Vicky
Huddleston se despide
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Destacados intelectuales cubanos
no perdieron la oportunidad de despedirse de la embajadora Vicky Huddleston
quien, tras servir tres años como jefa de la Sección de Intereses
de los Estados Unidos de América en Cuba, encabezará la
representación diplomática de ese país en Malí.
Entre esos intelectuales se encuentran el pianista Jorge Luis Prats, el
pintor Manuel Mendive y el ceramista José Fúster, todos figuras
emblemáticas de las artes isleñas. Ellos coincidieron con
periodistas oficiosos como Carlos Iglesias, e independientes como Lucas Garve y
Jorge Olivera, en la recepción de despedida que tuvo lugar en la
residencia habanera de la embajadora en la noche del 5 de septiembre.
Tales presencias contrastantes se mezclaron con miembros del cuerpo diplomático
acreditado en Cuba y con integrantes de la prensa extranjera, los cuales
conversaron animadamente con opositores como Vladimiro Roca y Martha Beatriz
Roque, así como con dignatarios de la Iglesia Católica. Hasta el
exilio de Cuba estuvo presente en cierta forma, porque en lugar destacado de esa
residencia una pintura de Arturo Cuenca atraía las miradas, un poco
haciendo competencia a un óleo de José Bedia.
Vicky Huddleston se despide de Cuba. Lo hace, como parece que todo en su
vida, con una combinación de energía y frugalidad. Desde días
atrás ha estado compartiendo momentos con personas que le conocieron,
entre ellos muchos disidentes y periodistas independientes, uno de los cuales
aprovechó un brindis para llamarla "embajadora de los retos".
Nacida en 1942, año del Caballo en el horóscopo chino,
Huddleston dice adiós a la isla en uno de igual signo al de su venida al
mundo.
¿Tuvo razón este periodista al llamarla embajadora de los retos?
Por lo menos muchos de sus colegas le felicitaron por el discurso donde recordó
que el mandato de la diplomática se caracterizó por exactamente
eso: los retos.
Apenas llegando a Cuba se vio ante la primera visita a la isla en cuarenta años
de un gobernador de uno de los estados de su país. Después,
Huddleston vivió en La Habana el caso del niño Elián, los
trágicos acontecimientos del 11 de septiembre y la presencia del ex
presidente Jimmy Carter en esta capital.
Vicky, como todos la nombran en Cuba, concluye su misión cuando en el
Congreso de Estados Unidos de América se discute abiertamente la
posibilidad de eliminar las restricciones a los viajes de estadounidenses a la
isla, al envío de remesas y al financiamiento privado de exportaciones a
Cuba de alimentos y medicinas.
Vale detenerse en un detalle particularmente cubano: el simple hecho de que
todos la mencionen no por su apellido, sino por su nombre de pila, ya dice cuán
profundamente caló en lo hondo de la gente que alternó, para bien
o para mal, con esta mujer nacida para la polémica de altos vuelos. Ningún
representante de los Estados Unidos de América en Cuba fue objeto de
tantos ataques verbales por parte de Fidel Castro en persona, para no contar
sobre el tiempo que le dedicó la prensa oficiosa, la cual mucho insistió
sobre cómo ella misma se definió como generala en campo de
batalla.
Lucas Garve, colega y amigo, agregó: "Y como si estuviera al
frente de la 82 división Aerotransportada".
Vicky Huddleston se despide de Cuba. Pero, más que dejar recuerdos,
deja precedentes. Algunos debe saberlos al más mínimo detalle el
gobierno de Fidel Castro. Otros los conoce el movimiento cubano por los derechos
humanos. Para todos, piensa este periodista, la complicada historia de las
relaciones entre Cuba y los Estados Unidos de América tuvo un hito en el
quehacer de esta mujer, cuya fragilidad física parece un artificio de
camuflaje.
Para ser franco, me alegra no haberme equivocado con ella. Nunca olvidaré
que mi primer encuentro con Vicky fue cuando un grupo de disidentes y
periodistas independientes nos reunimos con el gobernador del estado de
Illinois, George Ryan. Yo estaba al extremo de la mesa. Ella, sentada frente al
señor Ryan. De repente nuestras miradas se cruzaron. Ella alzó
levemente su mano izquierda y me envió un saludo de sólo tres
dedos. Respondí, invadido por un presentimiento: Esta flaca no va a ser
de juego".
Y no lo fue.
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