Algunos números
electorales
Manuel David Orrio, CPI
LA HABANA, octubre / www.cubanet.org - Acaba de concluir, en lo esencial, la
primera etapa de las elecciones generales dispuestas por las leyes cubanas al
realizarse la votación para los cargos de delegados (concejales) a las
Asambleas Municipales del Poder Popular, equivalentes a los ayuntamientos en términos
internacionales.
Este proceso continuará hasta la renovación o ratificación
electiva de los cargos ejecutivos y legislativos provinciales y nacionales,
incluido el de jefe de Estado y de gobierno que, como es de esperar, recaerá
sobre la persona de Fidel Castro una vez más, si Dios o la Fuenteovejuna
de Cuba no deciden algo distinto, lo que sería más noticia que una
guerra entre Estados Unidos de América e Iraq.
El poder de Cuba afirma que los comicios cubanos son "los más
democráticos del mundo". Por su parte, sus opositores dentro y fuera
de la isla reiteran que las elecciones no cumplen con normas democráticas
internacionalmente aceptadas, que casi por axioma otorgan a la oposición
pacífica el derecho de disputar los cargos públicos electivos, lo
cual no parece producirse en Cuba, o por lo menos está por verificar, por
cuanto, que se conozca, ningún opositor isleño dio un paso para
presentarse como candidato, aunque el gesto pudiera costarle la vida. Es bueno
apuntar que sí existen antecedentes negativos sobre el ejercicio de ese
inalienable derecho. Roberto Bahamonde lo intentó por los 80. A inicios
de los 90 este periodista asistió a asambleas electorales virtualmente
tomadas por la policía, nada más porque se corrió el rumor
de que determinados opositores presentarían sus candidaturas.
Entretanto, el ya un tanto gastado debate sobre los procesos electorales
cubanos parece perder de vista un sostenido crecimiento de la abstención,
pese a que en las condiciones de Cuba ese ejercicio tiene una connotación
política muy superior a la normal para otros países, por cuanto
expresa una resistencia al régimen unipartidista vigente en la isla que
puede tener implicaciones personales nada beneficiosas como la de no poder
acceder a un empleo de rango competitivo.
A pesar de esas posibles consecuencias, los números oficiales
publicados recientemente admiten de facto la abstención de 364,127
personas, más del triple de las que se negaron a votar un quinquenio atrás,
casi un quíntuplo respecto a quienes se resistieron -según los
datos de entonces- a refrendar la llamada "irrevocabilidad" del régimen
unipartidista durante el proceso de suscripción masiva que se produjo en
junio del presente año, sobre el cual fuentes diversas aseveran que la
población fue compulsada por el poder a expresar una simpatía en
realidad mucho menos existente.
Pero hay otro descubrimiento si se sigue la pista a los datos oficiales.
Fuentes de la oposición interna aseguran que es costumbre borrar de los
registros de elecciones a las personas cuya abstención se presume, en país
donde los individuos con derecho a voto han de ser incluidos de oficio en dichos
registros. De este modo, a los efectos mediáticos, aparecerían
menos de los que en realidad no votan. De ser así, se confirmaría
por segundos caminos el crecimiento de una resistencia al régimen, o por
lo menos se haría posible reiterar una importante pregunta, de suponerse
a todos los con derecho a voto en verdad incluidos en los registros: ¿por
qué existen más de 200 mil ciudadanos aparentemente privados del
derecho de elegir, sea por incapacidad física o mental, sea por estar
cumpliendo una condena penal inhabilitante, únicas razones reconocidas
por la ley para enajenar el fuero electivo?
Según los datos oficiales, para estos comicios hubo ocho millones 362
mil diez (8,362,010) electores registrados. Pero de acuerdo con el Anuario Estadístico
de Cuba, el número de personas en edad de votar no puede ser inferior a
ocho millones 631 mil 679 (8,631,679), cifra equivalente a la población
media de ese carácter a la altura de 2000. Población que tiende a
un ligero aumento neto, además de que se le deben sumar no contemplados,
pues ese índice consiste en un promedio inferior al monto real.
Operaciones matemáticas dicen que en números redondos habría
en la isla no menos de 270 mil ciudadanos más que no votaron, para un
gran total de no menos de 634 mil, resultantes de sumar esa cifra a quienes se
abstuvieron y están reconocidos, lo cual representa el siete por ciento
de la población en edad electoral estimable sobre bases más o
menos firmes.
No menos de 270 mil ciudadanos en edad de votar que no aparecen como
electores registrados son motivo como para preocuparse. El poder de Cuba no ha
explicado por qué prácticamente nada se sabe de ellos. Entre los
mismos está la población penal, uno de los secretos
gubernamentales mejor guardados. También hay discapacitados cuyo status
jurídico no parece claro, además de probables resistentes no
registrados.
El poder afirma que los comicios cubanos son "los más democráticos
del mundo", lo que debe incluir una transparencia prístina. Pues
bien, mírese cuánto aparece nada más al revisar... algunos
números electorales.
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