El robo a
todo galope
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, septiembre (www.cubanet.org) - Con frecuencia los periódicos
cubanos publican anécdotas de personas que han sido timadas en los
comercios estatales. Evidentemente algunos columnistas airean el tema. Se
exponen los derechos del consumidor. Se propone que se endurezcan las leyes para
sancionar el "ladronismo" comercial. Los trabajadores del comercio
firman códigos de ética. Aparentemente habrá alguna mejora.
Pero en la vida todo sigue igual.
El consumidor cubano deberá estar preparado para recibir la "estocada"
en cualquier momento. Lo mismo pueden venderle un tubo de pasta dental inflado
con aire que un pan con jamón sin jamón.
Lo más típico y generalizado no es que el tubo venga vacío
ni que al sandwich le falte todo el jamón, sino que al tubo le falte un
poquito de pasta y al emparedado unos cuantos gramos de proteína.
El agravante del caso -o de los millones de casos- es que estos poquitos le
faltan a casi todos los productos que se venden en la Isla. En los breves
minutos que usted invierta en leer esta nota en Cuba se habrán consumado
miles de estos "robitos". Cinco minutos después se habrán
consumado otros miles. Y lo peor: la sociedad lo acepta como un hecho normal,
porque existe una resignación colectiva ante los hechos: el kilogramo
tendría 900 gramos; la libra, 13 onzas; el litro, 920 mililitros.
Lo que para los habitantes de otras latitudes, criados en sociedades más
transparentes sería inconcebible, resulta perfectamente normal para un
cubano. El trabajador de un mercado que despacha dos y medio kilogramos de papa
pero cobra tres, no siente que lo abruma el peso de un pecado mayor. ¿Y los
que dicen que vivimos en la sociedad más democrática del mundo,
pese a los cientos de presos políticos y a la falta de cualquier
libertad, excepto la de apoyar al régimen? ¿Y los que dicen que
somos una potencia médica con las farmacias desabastecidas? ¿Y los
que nos denominan como uno de los pueblos más cultos del mundo sólo
porque aquí la cultura está regida por un partidismo totalitario?
En cualquier caso el fraude comercial no es una singularidad sectorial, sino
una característica general del sistema que rige la Isla. Y al ser
consustanciales uno podría terminar sólo con la muerte del otro.
El robo al consumidor no va a terminar mientras prevalezca el actual estado
de cosas. Los inspectores imponen multas millonarias. Se sanciona a los
dirigentes administrativos, pero todo vuelve a lo mismo.
Hace apenas unos meses fue separado de su cargo el administrador de una
carnicería en Herradura, provincia de Pinar del Río. Se le ubicó
en otro sitio y el mismo día que comenzó a trabajar fue
sorprendido despachando menos carne de la que correspondía a los
consumidores.
En la propia carnicería de Herradura varios núcleos familiares
fueron despojados de una excepcional cuota de pollo que asignó el
gobierno en el mes de julio. La empleada del local marcó la libreta de
algunas personas que no alcanzaron en la primera vuelta. Nadie denunció a
la chica. Saben que la sustituta haría lo mismo.
La prensa criolla a veces habla de estas cosas. Pero prefieren ocuparse de
las empresas norteamericanas corruptas o de la crisis argentina.
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