CUBANET .INDEPENDIENT30

17 de septiembre, 2002

La pedagogía cubana

Ramón Díaz-Marzo

LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - En el año 1958 mi madre tuvo la suerte de conseguirme una matrícula en la escuela pública "Valdés Rodríguez", en el distinguido barrio del Vedado. Yo tenia 6 anos y provenía de la creche, que ahora llaman Círculos Infantiles. La directora de esa creche era una señora rechoncha, mulata blanconaza, de la cual mi madre se hizo amiga. Esa directora tenía influencia en el sistema educacional de aquellos tiempos. La creche se encontraba en la calle Concordia, entre Lealtad y Perseverancia.

A la entrada de la creche había una bandera cubana y un retrato inmenso del tirano Fulgencio Batista. Un día, al principio de mi estancia en la creche, mi madre, delante de la directora (que era batistiana), elogió al tirano y me conminó a que hiciera lo mismo con mis escasos 5 años que no comprendían nada de lo que me obligaban a decir, pero lo decía como un papagallo. De todas maneras, de aquella directora no tengo ningún mal recuerdo.

Después, de adulto, supe que mi ingreso en la escuela pública "Valdés Rodríguez" dependió de aquella directora. Lo único que me molesta después de grande es que a los niños se les obligue, aún antes de comprender el infierno del mundo, a que se comprometan con algo.

Yo recuerdo con vívido agrado mi primer día de clase en la escuela pública "Valdés Rodríguez", como también recuerdo mis primeros días de clase en otras escuelas.

Mi primer día de clase en "Valdés Rodríguez" ocurrió en el año 1958. "Valdés Rodríguez" estaba rodeado de otras escuelas y no tenía nada que envidiarle a las escuelas privadas. La disciplina era rígida, sin que significara que los maestros e instructores tuvieran que tratar mal a los alumnos. Meses antes de entrar a la escuela recuerdo que mi madre y yo pasamos a recoger la ropa gratuita de la escuela, que eran dos camisas blancas de mangas cortas con el escudo de la provincia de La Habana estampado en el bolsillo, y dos pantalones negros.

El primer día de clase cada profesor le entregó una libreta a cada alumno. Esas libretas las recuerdo con mucho cariño. Eran gordas, de papel de calidad, y en la portada tenían el escudo de la provincia, y por detrás las tablas de sumar, restar, multiplicar y dividir. Ahora que existen las pequeñas calculadoras, y las libretas no traen impresas las tablas de la aritmética elemental, pienso que aquello era un buen recurso auxiliar para el alumno.

Una de las cosas que más me gustaba de "Valdés Rodríguez" era el silencio que había en cada aula. Los profesores imponían respeto, y los muchachos deseaban estudiar en "Valdés Rodríguez" tenían que portarse bien para no ser expulsados.

En "Valdés Rodríguez" estuve hasta el segundo o tercer grado. Esa fue la única escuela en toda mi vida donde me he sentido bien.

Después conocí horribles escuelas en la Habana Vieja (ya había triunfado la Revolución). Aulas llenas de gritos, ruidos, maestros histéricos que no eran respetados por los alumnos.

Estas escuelas, que aún existen, simplemente eran casas coloniales habilitadas para ser escuelas. Y pienso que la arquitectura es determinante. En estas casas coloniales de la Habana Vieja el alumno sabe que no se encuentra dentro de una auténtica escuela, sino que su aula simplemente es la antigua habitación de una casa. En este sentido, la arquitectura juega un papel primordial en el destino de una escuela. Y estas casas coloniales habilitadas para escuelas no ayudan ni al alumno ni a los maestros. Pienso que aún no hemos superado a los griegos y romanos que tenían un patrón arquitectónico según fuera la función del edificio a construir.

Pero mi objetivo era hablar de cómo eran los libros que se utilizaban antes de la Revolución en las escuelas públicas y privadas. A mi entender, eran libros que tenían muy bien definido y logrado el arte de la pedagogía. Pero cuando triunfó la Revolución esos libros fueron retirados. Yo guardo dos ejemplares de aquellos tiempos: un Compendio de la Historia de Cuba, edición 1948, del maestro normalista Miguel Angel Fonseca, y una Historia Contemporánea, edición 1950, de la Doctora en Filosofía y Letras y Pedagogía, Profesora Titular de Geografía e Historia del Instituto No.1, de La Habana.

Recientemente visité la casa natal del padre Félix Varela en la calle de los Obispos, que la oficina del Historiador de la Ciudad, Sr. Eusebio Leal, ha rescatado de las ruinas del tiempo, ahora convertida en Biblioteca Pedagógica, y los dos libros antes mencionados allí los encontré junto a otros libros de la misma época, que ya están considerados ejemplares únicos.

Otros libros que llamaron mi atención son una Historia Local de la Habana, grado tercero, edición 1948, del Doctor F. Armando Muñoz; "Los cuentos de abuelito", edición 1947, del Dr. Justo Albert Luaces; "Aritmética Elemental", tercer grado, edición 1955, del Dr. J. Elpidio Perez Somoza, libros todos que a simple vista despiertan los deseos de estudiar por el diseño y colores que clasifican su contenido. Algo que no ocurrió con los libros que la Revolución editó por toneladas para la educación en Cuba después de 1959.

Estos libros editados por la Revolución eran, y son, horribles. Uno leía y leía, y nada entendía. Esto que estoy hablando es mi experiencia personal. Y pienso que el actual estado cubano cometió un gravísimo error cuando prescindió de los valiosos materiales escolares que nuestros pedagogos de la República nos legaron y así privó de un tesoro nacional a nuestros niños.

Un día me encontré en la calle de los Obispos, frente al antiguo Ministerio de Educación de la década de 1980, cajas de papeles mecanografiados que decían "primera copia para el Ministro, segunda copia para archivar". Eran traducciones que se hicieron en los 80 sobre todos los sistemas de enseñanza pedagógica en diferentes países, especialmente de revistas norteamericanas. Cuando el país se quedó sin papel y sin nada, en los años 90 del Período Especial, esas cajas llenas de interesantes materiales me sirvieron para escribir al dorso de los papeles.

De manera que pienso que todo el trabajo o parte del trabajo que se gastaron en el Ministerio de Educación los traductores en los años 80 del siglo pasado fueron botados a la basura. Y eso es lo que siempre han estado haciendo los cubanos después que triunfó la Revolución: botando, expulsando, prescindiendo e ignorando nuestros valores autóctonos.

Los éxitos que se lograron durante la Republica, especialmente en materia pedagógica y educativa, han sido ignorados.

Ramón Díaz-Marzo es el autor de la novela "Cartas a Leandro", publicada por CubaNet.

Lea fragmentos de la novela.


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