Monólogo
exterior de Ulises
Manuel Vázquez Portal, Grupo Decoro
LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Así que quieres fajarte
conmigo. ¿Quién te dijo que yo soy el culpable de tus penas? Yo
padezco tus mismos pesares, tus agonías, tus carencias. Yo también
puedo llamarme Odiseo. Soy tan reo de Circe como tú. He visto a mis compañeros
de viaje convertidos en cerdos, los he visto hozando en el picadillo de soya,
hacinándose en el corral, gritando en las noches sin luces. ¿Por qué
quieres pelear conmigo? Entiéndelo de una vez. Yo no soy tu enemigo.
Estamos en el mismo bando. Sé que no me entiendes. A lo mejor no has leído
a Homero. O sí. Cuando estudiabas en la secundaria y eras feliz y soñabas
y confiabas en el futuro que te prometían cada cinco minutos, y tu
profesora, emergente, de literatura te otorgaba un sobresaliente aún
cuando confundieras a Penélope con Clitemnestra porque, en realidad, ella
también estaba entrampada y le exigían un ciento por ciento de
promoción, porque la educación era un buen caballo de batalla.
Pero ya lo olvidaste, porque el futuro que te prometieron ya llegó y no
es como te lo habían pintado y tuviste que ponerte a "inventar"
para sobrevivir y tu título sirve de bien poco y tu cúmulo de
frustraciones te hace mirar con odio a todo lo que te rodea. Por eso voy a
hablarte claro, sin parábolas, sin rodeos, sin melindres literarios.
Cuando te enojas -en Cuba se dice te encabronas- porque a tu hijo se le
rompieron los zapatos y no tienes dólares para comprarle otro par, yo no
soy el culpable. Cuando te afliges -en Cuba se dice te engorrionas- porque el médico
de familia te dijo que necesitas un antidepresivo pero que no lo hay en la
farmacia y, ¿para qué te lo va a recetar?, que vayas a ver si un
familiar te lo manda de Estados Unidos, yo no soy el culpable. Cuando estás
desfallecido por la falta de alimentos -en Cuba se dice partío de hambre-
y la cuota que te asignan por la Libreta de Abastecimientos se ha terminado
antes de que concluya el mes, yo no soy el culpable. Cuando te convocan a una
Tribuna Abierta y tienes que asistir so pena de perder el empleo o la beca en el
preuniversitario o la jabita de estímulo, yo no soy el culpable. Cuando
tienes que fingir que eres revolucionario para que no te nieguen el permiso de
salida del país que tanto ansías para visitar a tu hermano en
Miami, yo no soy el culpable. Aunque, pensándolo bien, sí soy un
poco culpable. Y tú también lo eres. Ylo somos porque no sabemos,
o no queremos, o no podemos encauzar atinadamente nuestra rabia. Y entonces
quieres fajarte conmigo, o yo contigo, porque me das un pisotón en el
camello, porque me empujas en la cola de la bodega, porque hace mucho calor o
porque está lloviendo. Eso es un error. La furia que sentimos por dentro
se debe al montón de frustraciones cotidianas que nos impone un régimen
que hemos sido incapaces de cambiar. Nuestra agresividad tiene que ver con
nuestra impotencia para solucionar nuestros problemas diarios. Y nuestros
problemas diarios no los creamos ni yo ni tú. Si así es, ¿por
qué vamos a fajarnos tú y yo? Pregúntate si la bronca no es
con otra gente. Cuando te hayas respondido, búscame. Seguro estaré
de tu parte.
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