La pasajera
inesperada
Lucas Garve, CPI
LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - El transporte urbano en Ciudad La
Habana cuesta 40 centavos y a los ómnibus se les denomina "guaguas"
en Cuba. Una guagua común y corriente posee dos características
principales: la primera tiene que ver con el tiempo invertido en esperarlas, y
la segunda que siempre circulan llenas.
Las guaguas y los camellos son los transportes públicos por defecto
en Ciudad La Habana. No hay otros. Pero el público prefiere las guaguas.
Los camellos llaman solamente la atención de los turistas, y los cubanos
atraídos por ellos son generalmente carteristas.
En consecuencia, la casi totalidad de quienes viajan en camellos lo hacen a
causa de que circulan pocos ómnibus.
En una guagua pueden ocurrir ocasionalmente eventos imprevistos. El ómnibus
no cuenta con un pasillo lo suficientemente amplio para permitir el paso de los
que descienden. Prácticamente, es necesario empujar a diestra y siniestra
para ganar la puerta de salida. Entonces cualquier esfuerzo más allá
del límite normal sirve de detonante a una explosión de mal humor.
Pero dentro de los imprevistos también hay eventos simpáticos.
En una guagua repleta de pasajeros una viajera subió sin pagar por la
puerta de salida y luego estimó correcto avanzar hacia la parte delantera
del vehículo sobre las ventanillas de la guagua.
Todo tiene una explicación si le digo que la viajera fortuita no era
otra que una rana. Una común rana verdosa, pero más temible para
numerosos pasajeros que un dinosaurio mecánico de Parque Jurásico.
Porque la rana era real, concreta, y nadie supo de dónde apareció.
Pero cuando su presencia fue detectada cundió el pánico.
Gritos, empujones, las personas sentadas junto a las ventanillas se
abalanzaban sobre las del pasillo. En tanto, la saltarina rana llevada por la
tendencia generalizada decidió saltar también hacia el pasillo y
se produjo el caos total, al punto de que el gran alboroto en el interior del ómnibus
llamó la atención de unos policías que estaban junto a un
carro patrullero.
Los dos agentes le pidieron al chofer que detuviera la guagua y, con expresión
hosca, comunicaron que se debía bajar el provocador del disturbio,
momento en que una señora impertérrita agarró al batracio y
lo lanzó por una de las ventanillas, y éste fue a parar sobre el
techo del patrullero, para asombro de los policías.
La anciana, muy risueña, se excusó con la explicación más
simple: "Ustedes pidieron que bajara el causante del disturbio...pues para
allá lo lancé".
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