CUBANET .INDEPENDIENT30

10 de septiembre, 2002


La mosca en la vitrina

Ramón Díaz-Marzo

HABANA VIEJA, septiembre (www.cubanet.org) - Todos sabemos lo desagradable que es una mosca revoloteando encima de alimentos listos para ser consumidos. Este hecho lo observé cuando me detuve frente a una vitrina del tamaño de una pecera doméstica en los portales del cine Payret. Era la una de la tarde, y el sol, desde el oeste, por encima del Capitolio Nacional, llegaba hasta la vitrina con la fuerza del efecto invernadero. Pero como la ciudad de La Habana ha cambiado tanto, es decir, los toldos que antes de 1959 cada comerciante colocaba en las afuera de su negocio ya no existen, el sol inundaba los portales del Payret, específicamente en la esquina correspondiente a Paseo de Martí y la corta calle de San José.

Dentro de la pequeña vitrina de dos pisos se exhibía una variedad de alimentos a la carta con sus correspondientes precios. Había pollo frito con arroz amarillo, mariquitas y ensalada de pepinos al precio de 25 pesos nacionales. Había dos ruedas de jamón con el mismo arroz amarillo, mariquitas y ensalada de pepinos al precio de 15 pesos nacionales. Estos dos platos eran los principales, y su contenido estaba convenientemente distribuido dentro del plato al estilo de una cocina internacional; todo ello bajo la iniciativa de la cafetería del cine Payret que se encuentra por debajo del nivel de la calle. La vitrina la habían colocado a un costado de la puerta de entrada.

Cuando me detuve frente a la vitrina, como he dicho, observé a una mosca solitaria posándose sobre los alimentos. Sin lugar a dudas, este insecto estaba demostrando gran capacidad de sobrevivencia. Y yo, contrario a mi costumbre de no almorzar con estos calores, quizás pensando más en el aire acondicionado que en esta cafetería siempre ha estado garantizado, abrí la puerta y bajé la empinada escalera hasta el sótano.

En efecto, el aire acondicionado era agradable, pero de unos viejos bafles salía a todo volumen una música de discoteca que no se correspondía con un momento tan importante como el almuerzo. Dentro de local sólo se encontraban una pareja que ya se marchaba y un negro que se estaba sentado en los asientos de la barra. Había tres mesas con sus correspondientes sillas de respaldo alto, como las que se están usando ahora en toda La Habana que, después de la rusificación, ahora se esta españolizando. Yo preferí sentarme en la barra donde las sillas increíblemente se han conservado y son de las de plataformas redondas, acolchonadas, y giratorias, y pertenecen a la época en que La Habana se había norteamericanizado.

El negro, un señor de aspecto distinguido, que se encontraba sentado en uno de los asientos de la barra, tenía un pantalón negro y una camisa blanca, y pensé que era un empleado del lugar.

Pensando que para consumir había que sentarse en alguna de las mesas del pequeño salón -decorado en sus paredes con imágenes de Charles Chaplin en la película "El Chicuelo", con dos escenas: una con el chicuelo cargado en sus brazos y otra con el traje de presidiario con el número #23- le pregunté al negro si uno se podía sentar en la barra. El negro me respondió que sí.

Yo me senté a un asiento de distancia del señor, y mientras venía una linda empleada a tomarme el pedido comenté con el hombre que aquella música estridente era un atentado a la salud. El negro, como si hubiera estado esperando el momento en que alguien le dijera cualquier cosa, explotó:

- Nosotros somos cubanos, y a los cubanos nos gusta estar todo el tiempo rodeado de música.

Yo pensé: "Tu música, que a mí la que me gusta es la clásica europea: Mozart, Beethoven, Bach. Entonces le dije que aquellos bafles estaban distorsionando la música y que aquello ya era ruido.

- Deberían de quitar esos bafles -dije.

La empleada me oyó y de un modo muy agradable me dijo que aquella música provenía del sistema provincial de música para los comercios en área moneda nacional de la capital, y que la orden era mantenerlos encendidos todo el tiempo. Y el negro intervino:

- Siempre están quitando las cosas. Aquí lo que hay es que arreglar, no quitar. Cada vez que algo funciona mal en nuestra sociedad, en vez de proceder a su arreglo, lo que hacen es quitarlo. Por ejemplo, en estos momentos no hay ningún restaurante en el Vedado en moneda nacional, todos se han pasado al bando del dólar. Si seguimos así, ¿dónde podremos los cubanos que no tenemos dólares ir a pasar un buen rato?

Observé en el rostro de aquel hombre una dualidad que conozco. Es un estado del alma y la conciencia, en que saben que el proyecto socialista ha fracasado estrepitosamente, pero se aferran a un pasado romántico de la revolución cubana. Y el negro siguió diciendo:

- Aquí lo que hay es que mantener el equilibrio (cuando escuché la palabra equilibrio me espanté más). El otro día, por ejemplo, me fui a comprar este pantalón que llevo puesto. Yo uso la talla 34. En una tienda que hay en el Bulevar de San Rafael encontré mi talla y leí en una tarjeta $10.30 (dólares). Cuando llevé el pantalón hasta donde la cajera, ésta se puso a buscar un papelito que es el código. No lo encontró, y me dijo que no podía despacharme el pantalón. Llamé al gerente de la tienda y éste dijo que aquel pantalón costaba $17.00 dólares. Yo me di cuenta que querían "tumbarme" siete dólares, y armé tremendo bateo, pero el gerente y algunos empleados que se me acercaron me amenazaron con llamar a la policía. Yo me fui del lugar, y unas cuadras más arriba, llegando a Galiano, entré a una tienda y encontré el mismo pantalón al precio de $10.30 dólares, y lo compré.

Yo me limitaba a escucharlo, porque la experiencia me ha demostrado que hablar con estos sujetos que uno finalmente no sabe de qué lado del "asunto" se encuentran (como me ocurrió una vez con el profesor Calle) es sumamente peligroso.

Cuando le muchacha me tomó el pedido opté por las dos ruedas de jamón, el arroz amarillo, las mariquitas, y la ensalada de pepinos. Y le conté la historia de la mosca que dentro de la vitrina estaba planeando sobre los alimentos y le dije que aquello podía ofrecer una mala visión a posibles clientes que pasaran por el lugar. Ella me dijo que de inmediato se lo informaría al administrador. Cuando terminé mi almuerzo le eché una última hojeada al gran Charlot con su uniforme de preso número 23. Al salir me fijé en la vitrina y allí continuaba la mosca, feliz en su vuelo dentro de la vitrina del tamaño de una pecera doméstica, bajo los potentes rayos del sol.


Esta información ha sido transmitida por teléfono, ya que el gobierno de Cuba no permite al ciudadano cubano acceso privado a Internet.
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente.


[ TITULARES ] [ CENTRO ]

Noticias por e-mail

La Tienda - Libros , posters, camisetas, gorras

In Association with Amazon.com

Busque:


BUSQUEDA

Búsqueda avanzada


SECCIONES

NOTICIAS
Prensa Independiente
Prensa Internaional
Prensa Gubernamental

OTROS IDIOMAS
Inglés
Alemán
Francés

SOCIEDAD CIVIL
Introducción
Cooperativas Agrícolas
Movimiento Sindical
Bibliotecas
MLC

DEL LECTOR
Cartas
Debate
Opinión

BUSQUEDAS
Archivos
Búsquedas
Documentos
Enlaces

CULTURA
El Niño del Pífano
Artes Plásticas
Fotos de Cuba

CUBANET
Semanario
Quiénes Somos
Informe Anual
Correo Eléctronico


CubaNet News, Inc.
145 Madeira Ave, Suite 207
Coral Gables, FL 33134
(305) 774-1887