La frase
aterradora
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Desde que usted leyó el título
sé que está pensando en una frase terrífica, brutal,
desconsoladora. Pero no. No es ésa. Es más espeluznante aún.
Lo de "socialismo o muerte", que viene significando muerte o muerte,
es una bobería que uno puede pasar por alto. Así que si estaba
pensando en ella, se equivocó. Es otra. Se repite tanto como la
mencionada pero es más aplastante, más cruel, más
demoledora.
No, hombre, no. Tampoco se trata de ésa. Esa ya no nos da ni frío
ni calor. Es más catastrófica aún, más apocalíptica.
Eso de "seguimos en combate" es un juego de niños, un engañabobos.
La que yo le digo es satánica, enloquecedora, alienante.
No se empecine en descubrirla. Para eso hay que vivir en Cuba. Oírla
muchas veces al día. Verle el rostro a quien la pronuncia. Observar cómo
se le desencaja la cara a quien la escucha. Sentir el desaliento que provoca, la
impotencia que imprime, la depresión que suscita.
Es una frase breve, lapidaria, tajante. Lleva toda la carga de desamparo que
produce lo irremediable. Tiene un carácter inapelable. Después de
oída no hay nada que hacer, nadie a quien invocar, ninguna plegaria para
conjurarla. Es seca y amarga, abrasiva como un insulto. No valen contra ella
ruegos ni furias. Es insensible, ciega, sorda. Capaz de provocar la muerte
repentina.
Imagínatela: Su refrigerador está lleno de todas las carencias
del mundo. Su cocina tiene una angustia de obituario. Usted sale a la calle.
Tiene la intención de pasar por la bodega. Ya lleva en una jaba su
Libreta de Abastecimientos, ya lleva en el corazón la esperanza. Está
a punto de creer que será feliz. Desde hace dos días espera con
ansiedad la llegada del acontecimiento. Hoy será un gran día, un día
de fiesta.
Saluda, eufórico, a su vecina. No puede negar que está
ilusionado. Hoy hasta puede jurar que las utopías son posibles. Lo
alienta un impulso positivo. Siente las corrientes benefactoras llegando a
usted. Va como envuelto por un aura estimulante.
Por la misma acera se acerca otro vecino. Viene cansino. La frente sin
brillo. Los hombros descolgados, los pasos titubeantes, los ojos mortecinos.
Usted lo ve aproximarse y un raro augurio se le antoja, una premonición
descalabrante comienza a acecharlo. Pregunta presuroso, comido por la zozobra:
"¿Vino el pollo, Serapio?"
Y entonces la frase aterradora, satánica, cruel, despanzurrante. La
frase más brutal que "socialismo o muerte". La frase más
catastrófica que "seguimos en combate". La frase lapidaria,
tajante, seca, amarga, abrasiva. La frase que no se dice por televisión
ni en las Mesas Redondas ni en las Tribunas Abiertas. La frase de todos los días,
los meses, los años:
"No ha entrado nada, Quintiliano".
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