Pablo Alfonso.
El
Nuevo Herald, octubre 24, 2002.
Los cubanos votaron el pasado domingo para ¿elegir? a los delegados de
las Asambleas Municipales del Poder Popular. Esos delegados (uno por cada
circunscripción que tenga el municipio) son el equivalente de los
concejales o comisionados municipales que hay en las sociedades democráticas.
Hasta ahí llega la semejanza. En teoría, el delegado municipal
-de la versión castrista-, no es postulado para el cargo por ningún
partido o grupo político. Son los vecinos de la circunscripción,
reunidos en asambleas de barrio, quienes eligen al candidato a mano alzada. No
hay voto secreto por el candidato, que casi siempre es propuesto por una de las
''organizaciones de masas'' de la dictadura.
Pero eso es en teoría, en realidad, la mayoría de los
delegados electos son miembros del Partido Comunista de Cuba (PCC).
El delegado municipal puede hacer muy poco en el ejercicio de su cargo. De
hecho se ha convertido en un relator de las carencias de sus electores. Especie
de relacionista público y gestionador, ante las empresas estatales y
organismos públicos, de los más disímiles materiales y
servicios sociales que necesita la gente del barrio.
Fuera de esta función el delegado municipal tiene muy poco poder de
gestión y decisión para resolver ningún problema.
A diferencia de los concejales o comisionados municipales, el delegado
municipal castrista no participa en la elaboración de un presupuesto
municipal. La Asamblea Municipal del Poder Popular y sus delegados no manejan un
presupuesto para el transporte público, servicios de agua y
alcantarillado, obras públicas, etc. De eso se ocupan y despreocupan los
todopoderosos organismos nacionales.
El proceso electoral fue calificado de ''excelente'', por el ministro de
Justicia, Roberto Díaz Sotolongo, miembro del Comité Central del
PCC, quien preside el Consejo Nacional Electoral.
Por su parte el rector de la Universidad de La Habana, Juan Vela, quien
también es miembro del Consejo Nacional Electoral y del Comité
Central del PCC, calificó de ''bajo'' el número de jóvenes
menores de 30 años elegidos como delegados municipales; sólo 920
para un 6.7 por ciento del total en todo el país.
Las elecciones municipales del pasado domingo son el primer escalón
del complejo sistema electoral instrumentado por la dictadura cubana, para
mantener el poder con ribetes de legalidad. Para representar una circunscripción
se postulan varios candidatos. Este es el único nivel donde hay más
de un candidato por escaño.
Para ocupar las posiciones de delegados provinciales y diputados a la
Asamblea Nacional del Poder Popular, se presenta un solo candidato. No hay
alternativas.
¿De dónde salen estos candidatos? Aproximadamente la mitad de
ellos se escogen de entre los delegados municipales electos. La otra mitad se
escoge de las propuestas que hacen las organizaciones políticas y
sindicales del régimen.
¿Quién los escoge? Las comisiones de candidaturas en sus
respectivos niveles. Estas comisiones son verdaderos ''filtros de pureza política'',
presididas por dirigentes del PCC y cuya misión es decidir quiénes
serán los candidatos únicos.
Es aquí, en estas comisiones, donde se celebran las verdaderas
elecciones para elegir a los delegados provinciales y a los diputados a la
Asamblea Nacional.
El resto es puro decorado. Cuando los cubanos salgan a votar a principios
del año próximo para ¿elegir? a sus parlamentarios, lo estarán
haciendo como siempre por un candidato único, sin otra alternativa.
Es una rutina ''electoral'' que se cumple mecánicamente desde hace un
cuarto de siglo, cuando en 1975 se ''institucionalizó'' la dictadura
castrista.
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