe de la Universidad Johns Hopkins.
La pregunta es ésta: ¿puede el Congreso de Estados Unidos actuar
con igual irresponsabilidad e indiferencia mientras se debate el tema de
suspender las restricciones de viajes a Cuba? Aquéllos que apoyan los
viajes a Cuba sin restricciones de ninguna índole alegan que el turismo
norteamericano beneficiará al pueblo de Cuba sin que ello signifique el
enriquecimiento del régimen explotador y represivo de Fidel Castro. Estos
ilusos serían mucho más convincentes si a las cortesías que
quieren otorgarle al dictador cubano les añadieran sus firmes exigencias
para que Castro ponga fin a la explotacion de mujeres y niños cubanos.
Director ejecutivo del Centro para
una Cuba Libre, en Washington, D.C.
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