Festival de
la rumba: ¿Cosa de negros?
Jorge Alberto Aguiar Díaz, Grupo Decoro
LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - Del 14 al 20 de octubre se desarrolló
en el municipio Centro Habana el Festival 14 de la Rumba Chano Pozo. La sede
principal del evento fue el Teatro América, aunque sabiamente los
organizadores del evento planificaron otras actividades en varios puntos del
municipio, con el objetivo de que la rumba también estuviese presente en
las calles, en contacto con el pueblo que la disfruta y la sabe crear.
Sin embargo, fue lamentable el papel de la prensa oficial, la escasa
cobertura que dio al evento. "Seguramente eso no pasa con el Festival de
Ballet" -expresó uno de los asistentes al Festival de la Rumba. "Claro
está, la rumba es cosa de negros", comentó con sarcasmo uno
de los bailadores.
Comentarios como éstos se escucharon entre la mayoría de los
participantes, e incluso entre algunos músicos.
"La rumba no es de los negros, la rumba también es de los
blancos. La rumba es expresión de cubanía", dijo Giovani del
Pino el miércoles 16, antes de que comenzara el concierto en la Casa
Multicultural del barrio Los Sitios. Acto seguido aludió a la buena
promoción que ha recibido el Festival de Ballet a celebrarse en estos días
en la capital cubana, y criticó a la prensa oficial que, dicho sea de
paso, cubría el concierto de Los Sitios con una periodista de la televisión,
sin cámaras de video ni fotográfica, y sin grabadora, y otra
periodista de Radio Metropolitana.
Inés María, directora del excelente grupo femenino de percusión
Las Caribeñas, que deleitó al público el viernes 18 en el
Teatro América, opinó a la salida del espectáculo sobre la
discriminación por parte de las instituciones a los músicos de la
rumba, incluso cuando van a buscar empleo. "¡Ah, rumberos!" -dijo
Inés María imitando el tono despectivo de algunos burócratas
y funcionarios que no toleran "esa música de negros".
La talentosa música y directora también se quejó de la
pésima cobertura de la prensa y del escepticismo por parte de los hombres
ante agrupaciones conformadas exclusivamente por mujeres. "Todavía
hay mucho machismo. Los hombres dicen que tocamos bien a pesar de ser mujeres"
-apuntó Inés María.
El viernes 18 estuvo dedicado a la mujer en la rumba y participaron varios
grupos femeninos (en Ciudad de La Habana existen cinco o seis) aunque el espectáculo
comenzó y concluyó con dos agrupaciones masculinas, y en las
palabras de introducción al concierto, la presentadora enfatizó
que debe reconocerse el papel de la mujer.
Una joven que se encontraba en el público protestó en voz baja
entre sus amigos por la sutileza de un discurso todavía machista, porque
en su opinión "no hay que reconocer nada, hay que dejar que toquen
su música y punto. ¿Quién reconoce, los hombres? ¿Debemos
agradecer que nos reconozcan?"
Los conciertos en el teatro América resultaron pobres como espectáculos
debido a la rutinaria sucesión de un grupo detrás de otro, una
escenografía carente de plasticidad y sugerencia, y el monótono
diseño de luces. Por si esto fuera poco la conductora no abandonó
nunca el tono alto de salón y la verborrea seudoculta y falsamente lírica.
En opinión de algunos participantes, espectadores y organizadores, la
presentación del Festival de la Rumba en un teatro debe tener otra tónica
y más dinamismo, y debe escapar de los lugares comunes de un show de
variedades.
Sin embargo, las presentaciones en la plazoleta de Antón Recio y en
el Callejón de Hamel, fueron momentos inolvidables. El contacto directo
con músicos y bailadores, el roce con la gente del barrio, el flujo de
extranjeros y el intercambio con el pueblo permitieron la libre expresión
verdaderamente artística, sin discursos ampulosos ni poses
intelectualoides.
Las actividades fuera del teatro América constituyeron lo mejor del
festival, porque en esos lugares uno tenía la experiencia de un encuentro
real, de disfrutar lo auténticamente popular y no el cliché
folklorista y la distancia frívola de una institución diseñada
para el estereotipo.
Pudo haber asistido más público, pero la promoción
deficiente cumplió cabalmente su función: desinformar. Es
inevitable, entonces, preguntarse: ¿No puede el pueblo celebrar la fiesta
de la rumba en una calle, en una plazoleta, en un solar, bebiendo ron, bailando
sin remilgos, juntos blancos y negros, cubanos y alemanes, habaneros y
guanabacoenses? ¿Por qué tan poca cobertura de la prensa y tan
escasa promoción? ¿En qué consiste el llamado "arte
comunitario"? ¿O es que se trata de un nuevo eufemismo para no decir
arte popular? ¿Arte comunitario significa arte para el pueblo dirigido y
controlado por las instituciones estatales?
Quienes pudimos participar en el festival comprobamos la excelencia musical
y la profesionalidad de grupos como Obini Batá, Awere yo, Obbá
Wemilere, Iroso Obbá, Las Caribeñas, Clave y Guanguancó,
entre otros. ¿No necesitan estos músicos el contacto directo con su
pueblo en medio de un festival y no sólo la participación en un
teatro? ¿No necesitan promoción y apoyo para tocar no en presencia
de cientos, sino de miles de espectadores, como ocurre con los grupos de Salsa?
También comprobamos el orden y el respeto que reinaron en el
Festival. Sin embargo, un funcionario blanco con mentalidad de antropólogo
me dijo: "Esto es cosa de negros, no saben comportarse, siempre salen
fajaos".
Por desgracia, esa manera de pensar colonialista y fascista persiste todavía
en muchos blancos y también entre muchos negros. Pero lo peor es que
sobreviva en quienes organizan, promueven, dan empleo, y después hablan
desde una oficina de la alegría del pueblo, sin conocer el dolor y la
discriminación racial en una sociedad que alardea de haber vencido el
racismo y la injusticia social.
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