Nuestro censo
será un éxito pero...
Lázaro Raúl González, CPI
HERRADURA, septiembre (www.cubanet.org) - Ya casi todo está listo en
Cuba para la realización de un censo de población y viviendas del
7 al 16 de septiembre. Como teóricamente suele acontecer con cada
proyecto que emprende el oficialismo, todo marcha viento en popa y a toda vela.
El voluntarismo político presente en la isla calificará de éxito
rotundo el censo, pese a que la realización del mismo implica fallas lógicas
organizativas y funcionales que pueden manifestarse en cualquier sistema del
planeta.
Sin embargo, más allá de incomprensibles fallas técnicas
e imperfecciones, la ejecución del censo tendrá su propia química:
la doble moral establecida en la sociedad cubana como patrón de conducta
nacional y generalizado, principalmente en lo referente a las estadísticas
socioeconómicas.
La falta de mente propia en la ciudadanía obviamente lastrará
la sinceridad de las respuestas que la gente dará al cuestionario del
censo. El molde público, justo a la medida de un tenebroso régimen
policiaco, en que ha sido vaciada la identidad nacional impondrá
conclusiones que se avienen mejor con el status oficialista que con la realidad
que vive la población cubana.
Por tanto, en un elevado número de casos se impondrán los
supuestos oficialistas.
Pongamos el caso de cuando se le pregunte a la gente cuál es el
combustible que usan para cocinar. Muchos que habitualmente utilizan petróleo
responderán que cocinan con keroseno. ¿Por qué? Porque la
mayor parte del petróleo usado en los hogares de Cuba es adquirido de
modo ilegal. La mayoría de la gente cocina con keroseno, pero el keroseno
se vende regulado y la cuota asignada para el año sólo alcanza
para algunas semanas.
Otra parte del cuestionario del censo que se presta para la aberración
de la realidad es la referente al status laboral de los ciudadanos. Aunque los
auspiciadores del censo han incluido la recepción de ayuda económica
(implícitamente proveniente del extranjero) entre las posibilidades de
sobrevivencia de la gente, además de que se le confiere a las personas la
posibilidad, entre otras variantes, de reconocer que "no realiza ninguna
actividad", en Cuba hay demasiado miedo como para que la gente confiese,
gratuitamente, que no tiene ningún vínculo laboral oficial.
En la misma sección laboral, el censo se interesa en conocer las
ocupaciones secundarias de las personas, pero es dudoso que los profesionales
cubanos se animen a contestar que cuando se quitan la bata blanca tienen que
realizar trabajos de albañiles, afiladores de cuchillos, jardineros,
agricultores, ganaderos o cualquier otro oficio que les permita alimentar a sus
familias.
La propia idiosincrasia del cubano, por lo común jacarandosa,
contribuirá muy poco a la seriedad del censo.
P. García, residente de Herradura, quien es negro y tiene empleo, le
ha dado instrucciones precisas a su esposa para que el día del censo
declare a los encuestadores que él es mulato y no tiene trabajo. Según
García, los apenas cinco dólares que le paga el gobierno ni
siquiera le permiten asegurar que tiene empleo ni mantener su coloración
original. ¿El añade que el hambre lo está poniendo jipato, o
sea, blanco?
Naturalmente, más que una ciencia exacta los censos son una
aproximación a la realidad, pero el cubano podría batir cualquier
récord de inexactitudes (más o menos sutiles) o mentiras
escandalosas. Como una clara muestra de que los organizadores del censo tienen
conciencia de que se enfrentan al posible fraude generalizado, recientemente
publicaron un suplemento informativo que hicieron llegar a todos los hogares del
país en el cual se le recuerda a la población "la importancia
de que sus respuestas a las preguntas del censo sean veraces".
Exhortación infructuosa, ya que la gente no sólo prostituirá
la verdad por miedo o por desidia, sino también por falta de fe y
confianza. Ya son demasiados años de promesas incumplidas y casi nadie
cree que del censo pueda derivarse algún beneficio. Ni siquiera la
excepcional desideologización del censo conseguirá que el pueblo
lo acepte como una loable operación cívica, merecedora de
colaboración sincera. Igual que siempre, los cubanos aceptarán con
reserva una propuesta surgida del gobierno y contestarán los
cuestionarios del censo por similares razones a las que el carnero llega al
matadero: más por obligación que por interés.
Por su parte, el régimen ejercitará la práctica que
mejor domina: hurgar en el basurero y ¡ni hablar de las cenizas!
Ya todo está listo para declarar un nuevo éxito. Por lo menos
establecerá con certeza cuántos somos, pero una buena medida de la
vida real quedará off the record.
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