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4 de septiembre, 2002


Nuestro censo será un éxito pero...

Lázaro Raúl González, CPI

HERRADURA, septiembre (www.cubanet.org) - Ya casi todo está listo en Cuba para la realización de un censo de población y viviendas del 7 al 16 de septiembre. Como teóricamente suele acontecer con cada proyecto que emprende el oficialismo, todo marcha viento en popa y a toda vela. El voluntarismo político presente en la isla calificará de éxito rotundo el censo, pese a que la realización del mismo implica fallas lógicas organizativas y funcionales que pueden manifestarse en cualquier sistema del planeta.

Sin embargo, más allá de incomprensibles fallas técnicas e imperfecciones, la ejecución del censo tendrá su propia química: la doble moral establecida en la sociedad cubana como patrón de conducta nacional y generalizado, principalmente en lo referente a las estadísticas socioeconómicas.

La falta de mente propia en la ciudadanía obviamente lastrará la sinceridad de las respuestas que la gente dará al cuestionario del censo. El molde público, justo a la medida de un tenebroso régimen policiaco, en que ha sido vaciada la identidad nacional impondrá conclusiones que se avienen mejor con el status oficialista que con la realidad que vive la población cubana.

Por tanto, en un elevado número de casos se impondrán los supuestos oficialistas.

Pongamos el caso de cuando se le pregunte a la gente cuál es el combustible que usan para cocinar. Muchos que habitualmente utilizan petróleo responderán que cocinan con keroseno. ¿Por qué? Porque la mayor parte del petróleo usado en los hogares de Cuba es adquirido de modo ilegal. La mayoría de la gente cocina con keroseno, pero el keroseno se vende regulado y la cuota asignada para el año sólo alcanza para algunas semanas.

Otra parte del cuestionario del censo que se presta para la aberración de la realidad es la referente al status laboral de los ciudadanos. Aunque los auspiciadores del censo han incluido la recepción de ayuda económica (implícitamente proveniente del extranjero) entre las posibilidades de sobrevivencia de la gente, además de que se le confiere a las personas la posibilidad, entre otras variantes, de reconocer que "no realiza ninguna actividad", en Cuba hay demasiado miedo como para que la gente confiese, gratuitamente, que no tiene ningún vínculo laboral oficial.

En la misma sección laboral, el censo se interesa en conocer las ocupaciones secundarias de las personas, pero es dudoso que los profesionales cubanos se animen a contestar que cuando se quitan la bata blanca tienen que realizar trabajos de albañiles, afiladores de cuchillos, jardineros, agricultores, ganaderos o cualquier otro oficio que les permita alimentar a sus familias.

La propia idiosincrasia del cubano, por lo común jacarandosa, contribuirá muy poco a la seriedad del censo.

P. García, residente de Herradura, quien es negro y tiene empleo, le ha dado instrucciones precisas a su esposa para que el día del censo declare a los encuestadores que él es mulato y no tiene trabajo. Según García, los apenas cinco dólares que le paga el gobierno ni siquiera le permiten asegurar que tiene empleo ni mantener su coloración original. ¿El añade que el hambre lo está poniendo jipato, o sea, blanco?

Naturalmente, más que una ciencia exacta los censos son una aproximación a la realidad, pero el cubano podría batir cualquier récord de inexactitudes (más o menos sutiles) o mentiras escandalosas. Como una clara muestra de que los organizadores del censo tienen conciencia de que se enfrentan al posible fraude generalizado, recientemente publicaron un suplemento informativo que hicieron llegar a todos los hogares del país en el cual se le recuerda a la población "la importancia de que sus respuestas a las preguntas del censo sean veraces".

Exhortación infructuosa, ya que la gente no sólo prostituirá la verdad por miedo o por desidia, sino también por falta de fe y confianza. Ya son demasiados años de promesas incumplidas y casi nadie cree que del censo pueda derivarse algún beneficio. Ni siquiera la excepcional desideologización del censo conseguirá que el pueblo lo acepte como una loable operación cívica, merecedora de colaboración sincera. Igual que siempre, los cubanos aceptarán con reserva una propuesta surgida del gobierno y contestarán los cuestionarios del censo por similares razones a las que el carnero llega al matadero: más por obligación que por interés.

Por su parte, el régimen ejercitará la práctica que mejor domina: hurgar en el basurero y ¡ni hablar de las cenizas!

Ya todo está listo para declarar un nuevo éxito. Por lo menos establecerá con certeza cuántos somos, pero una buena medida de la vida real quedará off the record.


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